jueves, 3 de septiembre de 2009

PRICIPE DE ASTURIAS A UN DEPORTE ESPAÑOL

El Premio Príncipe de Asturias del Deporte se le ha concedido a una modalidad racialmente española, después de recompensar año tras año a deportistas que lo ganaron por su habilidad en tenis, baloncesto, golf y otros inventos anglosajones.
Ya era hora porque, por muy rusa que sea Yelena Isinbayeba—que afortunadamente en nada se parece a los rusos torvos y malencarados que retrataba la propaganda franquista—su galardón lo ha obtenido por sublimar una práctica tradicional española.
El salto con pértiga, la modalidad deportiva que le ha valido el Príncipe de Asturias a la apetitosa rusa, se dice que lo practicó por primera vez en circunstancias extremas un conquistador español al que los aztecas, por su melena bermeja, apodaron Tonathiu, el dios Sol.
Hay dudas sobre esa proeza, que Francisco López de Gómara, en su historia de la conquista de México,atribuye a Alvarado. Pero López de Gómara ni siquiera estuvo en las Indias.
Por rumores de terceros o por afán laudatorio, dice que el Tonathiu conquistador, cuando en la noche triste huía hacia Tacuba de los aztecas que acosaban a los españoles, salvó un canal haciendo palanca con su lanza y conservó la vida.
Bernal Díaz del Castillo, que sí participó en la conquista de México y que escapó de la ira vengativa de los aztecas, desmiente esa hazaña de Alvarado en su “Verdadera Historia de la conquista de la Nueva España” y Hernán Cortes no la menciona en sus “Cartas de Relación”.
Como son dos testimonios de testigos presenciales contra el de uno que no estaba allí, es justo descartar a Pedro de Alvarado como inventos del salto con pértiga.
Pero sobran pruebas documentales de que el salto de la garrocha, como debería conocerse en español lo que con tanto garbo hace la Isinbayeba, es patrimonio de la imaginación, el arrojo y la destreza de un pueblo elegido por Dios: el pueblo español.
Hasta finales del siglo diecinueve era suerte ejecutada con asiduidad y aplaudida con entusiasmo nada menos que en los espectáculos taurinos, el rito definitorio de lo español.
Fue el matador de toros José Luis Chicorro un ilustre antecesor de la deportista rusa que, haciendo palanca con su pértiga apoyada en el ruedo, salvaba con galanura no el listón, sino las amenazantes astas de los toros a los que se enfrentaba.
Manuel Lagares y Hermengildo Ruiz “Chaval”, colegas de Chicorro, sufrieron cornadas graves al ejecutar el salto de la garrocha y Don Francisco de Goya y Lucientes inmortalizó en uno de sus aguafuertes a Juan Apañani, en el momento en que burlaba la embestida del toro apoyándose en su pértiga.