miércoles, 30 de diciembre de 2009

LLUEVE PORQUE DIOS QUIERE

Esta Andalucía que juega eternamente a las siete y media porque se pasa o no llega, padece una más de las arbitrariedades del Todopoderoso: hasta hace quince días corría peligro de convertirse en un páramo yermo y es ahora una ciénaga pantanosa.
Y no vale echarle la culpa al gobierno de la Junta porque los socialistas de Griñán, que mandan tanto como cuando desgobernaba Chaves, saben aprovechar la sartén de la que no sueltan el mango, pero en el tiempo atmosférico todavía no tienen jurisdicción.
Si hubiera que pedirle cuentas a alguien del abuso de lluvias que ha sucedido a la sequía pertinaz de los últimos meses, habría que reclamarle a quien tenga vara más larga que los políticos o que el propio rey.
Digámoslo sin rodeos: llueve desaforadamente desde hace dos semanas porque Dios quiere y, si Dios lo quiere, por algo será. Nada escapa a la voluntad divina que es inescrutable, pero no caprichosa.
Como la sequía que la precedió, los 400 litros por metro cuadrado derramados sobre el Valle del Guadalquivir en las últimas dos semanas obedecen a un castigo de Dios.
Prueba de ello es que llueve indiscriminadamente, en lugar de hacerlo sobre los embalses y pantanos, que es donde debería llover. Diluvia a todas horas, y no solo por la noche para que el murmullo anestésico de la lluvia y el golpeteo monótono de los canalones arrulle el sueño de los andaluces.
Puede que en el pecado de abusar del paisaje lleven los andaluces la penitencia de éste cambio climático, del que tanto han oído hablar sin que su aguzada inteligencia les haya permitido entender.
Yo he sido testigo de la fechoría de un desaprensivo que arrojó en un contenedor de residuos orgánicos un envase vacío de vidrio y me consta que algunos sobrepasan en dos o tres kilómetros por hora la velocidad máxima permitida para circular por carreteras comarcales.
Afortunadamente, los habitantes de ésta tierra están entrenados para sufrir desgracias. Padecieron sin rechistar la ocupación sucesiva de romanos, bárbaros, musulmanes, castellanos, turistas e ingleses que, como son tan raros, no pasaron de la raya que trazaron en Gibraltar.
Que la salud no falte, porque a estos de la sequía y la lluvia seguirán otros contratiempos en el 2010 que ya llama a la puerta.Habrá que resistirlos.

lunes, 21 de diciembre de 2009

CANDIDO O LAS MARRULLERIAS DEL SINO

Hace medio siglo que se empeñan en trivializarla, pero la conjunción de deseos de hombre y mujer en la discreta penumbra de una alcoba sigue fascinando como un milagro mágico.
Han manipulado el cine, la televisión y la prensa para reducir al placer corporal inmediato el rito gozoso del mecanismo de la reproducción.
Querían, y no lo han conseguido, que la refinada liturgia del amor se limitara al acople mecánico de la protuberancia en la hendidura, sin sentimientos ni palabras.
Sin embargo, sigue hechizando el siempre repetido y nunca igual misterio del amor.
Esa ha sido mi conclusión más sorprendente de los dos primeros meses de andadura de mi novela “Cándido o las marrullerías del sino” (Visión Libros).
Los amigos que hasta ahora la han leído me dicen lo que de su amistad esperaba: que los entretuvo y que su lectura les hizo reír.
Pero el comentario más detallado lo merece un episodio que, en tres de las 189 páginas del libro, narra la experiencia erótica de la protagonista en una bacanal.
O el autor solo sabe transmitir las sensaciones que inducen a la lascivia, o los lectores son misteriosamente propensos a que se les alegre la pajarilla. Me temo que sea lo segundo porque mi impericia en lo primero la tengo más que acreditada.
La novela narra la historia de un hombre sin historia, al que el azar lo zarandea y juega con su destino como el gato travieso se entretiene con el ratón al que puede que termine comiéndose, o le permita seguir vivo.
“Cándido” es un juguete que no pretende más que, quien lo lea, disfrute tanto como el autor al escribirlo.
En su favor tengo que decir que todos los que lo han leído dicen que les hubiera gustado que hubiera seguido rizando el rizo, como hacen esas novelas capaces de relatar en 3.500 páginas lo que en 35 se puede contar.
Como escribo para mí, y no para editores que pretendan ganar dinero, no me engaño a mí mismo ni engaño al lector, y acabo la historia antes de que la historia acabe con su paciencia. Al que le sepa a poco, que use su imaginación y la termine como quiera.
“Cándido” está a disposición de quien quiera compartir los ardores de Lolita, la insatisfacción de Eréndira, las tribulaciones del maricón lesbiano, las angustias del camello triste o la fantasía del guerrillero equívoco.
Es mi tercer libro, tras “Sentencias salomónicas para doce problemas humanos y para uno divino” y “El Viejo Rio Grande”.
Si Dios puede pasar sin mi asesoramiento en el Cielo y me prorroga el contrato vital, que diría un redicho, lo seguirán otros que ya se están cociendo.

viernes, 18 de diciembre de 2009

CASO HAIDAR: ZAPATERO NO QUIERE APRENDER

El que se empecina en negar que se ha equivocado recaerá en sus errores, como le ocurre a este José Luis Rodríguez Zapatero con el que Dios ha castigado a España.
A Zapatero le cuadra más la definición del imposible metafísico de “enseñar al que no quiere aprender” del inglés Richard Whateley que la cristiana obra de misericordia de “enseñar al que no sabe”.
Y así nos va, porque la contumacia del Presidente del Gobierno España somos todos los españoles los que la pagamos.
Una vez fuera del embrollo en que lo metió Aminatu Haidar, Zapatero debería aprender, para situaciones que en un futuro previsible se repetirán:
--Que en relaciones internacionales, hay que pagar todos los favores que se pidan.
--Que la letanía que repetía Valle Inclan en Cara de Plata, “con maricones y putas no te metas en disputas” debe aplicarla cuando trate con moros de cualquier pelaje.
Porque la mano que le han echado a Zapatero Sarkozy, la Clinton y todos los que le han ayudado a salir del atolladero en que lo metió la mora Haidar tendrá que pagarlos España.
Si antes de ser Presidente del Gobierno Zapatero hubiera viajado sabría que, cuando un moro cede, no lo hace de balde aunque lo parezca.
Hay que sospechar más del moro cuando accede que cuando rechaza, porque nunca aceptará un trato que lo perjudique.
El retorno de la Haidar a un territorio sobre el que Marruecos ejerce soberanía sin tener derecho a ella coincidió, que se sepa, con un trato favorable en la Unión Europea a las frutas y hortalizas marroquíes, perjudicial para los agricultores españoles.
Y ojalá se quede el costo en eso, porque a Sarkozy le debe otra que cobrará Francia, a los Estados Unidos habrá que secundarlo en todas las guerras imposibles para las que pida ayuda y el moro marroquí es capaz de pedir y obtener que desmantele la catedral de Córdoba y restaure la mezquita.
Es tan implacable la penitencia que Dios le ha impuesto a España con Zapatero que empiezo a sospechar que a Cristo no lo crucificaron en el Gólgota, sino en el Cerro de Los Ángeles.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

SONREIR A MARRUECOS

Los europeos están cabreando a Marruecos sin darse cuenta de con quién se juegan los cuartos.
Por fortuna, el ministro marroquí de Comunicación, Jalid Naciri, tiene más paciencia que el Santo Job, que para los moros es el profeta Ayub, y le ha dado una última oportunidad a los entrometidos europeos.
Naciri advirtió al Parlamento Europeo que “le interesa ayudar a Marruecos a construir su democracia y no a crearle dificultades”.
En conversación con periodistas españoles, el ministro Naciri avisó—y el que avisa no es traidor—“que supondría un problema muy serio la presentación en el Parlamento Europeo de una resolución desequilibrada” para Marruecos.
Lo que no quiere el moro Naciri es que el Parlamento debata una resolución que apoye el regreso de Aminatu Haidar a su casa del Sahara Occidental de donde fue expulsada por declararse saharaui y no marroquí.
El Sahara Occidental es un territorio sobre el que Marruecos reclama una soberanía que la ONU no reconoce, al no haberse completado el proceso de descolonización emprendido por España, la potencia administradora.
Un acto de violencia marroquí, la marcha verde impulsada por Marruecos aprovechando un vacio real de poder en España por la agonía del dictador Franco, forzó al abandono del territorio, tras la firma de los Acuerdos de Madrid.
Marruecos y Mauritania ocuparon el Sahara que ocupaba España, que sin embargo carecía de capacidad para ceder administración o soberanía a las dos potencias ocupantes.
La anexión del Sahara Occidental a Marruecos como sus “provincias del Sur” que reivindica el Rey Marroquí no la reconoce ningún Estado “ya que ello implicaría el reconocimiento de la soberanía de Marruecos sobre el Sahara Occidental”, según el Informe del Secretario General de la ONU del 19 de Abril de 2006.
Como su ocupación en 1975, Marruecos recurre a los hechos para negar o autorizar a la saharaui Aminatu Haidar su derecho a entrar o salir de su tierra.
A los hechos y, por boca de Jalid Naciri, a argumentos de peso: a la Union Europea le conviene mas en el Magreb “un interlocutor como Marruecos” que “unos aventureros” como Argelia y el Polisario.
Ahí puede que lleve razón el ministro moro aunque la elección del mal menor no es, necesariamente, la única alternativa posible.
Lo que Europa y el mundo no moro deberían decidir es si necesitamos más a los moros de lo que los moros nos necesitan a nosotros.
Si el primero fuera el caso, habrá que aguantarlos y capear el temporal pero si podemos pasar sin ellos, cada uno en su casa y Dios en la de todos. Que los moros se queden en la morería y, si alguno asoma el turbante por aquí, que se tope con el Guerrero del Antifaz, que sabía cómo tratarlos

miércoles, 9 de diciembre de 2009

ROMANCE DE LA NUEVA ESPAÑA

Unos lo llaman cajeta,
otros concha lo llamaban,
conejo también le dicen
por su apariencia afelpada.
Almeja, potorro o chirri
son nombres que igual le cuadran.
Se llame como se llame
no debe ser cosa mala
porque quien puede lo toca,
y lo acaricia o lo atrapa
sin que su dueña proteste
ni le ponga mala cara.
Hay quien dice que lo lleva
en su entrepierna Bernarda
y que llanitos, gabachos,
marroquíes y piratas
se turnan en su magreo
con dictadores sudacas.
Eso que Bernarda tiene
y que impunemente palpan
los que saben que es juguete
que a nadie le importa nada
lo admiraban con respeto,
lo temían o lo odiaban
cuando solo tenía un nombre
lo que entonces era España.

domingo, 6 de diciembre de 2009

CHANTAJE CRONICO DE MARRUECOS

Lo ha sentenciado Zapatero, y punto en boca: en el desenlace del caso de la saharaui Aminatu Haidar “debe prevalecer el interés general”, el mantenimiento de las buenas relaciones entre España y Marruecos.
Y la experiencia enseña que la concordia entre los dos países depende de la diligencia con que el gobierno español acate lo que el Rey de Marruecos mande.
El chantaje al que la Monarquía alauí sometió a la España catatónica en la fase terminal de la esquizofrenia franquista coincidió con el inicio de la Monarquía Constitucional española.
Aquella España indefensa tuvo que ceder al gran chantaje de la Marcha Verde y abandonar el Sahara Occidental. La Monarquía Constitucional que nació al rebufo de aquella extorsión se ha habituado a ceder y el éxito ha enviciado a Marruecos en la extorsión impune a España.
Pero las circunstancias de aquél otoño de 1975 nada tienen que ver con la realidad actual de España, de Marruecos ni del mundo.
Faltaban 14 años para que cayera el Muro de Berlin y la Unión Soviética todavía aspiraba a una salida al Atlántico desde un Sahara Occidental bajo influencia de Argelia.
Las Democracias Occidentales toleraban con escrúpulos a la Dictadura de Franco, y acentuaban su repulsa por los fusilamientos de dos meses antes.
En España, el Dictador agonizaba desde que en Octubre contrajo gripe y las soterradas luchas internas por su herencia pasaron a ser navajeos cainitas.
La disputa interna por el poder se trasladaba a la lucha exterior en el conflicto hispanomarroquí: Jaime Piniés, embajador en las Naciones Unidas, abogaba por la facción proargelina, partidaria de completar el proceso de descolonización que culminaría en la independencia del Sahara Occidental.
Pedro Cortina, ministro español de asuntos exteriores, era considerado interlocutor no válido por Rabat, que lo acusaba de antimarroquí, y prefería entenderse con el ministro José Solís.
Era embajador en Rabat Adolfo Martín Gamero. Durante años había coincidido en Nueva York, donde era Cónsul General, con Piniés, al que voluntaria o involuntariamente disputaba la preeminencia como el funcionario español de mayor rango.
Llegué a Rabat el seis de Noviembre de 1975, el día en que comenzó la marcha verde, el oportunista desafío marroquí a una España paralizada para apoderarse del hasta entonces Sahara Español.
El embajador Adolfo Martín Gamero, el ministro consejero Amaro González Mesa y el secretario Pedro Gamero se veían obligados a recurrir a toda su profesionalidad para simular su desconcierto: Marruecos se echó atrás de un pacto inicial para que la marcha verde simbólica se suspendiera en cuanto la vanguardia de los 300.000 movilizados atravesara la frontera, para iniciar conversaciones en Madrid.
El Rey se había ido a Agadir y el embajador solo pudo hablar con Mohamed Benhima, el único ministro que se había quedado en Rabat. Cuando Martín Gamero le hizo ver el peligro de que hubiera bajas marroquíes si la Marcha Verde se internaba en el Sahara, replicó: “Sa Majesté á dejá 30.000 marocains rayés” (“Su Majestad ya da por perdidos 30.000 marrquíes”).
(Cuando, finalizada la Marcha Verde, asistí en Rabat a una conferencia de prensa convocada por el Rey, oí contestar a Hassa II a la pregunta de si había tenido en cuenta la posibilidad de que hubieran muerto muchos marroquíes en la Marcha Verde: “Estimamos que la recuperación de las provincias del sur bien valía “la moisson de un année de naissances en Maroc”(la cosecha de un año de nacimientos).
En Marruecos, la vida de Aminatu Haidar sigue siendo—como cuando la Marcha Verde—una simple moneda para pagar objetivos políticos, pero la España de 2009 ya no está aislada, sino que forma parte de la Europa Comunitaria en la que necesita vender sus tomates Marruecos.
Los Estados Unidos ya no necesitan a Marruecos para frenar el expansionismo argelino-soviético y a la monarquía alauita, que tan provechosamente ha utilizado el chantaje en sus tratos con España, puede que le siente bien su medicina.
Al gobierno español le bastaría con mostrarse neutral—y no parcial hacia Marruecos como hasta ahora—en el conflicto saharaui-marroquí.