domingo, 8 de noviembre de 2009

CONTAMINAR PARA QUE LLUEVA

¿Por qué llueve en Galicia, Asturias, Cantabria, Castilla, Navarra o Aragón y no en Andalucía, si comparten el mismo destino en lo universal?
Que no se alboroten los españoles extraandaluces, porque la pregunta no tiene intención reivindicativa, ni los andaluces pretenden quedarse con las lluvias que a otros les sobran y a ellos les faltan.
Es un vulgar inicio retórico para descubrir qué deben hacer los andaluces, y no hacen, para que llueva a gusto de todos, cuando llueva.
He consultado a mi amigo Noah Rainfall, del Weather Atmospheric Observatory (WAO) de Topeka (Kansas), para que me aclare por qué se esperan lluvias en todas las provincias peninsulares españolas excepto en las andaluzas. Ya tengo su respuesta:
--Gracias a que George Bush demostró que era algo menos inútil y lo echó de la política, Al Gore triunfó como embaucador al convencernos de que se puede culpar tanto al hombre del cambio climático como se le podría elogiar si lo impidiera.
“En todas las regiones españoles donde llueve con regularidad” –dijo Noah—“ hay industrias contaminantes que propician el cambio climático, mientras que en Andalucía la gente vive de subsidios, agricultura y turismo, que apenas contaminan”.
Le objeté que, desde que las prácticas de la revolución verde puesta en marcha por Norman Borlaug—al que conocí en una granja experimental de Tabasco (México)—se aplican en el valle del Guadalquivir, todas las corrientes fluviales se contaminaron de insecticidas, herbicidas y abonos químicos.
--“Y por eso”—me aleccionó—“durante unos años aumentó la pluviosidad media en esa zona, hasta que a los ayuntamientos les dio por instalar depuradoras que devuelven impolutas a los ríos las aguas hasta entonces convenientemente sucias”.
Noah Rainfall se rió compasivamente cuando le recordé los esfuerzos andaluces por contaminar el medio ambiente.
--“Empezásteis bien”—concedió—“pero os perdió vuestra admirable indolencia o la envidiable capacidad de improvisación de los andaluces, porque el intento más concienzudo de transformar la naturaleza lo hicisteis en Huelva, en la frontera de Andalucía, y no en Córdoba, que está en el centro y desde donde sus efectos hubieran irradiado a toda la región”.
“El esfuerzo contaminador más audaz—me recriminó—“ fue el vertido de Boliden, pero lo limpiasteis antes de que sus resultados fueran significativos”.
Mi sagaz amigo Noah Rainfall, perpetuo candidato al premio nóbel de contaminación por sus esfuerzos en pro de la evolución natural del cambio climático, me animó:
“Tenéis que volver a considerar un síntoma de progreso el efecto de la acción del hombre en la transformación de la naturaleza, y no la conservación del paisaje tal como fue creado”.