viernes, 30 de enero de 2009

EL MORO QUE QUISO DEJAR DE SER MORO

De que nació moro quedan tan pocas dudas como de que lo registraron como moro en la escuela en la que estudió sus primeros años.
Se sabe que rezó como un moro más en la mezquita, que moro fué para sus conocidos, que es moro el nombre al que responde y que moros fueron su abuelo paterno, su padre y su padrastro.
Si pese a todo dice que no es moro habrá que creerlo, porque ¿quién se atreve, sin miedo a que le mande la sexta flota, a dudar de la palabra del Presidente de los Estados Unidos?
Diferente sería si, en lugar de llamarse Barack Hussein Obama, el presunto moro fuera George Walker Bush.
Sobraría, en caso de que la duda sobre las convicciones religiosas de Obama se refirieran a Bush, lo de “presunto” que, por cierto, es como en Portugal se conoce al jamón, del que los moros huyen más despavoridos que Satanás del agua bendita.
En contra de lo que creen lo que lo desconocen, el sistema político norteamericano tiene de folklórico solamente la apariencia porque el escrutinio al que se ve sometido el candidato a ser electo en los Estados Unidos, sobre todo si aspira a la Presidencia, deja en evidencia hasta lo más opaco de su pasado.
Evidentemente, Obama superó satisfactoriamente todas las dudas que su pasado pudieran proyectar sobre su actuación como Jefe del Estado. En caso contrario, no hubiera sido electo presidente.
Entre esas dudas, la más insistente era la sospecha de que Obama, que se declaraba cristiano, ocultaba su pasado musulmán.
Casi dos años antes de que el 4 de Noviembre de 2008 ganara las elecciones presidenciales, el director de la campaña electoral, Robert Gibbs, creyó necesafrio desmentir, y lo hizo de forma tajante,el supuesto islamismo del aspirante:
“El senador Obama”—desmintió rotundamente—“nunca ha sido musulmán”.
Pero dos meses más tarde, cuando informaciones difundidas confirmaban que solía acompañar a su padrastro, Lolo Soetoro, cuando asistía a las oraciones del viernes en la mezquita de Yakarta, matizó el mentís: “El senador Obama”—puntualizó—“nunca fue musulmán devoto”.
Naturalmente, ni aunque fuera el más ferviente seguidor del Profeta y de sus enseñanzas restaría legitimidad a su triunfo electoral ni limitaría la confianza en que, como Presidente, defenderá los intereses de los Estados Unidos, un país en el que la libertad no tiene otro límite que el de las leyes y en el que la Ley garantiza igualdad a los seguidores de todas las religiones y a los que no siguen ninguna.
Pero la reiterada declaración de Obama de que no es musulmán sino cristiano, ¿la admiten los musulmanes?
Esa es la duda que persiste porque, para los seguidores del Islam, la práctica de la religión no es condición indispensable para considerar musulmán a alguien, sino descender directamente por línea paterna de musulmanes.
El abuelo y el padre de Obama fueron musulmanes por lo que el Presidente de los Estados, aunque haya dejado de seguir los preceptos del Islam y se declare cristiano, para los ortodoxos de la fe de sus antepasados sigue siendo musulmán.
En ese caso Obama es, para los musulmanes integristas, un “murtadd”, un apóstata.
“Un hombre que abandone el Islam y la lucha por Alá y su Profeta debe ser muerto crucificado o privado de la vida”.
Son palabras coincidentes sobre el castigo a los apóstatas de los doctos islamistas al-Bayhaqi y al-Kubra en sus sunnas, la recopilación de dichos y hechos del Profeta, en que se fundamenta la ley islámica.

jueves, 29 de enero de 2009

LAS AMARGAS TRIBULACIONES DE LA OPOSICION

Puede que sea democrático, pero no deja de ser injusto culpar de hacer lo que puede al que no lo dejen hacer lo que debe.
La injusticia roza el sarcasmo si lo que no dejan hacer al que hace lo que a los demás disgusta se lo impiden los mismos que lo culpan de que no lo haga.
No es un trabalenguas sino una enrevesada forma de describir lo que, una vez más, y va para cinco años que lleva intentándolo, le han vetado que haga al Partido Popular esta mañana del 29 de Enero de 2009.
Los de PP pretendían que el Presidente del Gobierno, su vicepresidente económico y el Ministro de Justicia distrajeran sus obligaciones de velar por el bienestar del país para explicar en el Congreso lo que están haciendo.
Se supone que es lo que los representantes de la oposición deben exigir, pero para que no pareciera un capricho, arguyeron la necesidad de esas explicaciones por el agravamiento de las ya ruinosas condiciones de la economía y la huelga inminente de jueces.
Su treta para que los tres esforzados gobernantes perdieran su tiempo, y después criticarlos porque no resuelven los problemas que más que a nadie los preocupan, les salió mal porque la Diputación Permanente del Congreso se percató de la aviesa intención de la maniobra y la rechazó.
Observadores neutrales de la actividad parlamentaria, que elogiaron la sagacidad de los representantes de los demás partidos al desenmascarar el ardid que una vez más intentaron los del PP, se admiraban de la tozudez de los Populares al insistir en la misma artimaña, pese a que la intentan sin éxito desde hace cinco años.
“No es culpa de ellos, sino de la educación fascista que recibieron. Si en los planes de estudio que siguieron”—comentó uno de esos observadores—“hubiera figurado como obligatoria la asignatura Educación para la Ciudadanía, habrían aprendido que la principal obligación de la oposición en una democracia es su consenso con el Gobierno”.
Un diputado del PP que oyó ese comentario intentó argumentar que la Democracia se fundamenta en el disenso y que son las Dictaduras las que no permiten las discrepancias, pero tuvo que retirarse abochornado por los abucheos.
El un rincón de la barra del bar del Congreso, en el que el abucheado del Partido Popular buscó refugio a la incomprensión de que se sentía víctima por el resto de los diputados, sólidamente apiñados contra los Representantes del único partido de la Oposición, se le oyó lamentarse:
--Somos oficialmente y queremos ser oposición, pero no nos dejan que lo seamos frente al Gobierno en el Congreso. Como en algún sitio tenemos que oponernos y no podemos más que dentro de nuestro propio partido, nos tachan de espías.
Absorto en su pesadumbre, del pecho del triste diputado se escapó un sonoro suspiro:
--Qué dura—se quejó—es la política cuando los que mandan son otros.

miércoles, 28 de enero de 2009

RECORDAR Y APRENDER

Si fuera verdad que la historia se repite, y aunque el parecido sea remoto, recordar acontecimientos del pasado puede arrojar alguna luz sobre algunos del presente que se le asemejan.
“The Economist” se preguntaba el 23 de noviembre de 1929: ¿“Puede el colapso de la bolsa provocar tan grave quebranto a la industria si, en general, la producción industrial parecía saludable y equilibrada? Coinciden los expertos en que cabe esperar algunos reveses, pero pasajeros, y sin que originen una depresión general”.
Se refería “The Economist” al hundimiento de la bolsa de Nueva York que un mes antes, los días 24, 28 y 29 de Octubre, inició la Gran Depresión que se contagió a las economías de todo el mundo.
Los primeros síntomas de la Depresión de 1929, como los de la actual, los acusó el sector inmobiliario norteamericano en 1925, y nadie hizo caso, cegados por la euforia y la prosperidad, a las advertencias contra el optmismo excesivo sustentado por la especulación.
Hasta el año 1954 el precio medio de las acciones negociadas en Wall Street no recuperó el valor previo al hundimiento de Octubre de 1929.
Ni para la Depresión que comenzó con el hundimiento de la Bolsa en 1929 ni para la que evidenció el afloramiento de las conocidas como “hipotecas basura” que ahora nos afecta hay explicaciones convincentes.
En los 25 años que puede que durara la Depresión iniciada en 1929, si sus efectos se dieran por concluidos en 1954, surgieron regímenes totalitarios en Italia, Alemania, Rusia y Japón que, gracias en parte al rearme impulsado por sus gobiernos, salieron de la depresión y lograron una prosperidad que desembocó en la segunda guerra mundial.
Inglaterra, los Estados Unidos y Francia, aunque conservaron sus sistemas políticos sin renunciar a la democracia electoral, también se sacudieron la depresión económica gracias, sobre todo, a las inversiones estatales en armamentos.
El rearme, aunque fuera una solución a corto plazo, desembocó en un conflicto mucho más indeseable que el que pareció resolver y es, afortunadamente, una receta de imposible aplicación en la situación actual.
Dos circunstancias que hace 80 años no se daban coinciden ahora contra la tentación del rearme para superar la crisis de la economía: la ausencia de ideologías totalitarias influyentes en los países industrializados y la capacidad ilimitada de destrucción que el progreso de la técnica permite a las armas modernas.
El miedo al peligro de una guerra en la que hasta los no combatientes serían víctimas, contra el miedo a la impaciencia por volver a la prosperidad perdida.

martes, 27 de enero de 2009

INMIGRACION Y CRISIS

Estaban convencidos los viejos hortelanos de mi tierra de que, gracias a los limos del Genil, sus naranjas tenían el singular dulzor al que aludía George Burrow en su libro “La Biblia en España”.
Como las de la mia, todas las tierras labrantías revitalizan su fertilidad por los aluviones que renuevan periódicamente la fecundidad de sus capas superiores, empobrecida por la sobreexplotación.
Como la feracidad de la tierra, el vigor de sus habitantes también se beneficia de los aluviones migratorios, pacíficos o violentos, de los pueblos que por ella han ido pasando y en la que se funden como sedimentos.
Fenicios, cartagineses, romanos, visigodos, rifeños, almohades, almorávides y benimerines, en sucesivas riadas a lo largo de 30 siglos de historia, renovaron la vitalidad de los españoles.
Desde que en el siglo XVIII una somera riada controlada repobló parte de Andalucía con colonos centroeuropeos, la población de España no se había beneficiado de nuevos limos que vivificaran la exuberancia perdida.
Sobreexplotada, exhausta y envejecida, la población española estaba amenazada de esterilidad.
En 1996, el índice de natalidad era alarmante: solamente 1,16 nacimientos por mujer, dramáticamente insuficiente para mantener la población, abocada a extinguirse si la tendencia hubiera continuado.
Afortunadamente, se aliaron dos circunstancias opuestas entre sí, pero coincidentes en sus efectos: el auge económico de España y la penuria en muchos países del resto del mundo.
Gracias a ello, y en poco menos de diez años, España se benefició de la invasión extranjera más generosa y de mayor calidad de su larga historia de tierra invadida.
Porque, al contrario que en las riadas poblacionales anteriores, en las que llegaron casi exclusivamente varones, desde 1996 invadieron España tantas mujeres como hombres y, además, de países y razas diferentes.
La población española aumentó en diez años el diez por ciento y, de ese aumento, el 92 por ciento gracias a la emigración. La tasa de natalidad saltó a 1,5 nacimientos por mujer y, para dentro de diez años, habrá 50 millones de españoles, todavía lejos de la densidad de población de nuestros vecinos más prósperos.
Gracias a la bonanza española de aquellos años pasados y a la depresión en los países de los que procedían, llegaron a España inmigrantes de calidad depurada por un proceso natural de selección, porque solamente se atreven a buscar mejores horizontes los más sanos y los más audaces de los países de los que huyen.
Por si fuera poco, la diversidad racial y cultural de los nuevos españoles enriqueció a la sociedad excesivamente endogámica que los acogió y auguró un nuevo impulso de la España cuyo futuro colaborarán a diseñar.
Los más brillantes momentos de esplendor de la Historia de España llegaron cuando, una vez integrados en la población a la que habían invadido sus padres, los españoles resultantes de la fusión se sintieron plenamente españoles.
La mayor catástrofe de la crisis económica que nos afecta no sería el empobrecimiento económico, sino que frustrara la incipiente renovación que, gracias a los emigrantes atraídos por nuestra prosperidad pasada, nos garantiza el futuro.

lunes, 26 de enero de 2009

VIVIR PELIGROSAMENTE

Ignoro si a los afortunados que viven peligrosamente les gustaría cambiarse por los condenados a una mansa vida subordinada, pero quienes estamos hastiados de la monotonía envidiamos a los protagonistas de la épica aventura de vivir.
Pasa inexorablemente el tiempo, nos quedamos en espectadores de gestas que otros interpretan y el tedio, sin darnos cuenta, diluye nuestros anhelos de gloria.
Ese veneno letal que para la fantasía es el realismo nos hace percatarnos de pronto de que ya es tarde para aventuras. Otras veces descubrimos que los ensueños que perseguíamos no eran más que falsas quimeras.
En el primero de los casos, dejamos de imaginarnos aguardando la pleamar frente a las costas del Guincho para penetrar por la rada de Estoril, superar la barra de Sao Juliao y, desde el submarino que capitaneamos, torpedear todos los navíos fondeados en Lisboa.
Esa sería una aventura salvaje y épica que solo podría acometer la intrepidez de un joven, y a la que un anciano prematuro como yo tiene que resignarse a renunciar.
Pero para espiar no hay límite de edad y ser espía puede ser tan satisfactorio, excitante y arriesgado como pirata sanguinario.
¿Quién no ha soñado con ser un James Bond y, emulando al agente de Su Majestad Británica y bajo el nombre castellano de Jaime Lazo, jugarse la vida sirviendo los intereses de Su Majestad Católica Don Juan Carlos Primero y de sus Españas?
Yo estaría dispuesto incluso a hacer el ridículo en la intimidad, sin que me desanimaran los gatillazos, con todas las espías enemigas a las que me viera obligado a seducir para realizar las misiones que se me encargaran.
De hecho, estuve a punto de ser espía porque fui muy buen amigo de Pachi Dezcallar y, cuando nombraron a su hermano Jorge Director del Cesid, consideré pedirle que me recomendara para espiar lo que hiciera falta.
Mi cortedad frenó solicitarle el favor, y ahora me alegro porque, gracias a la transcripción de los informes de los espías del Partido Popular que ha publicado el periódico El País, me he dado cuenta de que ser esa clase de espía no merece la pena.
Para dedicarme a tomar nota de la hora a la que coge el coche el espiado, a la que llega a su oficina, a la que sale para ir a comer y a la que vuelve, prefiero seguir como estoy.
Es mucho más excitante averiguar las concomitancias del compañero Obama con la socialdemocracia.

domingo, 25 de enero de 2009

FIN DE CRISIS

Este último domingo de Enero, por fin, un fulgurante rayo de sol ha ahuyentado los ominosos nubarrones que ensombrecían el futuro inacabable de la humanidad.
La inesperada pobreza que sumió a las naciones de la tierra en la indigencia se ha diluido hoy tan súbita e inexplicablemente como apareció.
Ya no hay que esperar al segundo trimestre de este año, como los más optimistas pronosticaban, para que la economía mundial se reanime ni hay que temer, como Manuel Molares reseña en sus "Crónicas Bárbaras" que avisa el catedrático Santiago Niño Becerra, que el paro afecte al 20 por ciento de los trabajadores españoles hasta el año 2014.
Hemos sido víctimas de una alucinación colectiva tanto los lideres mundiales apresuradamente convocados a Washington como los gobiernos de los países más poderosos de la tierra, los corredores de bolsa, banqueros, economistas y empresarios de la humanidad.
La crisis económica que tanto temían, los empleos perdidos, las empresas cerradas, las viviendas abandonadas por impago de hipotecas y los proyectos aplazados por falta de dinero han sido una gigantesca falsa alarma.
Seguimos, afortunadamente, viviendo en el mismo mundo próspero, confiado, alegre y desenfadado de cuando, hace un año, todo el monte era orégano.
No quiere decir que no haya problemas, pero nada que deba inquietarnos. Basta comprobar la primera página del principal diario de España que, se supone, debe reflejar lo que más interesa a sus lectores.
El titular de primera página, desplegado a lo largo de cuatro de las cinco columnas del periódico “El País” de hoy dice: “Avisé A Rajoy de que me estaban espiando en Madrid”, y cuenta una rara historia de cotilleos políticos de unos extraños espías que no se sabe muy bien qué espiaban.
En cuanto a la crisis económica, de la que si existiera seguramente hablaría un periódico preocupado por los intereses de sus lectores, se limita a aludir a algunos problemas en Inglaterra, donde creo que el periódico se difunde poco.
Cuando se estudiaban las técnicas del oficio para que el periodista informara eficazmente de lo que al lector le interesaba, y no de lo que al editor le interesaba que supiera, si la crisis económica fuera cierta y tan grave como se dice, a un diario tan serio como El Pais no se le hubiera ocurrido hablar de chorradas de espías.
Si lo ha hecho habrá sido porque la supuesta crisis económica es una falacia y porque el mayor problema de la Humanidad, hoy por hoy, es ese juego de espías.

sábado, 24 de enero de 2009

ESPIAS Y DIABLOS

Cuando el diablo no sabe qué hacer, con el rabo mata moscas.
Pero, ¿en que pudo distraerse Satanás en vísperas de esta ciclogénesis explosiva en la que los rigores invernales lo privaron de moscas a las que matar?
Lean El Pais, vean la sexta, aprendan del canal Cuatro, déjense arrullar por la SER y lo sabrán: El Diablo se dedica a espiarse a sí mismo.
Pues mira qué bien, así no tendrá tiempo de tentar a los pobres pecadores. Sin tentación no hay pecado, sin pecado no hay condena y sin condena, es segura la redención y la salvación eterna.
¿Quién debería estar más contento de las veleidades de Belcebú? Evidentemente, el enemigo del mal que personifica y, como el principal adversario del Satanás que se espía a si mismo es el Partido Socialista, los socialistas tendrían que aplaudir las frivolidades de Satanás.
El razonamiento parece irrefutable pero indicios hay de que, por lo menos en éste caso, no es toda la verdad lo que verdad parece.
Porque, ¿a qué viene, si no, el genuino rebote que la vistosa Señorita Pajín, doña Leire, se agarró en Valdepeñas, exigiéndole al pastueño señor Rajoy que encause, investigue, depure y castigue al culpable del diabólico espionaje?
Del justiciero fervor de la señorita Pajín se deduce una primera consecuencia: que da por amortizado al señor Rajoy como diablo y, al asumirlo como aliado, identifica como demonios peligrosos a Ruiz Gallardón y a Esperanza Aguirre.
La maledicencia, que es una de las prerrogativas satánicas, sugiere que todo este lío de los autoespionajes políticos no es más que un ardid de los adversarios ideológicos del Partido Popular para ocultar sus propias debilidades.
Esos mal pensados aducen que los socialistas se sacan de las faltriqueras memorias históricas, matrimonios entre maricones o espías de pacotilla para que no se hable de negociación con terroristas, fracaso económico o escándalos en Pinto.
No lo creo. La señorita Pajín y sus socialistas, seguramente, querrán que Gallardón y Aguirre dejen de espiarse para que, en beneficio de sus administrados de Madrid, dediquen su atención a montar otra red subterránea de autopistas en la capital, extiendan más el metro o pongan en marcha nuevos hospitales.
Que hagan caso al clamor polifónico del Grupo Prisa y a su jefa Leire porque, si los diablos Gallardón y Aguirre siguen matando moscas con el rabo, van a parecer gobernantes de Andalucía o Cataluña.

viernes, 9 de enero de 2009

ACCIDENTE CON SUERTE

El año que se abre hacia el futuro tiene que ser espléndido porque, después de un episodio aterrador, mostró su bondad Dios en el que, si no creyera , sería un insensato.
Y todo porque el domingo, día cuatro de enero, poco después de las cuatro (otra vez el numero) de la tarde, me dio Dios una prórroga cuando, después de más de 400 kilómetros conduciendo, y a falta de 20 para terminar el viaje, mi coche se salió de la carretera,
El susto fue tremendo, el accidente brutal. Me salvaron los air-bags y el cinturón de seguridad.
El coche fue directamente a la chatarra. Me ha servido con lealtad y eficacia los dos años que me ha durado y, si no hubiera sido por el error que cometí y que lo ha mandado al desguace, hubiera sido el último auto de mi vida y mi tercer FIAT, todos sufridas y nobles herramientas.
Yo escapé con magulladuras, sin ningún daño irreparable y, sobre todo, sin haber dañado a nadie. Eso ha sido lo mejor del incidente, y no ha sido poco. Lo peor, un nuevo mal rato a mis hijas y mis yernos, que agranda la deuda que les tengo y que espero que Dios me permita seguir incrementando.
He aprendido que los años que ya he cumplido aconsejan que no vuelva a conducir durante más de media hora ni más de medio ciento de kilómetros por lo que, Dios mediante, seré uno más de los usuarios del AVE entre Còrdoba y Madrid. En Babilonia me haré con un utilitario de segunda mano para ir al mercado y a los mandados de rigor.
Pero, para las velocidades que alcanzan en las carreteras, los coches requieren que los manejen personas en plenas facultades y con reflejos, si no de astronautas, por los menos de piloto de F-16 Falcon.
Las circunstancias han cambiado y no hay más remedio que adaptarse, Ignorar que carezco de los reflejos y las condiciones físicas que me permitieron conducir de Washington DC a Mexico DF sería una idiotez.
Superado en parte el susto y lamiéndome todavía las magulladuras del golpe, seguimos a sus órdenes. Hasta que Dios quiera.

sábado, 3 de enero de 2009

CONSEJO GRATIS A OBAMA

Si yo fuera Barak Obama, haría como los novios que lo piensan tarde pero bien, y el 20 de Enero los dejaría plantados a todos, por muy endomingados que se hubieran ataviado, en las escaleras del Capitolio.
Porque, si no lo hace, presta juramento y se convierte en presidente de los Estados Unidos, lamentará siempre su momentánea falta de audacia que le permitiría defender su derecho a fumar lo que le quede de vida.
Porque Obama, a pesar de lo que se pueda sospechar por la caterva que lo idolatra, es un hombre serio, formal, con flaquezas y virtudes, propenso siempre a la perfección, aunque consciente de que nunca la alcanzará.
Una prueba irrefutable de la naturaleza humana del futuro presidente es que fuma y, aunque claudica ante los políticamente correctos asegurándoles que va a dejar de hacerlo, sigue disfrutando de su debilidad.
El placer del tabaco se le hace intensamente insoportable ahora porque, al gusto de encender el cigarrillo, darle una honda calada, retener el humo amorosamente en sus pulmones y expelerlo para perfumar su entorno, se añade el deleite de atreverse a lo que está mal visto.
La dudosa satisfacción de convertirse en Presidente de los Estados Unidos la va a pagar cara Obama porque tendrá que renunciar al placer real que el tabaco le ha dado hasta ahora.
Y todo porque el conjunto de leyes que dará jurisdicción al gobierno federal sobre todo lo relativo al tabaco está aguardando a que el nuevo Congreso inicie sus trabajos para recibir su visto bueno, convertirse en ley, y servir de instrumento represor contra los fumadores, los herejes modernos.
Hasta ahora, y aunque la Administración de Alimentos y Medicinas (Food and Drugs Administration, FDA), metía mano en comidas perrunas, perfumes y hasta chicles de nicotina, los Estados y ayuntamientos no le habían dejado meter cuchara en lo del tabaco.
Pero, tras el visto bueno a la legislación para facilitar la salida de la crisis económica, le llegará el turno a la que permitirá a la FDA apretarle las tuercas a los fumadores, y que Obama ha prometido sancionar.
Al ya casi ex fumador Barak Obama se lo han puesto crudo: o se retira del tabaco o lo acusan con razón, ¡santo cielo! de incoherente.
Como fumador al que el humo del tabaco le aguza el ingenio, me permito respetuosamente aconsejarle que siga fumando a escondidas porque, ¿quién lo va a acusar de una fechoría que no deje rastro?
El consejo es gratis, aunque si insiste y para que vea que me junto con todo el mundo, le acepto unos chili con carne y una hamburguesa en Old Ebbit, en la esquina de la 15 y Constitution, que le queda a 150 metros de su despacho oval.

viernes, 2 de enero de 2009

POLITICO PROMETEDOR

Tanto se ha abusado de los eufemismos para ocultar lo social y políticamente incorrecto que hemos acabado por anular el significado original de algunas expresiones.
No digamos ya cuando adjetivamos algunos verbos.
Vale, no divaguemos y cuadremos al toro para que no nos lo devuelvan al corral:
El verbo prometer, en su primera acepción, significa “obligarse a realizar una determinada acción”, mientras que prometedor, que es una evolución adjetivada del mismo verbo, define a alguien “que tiene buenas perspectivas de lograr algo positivo”.
Así, un futbolista prometedor es el que, seguramente, acabará fichado por el Real Madrid y un político prometedor el que, capaz de cimbrearse como un mimbre en la dirección que sople su partido, comerá de la política de por vida.
Pero un amigo mío se llevó un chasco:
Conozco a ese amigo de vista porque lo veo cada vez que me afeito y ese amigo, que ya tenía hijos y había plantado arizónicas en la cerca de su chalet, completó su ciclo y escribió un libro.
En su promoción andaba empeñado cuando su editorial le hizo ver que en la novela se aludía a un asunto sobre el que las autoridades de su comunidad autónoma estaban empeñadas en una lucha de competencias jurisdiccionales.
--Si se lo pudiéramos hacer llegar al Presidente de la Comunidad y leyera el libro”, --le apuntó a mi amigo el editor—“ayudaría a su difusión”.
Como el amigo al que conozco de vista era paisano de un político pronosticado unánimemente de “prometedor” porque pese a su juventud era el tercero en la jerarquía de su partido, empleo una mañana en hacerle llegar dos ejemplares, uno para él y otro para su jefe.
Aunque lo hizo esperar una hora para la entrevista, salió de ella más contento que un tonto al que le hubieran regalado una candelita porque motu proprio, es decir sin que nadie lo hubiera empujado a ello, el político se portó como el Diablo con Cristo en el desierto.
De hecho, se portó mejor que el Diablo, o por lo menos con mayor generosidad porque a cambio de sus voluntarias promesas ni siquiera le pidió que lo adorara.
Prometió que el libro lo presentaría el Presidente de la Comunidad en la capital de la supradicha, que aparecería en el programa cultural de mayor impacto de la televisión regional, que iba a impulsarlo en todos los muchos medios a los que tenía acceso e,incluso, que lo leería.
Fue lo último que mi amigo supo del político prometedor que, evidentemente, nunca tuvo intención de cumplir las promesas que nadie le había pedido.
Con el paso del tiempo, mi amigo llegó a la conclusión de que su paisano, como todos los de su gremio, no era “prometedor” por las favorables perspectivas de su carrera, sino por exigencias de su oficio.
Porque “político prometedor”, descubrió, no es un eufemismo, sino una redundancia.

jueves, 1 de enero de 2009

PAJARITOS Y PAJARITEROS

La humanidad está desigualmente compuesta por una cándida mayoría de inocentes avecillas que trinan felices en el tenebroso bosque de la vida y una minoría de taimados pajariteros que tienden trampas para cazarlos.
El triunfo de los depredadores sobre sus presas es inevitable, porque a su propia astucia añaden la ingenuidad de sus víctimas.
Hay tormentosas discusiones de encumbrados filósofos y de apasionados tertulianos sobre la ética y la estética de esa convivencia paradójica, que se asienta en que los unos se coman a los otros.
Como lo políticamente más correcto, han consensuado que, si son los pájaros los que escogen a quienes les tiendan las trampas, los pajariteros actúan dentro de la más democrática legalidad.
Otros pensadores tan agudos como ellos, aunque más antiguos y, por tanto, menos fiables, discrepan de que agachar la cabeza, por muy democráticamente que se consensúe, sea la mejor manera de garantizar eficazmente la convivencia.
Me refiero a Santo Tomás de Aquino que, en su obra “El Gobierno de los Príncipes”, llama “acto de piedad” matar al gobernante que viola los derechos de los ciudadanos y a nuestro jesuita talaverano Juan de Mariana que en su “De rege et regis institutione” sostiene la licitud de dar muerte al gobernante “que usurpe o abuse de los derechos de los gobernados”.
No está el horno para bollos ni el verde para pitos y, en estos ilustrados albores del 2009 no vamos a tomar al pié de la letra las excentricidades de dos señores tan antiguos, sobre todo porque no se ajustarían a las prácticas del estado de derecho.
Pero ya va siendo hora de que los pajaritos dejen de hacer el panoli y busquen alguna martingala para, por lo menos, correr a gorrazos a los pajariteros que tan impunemente los hacen caer en sus trampas.
Porque, por mucho prestigio que reconozcan algunos a quien lo aconseja, no parece que aguantar impávidamente sea lo que más convenga a las víctimas de los que ponen las trampas.