lunes, 27 de octubre de 2008

ENVIDIA SUICIDA

Coinciden los que de medicina saben en que, cuanto más precoz sea el diagnóstico de una enfermedad, más probabilidades tiene el médico de curar al enfermo.
Los tertulianos radiofónicos, los contrincantes en debates televisivos y otros acreditados expertos en auscultar la evolución de los acontecimientos mundiales, coinciden también en el diagnóstico del enfermo que les preocupa: el mundo.
Y ninguno de ellos discrepa de que el mundo está enfermo, de que su dolencia más acuciante es la economía ni de que la evolución de la enfermedad ha entrado en una fase grave.
De la gravedad del enfermo es un indicio que hayan sido convocados precipitadamente a una sesión clínica en la capital del mundo los 20 especialistas de mayor prestigio de la humanidad.
Pero son reacios a que se les una el que, de entre todos ellos, mayor sagacidad y diligencia demostró en el diagnóstico.
Desde la pasada primavera, cuando todos insistían en que el mundo estaba más sano que una pera, el ahora postergado los alertaba avisándoles de que la crisis no solamente era patente, sino grave.
Lo acusaron de alarmista, de demagogo y como afirmaba que la crisis afectaba al mundo entero, no lo tacharon de antipatriota, sino de inhumano.Otros decían que su advertencia no tenía más fundamento que el de conseguir ventajas políticas y electorales.
Los colegas del sagaz precursor del certero diagnóstico de la enfermedad del mundo admiten a regañadientes ahora que tenía razón, pero mantienen la contumacia y no lo invitan a la sesión clínica de Washington.
No hay razones objetivas para esa exclusión, por lo que habría que achacarla a ruines resentimientos individuales y a su temor a que, si en las fotos que se publicarán y en los reportajes televisivos que darán cuenta de la reunión aparece entre ellos, el mundo entero apreciará su superior jerarquía y, en comparación, la insignificancia de los demás.
No lo invitan a que asista a la reunión de Washington, simplemente, por envidia.
Pero si ese sentimiento mezquino prevalece sobre la necesidad de contar con sus guía para el tratamiento de la enfermedad, que fué el primero en diagnosticar, el mundo está en peligro de muerte.
Y todo por la cochina envidia. Por una envidia suicida.