martes, 21 de octubre de 2008

TARJETA DE VISITA

Todo equilibrio entre fuerzas dinámicas opuestas es inestable por naturaleza e, inevitablemente, acaba por romperse.
Con la perogrullada anterior rompo conscientemente la armonía que, hasta este momento, existía entre autores y lectores de blogs. Entre los segundos me encontraba y, a partir de ahora, me sitúo entre los primeros.
En ese cambio ha sido decisiva la generosidad de tres de mis pocos amigos y la fuerza fatal y creadora de mi envidia, que me impide resignarme a ser menos que ellos.
Identifiquemos a los responsables: Manuel Molares, creador del blog "Crónicas Bárbaras", Francisco Rubiales, responsable de "Voto en Blanco" y Juan Pedro Quiñonero que, desde su refugio de París, perpetra "Una temporada en el infierno".
La de los dos primeros ha sido una responsabilidad meramente subsidiaria, porque se limitó a animarme a crear mi propio espacio, pero la de Molares ha sido complicidad activa ya que, de hecho, mi única participación hasta este comienzo de la empresa ha sido la de redactar las frases que anteceden.
En su pecado de ingenuidad tendrán la penitencia de la pérdida de lectores que voy a arrebatarles despiadadamente. Antes comparto las caricias de la mujer que amo que el fervor de un lector.
Avisos a los incautos que pierdan su tiempo leyéndome: si yo fuera uno de ellos, desconfiaría de mis opiniones como Satanás del agua bendita porque ni yo mismo estaré convencido de la fiabilidad de lo que escriba, aunque parezca tan persuadido como un tertuliano radiofónico.
Como los ojos de la musa de "El Son de la Negra", advierto que las cosas que lean en esta columna no son más que hojas de papel volando, filigranas verbales para seguir con curiosidad como una diversión gratuita y efímera.
"Entre Andorra y Gibraltar", el título, es un artificio para eludir la palabra España, el espacio geográfico,la síntesis de emociones, la épica histórica y la indestructible certeza de futuro que compendia para el autor el nombre de su patria, a la que algunos españoles a su pesar se niegan a reconocer como tal.
Entre Andorra y Gibraltar y en la periferia todavía más española si cabe de Canarias, Baleares, Ceuta y Melilla,ocurrirán los hechos que originarán los comentarios del columnistas que,por si fuera poco, se atreverá también a opinar sobre lo que ocurra en el resto de un mundo privado del privilegio de ser español.
¿Y de qué opinará?
Naturalmente, de todo porque si su ignorancia es enciclopédica, su osadía es ilimitada. Tanto sabe de cambios de trayectoria de vehículos espaciales impulsados por combustible nuclear como de los misterios de la redención. Nada.
Periodicidad: la que Dios y la inspiración quieran porque el autor lleva ya años libre de la tiranía del reloj y no vuelve a su esclavitud ni a cambio de la mayor recompensa, que sería la promesa de que le erigirán una estatua en cuya base se meen los perros y a cuya sombra se metan mano los impacientes lascivos.
Como nada les pienso cobrar a mis hipotéticos lectores, tampoco creo que se atrevan a exigirme nada.
El autor anda, además, empecinado en pasar de novelista novel a escritor reconocido, y esa manía también exige dedicacion. La columna se renovará, pues, no antes de lo que se pueda.
Otra amenaza: además de la prosa, el autor también se atreve a destrozar el verso y sus nueve arrobas de peso lo acreditan como agradecido comensal y esforzado cocinero. Irán, pues, versos en estrofas clásicas con su ritmo, su rima y todos sus aditamentos, además de incursiones culinarias en la columna.
Como verán, será tarea para un humanista completo, una reencarnación de aquellas enciclopedias con piernas del renacimiento que tan pintiparadas quedan ahora en forma de estatuas.
En la próxima, entraremos en materia. Miguel Higueras.