jueves, 26 de febrero de 2009

GARZON Y LOS INGRATOS DEL PP

Tenía razón el viejo Sócrates al admirarse de que el mayor de todos los misterios fuera el hombre, pero lo hubiera espantado el misterio del hombre que se dedica a la política y habría caído en el mayor de los desconciertos si, además, fuera del Partido Popular.
Ni el más sabio de los atenienses que era Sócrates ni el más sabio de los españoles contemporáneos, que soy yo, comprendemos el rebote que se han agarrado los del Partido Popular contra Baltasar Garzón.
El esforzado juez, al fin y al cabo, no intenta más que librar al partido de los posibles desaprensivos que le impiden ganar las elecciones y recuperar el poder para volver a salvar a España.
No tengo yo muy claro que la honestidad sea la principal virtud que un gobernado debe exigir para dar su confianza al que quiera gobernarlo, pero tengo que reconocer que la honradez no estorba.
Un político, para alcanzar el poder en este sistema parlamentario al que nos hemos autosometido desde 1978 los que vivimos entre Andorra y Gibraltar, debe conseguir en las elecciones más votos que sus oponentes.
Los votantes, para preferirlo a los demás aspirantes, deberían confiar en que resolverá mejor que los demás los problemas de la sociedad.
La capacidad de resolver los problemas de la sociedad debería ser,pues, determinante para confiarle el poder a un político.
Si fuera capaz de resolver esos problemas, anticipar la solución de los que puedan surgir y, además hacerlo sin sisar, los gobernados podrían tirar el gorro por alto.
Pero, como el horno no está para bollos ni el verde para pitos, no seamos ambiciosos. Los políticos capaces de resolver problemas escasean, los honestos parecen un especie en extinción y los que al mismo tiempo sean capaces y honrados se dedican a tareas más nobles que la de engatusar a los ingenuos.
Por eso asombra el cabreo de los del PP contra el empeño del benemérito Garzón que quiere separar el honrado trigo de la dañina paja en el cedazo de la justicia.
Y es que Garzón, al que su destino existencial de combatir las miserias humanas lo acerca cada día más a la sabiduría, sabe que los votantes, con la bendita inocencia de la candidez, valoran más la honestidad que la capacidad al preferir las virtudes de sus gobernantes.
Por eso quiere que el Partido Popular, limpio de polvo y paja, esté en condiciones de ganarle al PSOE las elecciones de dentro de tres años y nada mejor que ayudarle a que sea lo más parecido a los socialistas: incapaces, pero honrados.
Agradecidos a Garzón deberían estar Mariano Rajoy y su Partido Popular. Además de incapaces de separar por sí mismos a los malos de los buenos, se enfadan con quien los ayuda. Son unos desagradecidos.