miércoles, 11 de marzo de 2009

TRAVESURA DE GARZON

No hay mejor adiestramiento para burlar impunemente la ley que el que se adquiere desenmascarando y persiguiendo delincuentes.
Si en la burla se aplica la misma perseverancia y sabiduría que Baltasar Garzón derrochó para enjaular truhanes, el diestro tunante seguramente se irá de rositas aunque no deje ley sin violar,como vaticina Alvaro Llorca.
Además de su experiencia en martingalas judiciales, la inteligencia nada común de Garzón le permite acometer la hábil maniobra de tirar la piedra y esconder la mano.
Lo demuestra que, por lo mismo que a Mariano Fernández Bermejo le costó su chamba de ministro, a Garzón no le ha costado la suya de justiciero.
Y no es que Bermejo (palabra con la que los redichos se refieren al rojo) fuera un zote.
A pesar de que en democracia cualquiera puede ser ministro, sobre todo en el gobierno del presidente con apellido de remendón, Mariano Fernández seguramente sería más listo que sus correligionarios a los que no les tocó en suerte una cartera ministerial.
Parece que al juez tan intransigente con las debilidades de otros como tolerante con las propias, quieren sacarle los colores porque se embolsó sin que tuviera derecho a hacerlo cuarenta o cincuenta millones de pesetas.
No contaban con la astucia de Garzón porque los colores se los sacarán pero no la pasta ya que la sanción por la supuesta irregularidad ha prescrito antes de que se descubriera.
Acusaciones son esas basadas en la envidia y no en el amor a la justicia. ¿Quien, si hubiera tenido la ocasión y el convencimiento de que no lo iban a descubrir, no habría hecho lo mismo que Garzón?
Sería una hipocresía afearle su conducta pero, si es verdad que ha hecho lo que se dice, merece un castigo por su presunta falta, pero no por haberse quedado con el dinero sino por no ser lo bastante cuidadoso para evitar que lo descubrieran.
Tampoco sería justo, aunque fuera legal, que el omnisciente Garzón fuera sancionado con igual severidad que si se tratara de un chorizo común, ignorante de los vericuetos de la ley.
Aplicar la ley con el mismo rigor al que no tiene más relación con ella que la de acatarla y al que pagan por hacerla acatar sería una injusticia manifiesta.
Por su demostrada incapacidad profesional para que quedara por siempre oculta su supuesta debilidad, Garzón se merece que lo aparten de sus funciones de juez y, si no hay manera de que devuelva la pasta, que le aproveche.
Pero que demuestre que es tan listo como se dice y lo obliguen a montar una empresa de exportación de helados a Verkoyansk. Así se beneficiaría, en estos tiempos de crisis, la economía española.