martes, 29 de septiembre de 2009

INMIGRACION Y DELINCUENCIA

La policía ha detenido en Madrid a una ciudadana letona acusada de matar a una rusa y de apuñalar a un peruano.
Se dice que fue un sórdido asunto de celos el que desencadenó la tragedia, en un parque donde habitualmente duermen indigentes.
La policía tramitó el año pasado 1.337 expedientes por muertes violentas en España, un 16,46 por ciento más que el año anterior.
El pudor hipócrita del periodista que informa y del medio que publica las noticias, hace que se omita la nacionalidad de los implicados en delitos de sangre cometidos en España, para que no se les tache de xenófobos.
Puede que descartar ese dato contribuya a la creciente sensación de que el número de delitos cometidos en España por extranjeros es proporcionalmente mayor que el de no españoles respecto a la población total.
Si esa sensación tuviera fundamento, confirmarla con datos no agravaría el problema. Si la proporción de delitos cometidos por no españoles fuera equiparable a los que implican a nativos, solo los datos pueden disolver la sospecha.
Convendría, aunque solamente fuera por una vez, aplicar la sentencia de que “la verdad os hará libres”, que en el versículo 32 del capítulo octavo de su Evangelio recomendaba San Juan.
Aunque se demostrara que la delincuencia ha aumentado escandalosamente en España desde que la endogámica población española se ha enriquecido con la llegada de los nuevos españoles, sería un precio irrisorio por el beneficio que han aportado.
El impulso a la economía de los inmigrantes es lo de menos. Lo más importante ha sido el providencial incremento de la tasa de natalidad, que ha espantado el peligro de desertización en España y su aportación para refrescar la ya mustia sangre española.
La de los últimos diez años ha sido la avalancha extranjera más notable en toda la Historia de España y, además, los que han optado por convertirse en nuevos españoles al afincarse aquí, no han sido exclusivamente varones, como en invasiones anteriores.