viernes, 9 de enero de 2009

ACCIDENTE CON SUERTE

El año que se abre hacia el futuro tiene que ser espléndido porque, después de un episodio aterrador, mostró su bondad Dios en el que, si no creyera , sería un insensato.
Y todo porque el domingo, día cuatro de enero, poco después de las cuatro (otra vez el numero) de la tarde, me dio Dios una prórroga cuando, después de más de 400 kilómetros conduciendo, y a falta de 20 para terminar el viaje, mi coche se salió de la carretera,
El susto fue tremendo, el accidente brutal. Me salvaron los air-bags y el cinturón de seguridad.
El coche fue directamente a la chatarra. Me ha servido con lealtad y eficacia los dos años que me ha durado y, si no hubiera sido por el error que cometí y que lo ha mandado al desguace, hubiera sido el último auto de mi vida y mi tercer FIAT, todos sufridas y nobles herramientas.
Yo escapé con magulladuras, sin ningún daño irreparable y, sobre todo, sin haber dañado a nadie. Eso ha sido lo mejor del incidente, y no ha sido poco. Lo peor, un nuevo mal rato a mis hijas y mis yernos, que agranda la deuda que les tengo y que espero que Dios me permita seguir incrementando.
He aprendido que los años que ya he cumplido aconsejan que no vuelva a conducir durante más de media hora ni más de medio ciento de kilómetros por lo que, Dios mediante, seré uno más de los usuarios del AVE entre Còrdoba y Madrid. En Babilonia me haré con un utilitario de segunda mano para ir al mercado y a los mandados de rigor.
Pero, para las velocidades que alcanzan en las carreteras, los coches requieren que los manejen personas en plenas facultades y con reflejos, si no de astronautas, por los menos de piloto de F-16 Falcon.
Las circunstancias han cambiado y no hay más remedio que adaptarse, Ignorar que carezco de los reflejos y las condiciones físicas que me permitieron conducir de Washington DC a Mexico DF sería una idiotez.
Superado en parte el susto y lamiéndome todavía las magulladuras del golpe, seguimos a sus órdenes. Hasta que Dios quiera.