viernes, 17 de diciembre de 2010

EL TEA PARTY QUE VIENE

La píldora anticonceptiva, el technicolor y la cerveza en lata fueron algunas de las innovaciones que, desde los Estados Unidos, se difundieron imparablemente al resto del mundo.
El “tea party”, ese difuso causante del severo correctivo de Noviembre al etéreo Barack Obama, amenaza contagiar al resto del planeta su filosofía contra el exceso de intervención estatal en la vida de los ciudadanos.
El que ahora se conoce como “Tea Party” es un sentimiento recurrente en los norteamericanos contra la insaciable tendencia del estado a asumir la solución de los problemas a los que se enfrentan los individuos.
Son “movimientos” que, en los últimos 60 años, surgieron espontáneamente en la sociedad en tres ocasiones y que, en las dos primeras, fracasaron al encomendar su materialización política a dirigentes inadecuados.
El primer “movimiento” regeneracionista de la sociedad civil frente al gigantismo estatal fue una reacción contra la considerada excesiva intervención estatal del New Deal que el demócrata Franklin D. Roosevelt impulsó para superar la depresión de 1929.
El segundo surgió contra la asunción de competencias federales hasta entonces desempeñadas por los gobiernos de los estados, y los gastos de la carrera espacial y la guerra de Vietnam, impulsados por los demócratas John Kennedy y Lyndon Johnson.
El tea party, el tercero de esos movimientos que aún se está gestando, aspira a impedir que el gobierno federal se inmiscuya en lo que específicamente no le señale la Constitución.
( Aunque la Constitución no le dé atribuciones, el Gobierno Federal de los Estados Unidos destina fondos, que según el Tea Party debería retirar, a subsidios de jubilación, sanidad, educación y desempleo).
Es el Partido Republicano el que, en todos los casos, ha apadrinado esos sentimientos contra el excesivo intervencionismo estatal, aunque encuentra amplio eco entre votantes tradicionales del Partido Demócrata.
El senador por Ohio Robert Taft--para quien el mayor peligro al que se enfrentaba el pueblo norteamericano en la época de los totalitarismos nazi de Adolf Hitler y comunista de Josef Stalin era la intromisión del Gobierno Federal de Estados Unidos en la vida de los ciudadanos—fué el dirigente del movimiento regeneracionista desde 1940 hasta su muerte en 1952.
Aunque sin suficiente convicción ni ambición política, Barry Goldwater personificó en su fracasado objetivo de conseguir la Presidencia en 1964, como candidato del Partido Republicano, el segundo intentó de podar el poder estatal.
Las campañas electorales, plataforma primordial para la difusión de ideas políticas, son ocasión propicia para hacer llegar a los electores de forma comprensible lo que el candidato propone.
En el mitin que dio del 30 de mayo de 1964 en Riverside (California), Barry Goldwater advirtió:
“Cuando algún burócrata estatal os diga y os convenza de que el Estado cuida mejor que vosotros la salud y la educación de vuestros hijos, de que no os preocupéis del bienestar de vuestros padres porque el Estado los cuida en su vejez, ni ahorréis para disfrutar una vejez cómoda porque el estado os garantiza la paga de jubilación, habréis renunciado a vuestra libertad”.
Es el del Tea Party, como las ediciones que lo antecedieron, un movimiento que, en la división ideológica clásica puede calificarse de derechas porque recupera para el individuo las decisiones que, con la argucia dialéctica de que lo hace en su beneficio, el Estado le ha ido incesantemente arrebatando hasta reducir al individuo, de dueño del Estado como herramienta a su servicio,a herramienta al servicio del Estado.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

PSOE: PRAGMATISMO Y MILITARIZACION DE CONTROLADORES

En los mítines que organiza el PSOE y en las manifestaciones que patrocina abundan feministas e internacionalistas contrarios al machismo y la xenofobia, aunque lo que los une a todos es el pacifismo.
Sin guerras, esas banderas del mimetismo progresí que el PSOE pastorea no las agitarían las masas que arrastra el partido socialista.
En las guerras antiguas—en las que el mayor número de bajas las sufrían los combatientes varones—los supervivientes machos acentuaban su dominio sobre las hembras como consecuencia de la resultante escasez de su oferta frente a la acuciante demanda del mercado femenino.
Todo cambió a partir de la primera gran guerra, en la que se combatió simultáneamente en cuatro de las cinco partes del mundo y soldados de la quinta—América—participaron abrumadoramente en ella.
La artillería pesada, la aviación y el submarino llevaron la guerra a las retaguardias, hasta entonces a salvo de la destrucción y la muerte.
La llamada primera guerra mundial causó diez millones de muertes en Europa, que movilizó a 60 millones de sus habitantes.
Estados Unidos, que entró en la guerra en 1917, movilizó tres millones de hombres y envió a Europa una fuerza expedicionaria de 1.200.000 combatientes, de los que 117.000 murieron.
La capacidad destructiva de las armas utilizadas, la universalización de los teatros bélicos, la desacostumbrada masa de combatientes movilizados y las necesidades de mano de obra para reponer el material destruido y transportarlo al frente acrecentaron la necesidad de obreros para las tareas abandonadas por los soldados.
Como todos los países del mundo son franquicias norteamericanas desde la primera guerra mundial, las consecuencias de aquél conflicto en los Estados Unidos pueden aplicarse a los demás.
Se recurrió a negros y mujeres, dos sectores de la población hasta entonces casi excluidos de la actividad industrial, para suplir a los varones blancos movilizados.
En la conocida como “Primera Gran Migración”, de 1914 a 1940, 1.750.000 norteamericanos de raza negra se trasladaron de los estados agrícolas del sur a los industrializados del norte de los Estados Unidos porque, además, la guerra frenó la tradicional emigración europea a las regiones más prósperas.
A pesar de eso, y hasta 1940, vivía en el sur más del 75 por ciento de la población negra, que solo aportó el diez por ciento al total de los movilizados para la primera guerra mundial, principalmente para servicios auxiliares.
Una ciudad industrial como Chicago, en la que vivían 278.000 negros en 1940, en vísperas de la entrada de Estados Unidos en la segunda guerra mundial en la que ya combatieron soldados negros, tenía al final de la contienda 900.000 habitantes de esa raza.
Sin los desplazamientos demográficos favorecidos por las guerras hubiera sido tan impensable el movimiento por la igualdad racial como el de la liberación sexual, que permitió a las mujeres ocupar puestos de trabajo que dejaron vacantes los varones movilizados, e independizarse de su tutela tradicional.
Feministas y partidarios de la igualdad racial deben a la guerra la consecución de sus anhelos aunque, en su obcecación ideológica, siguen negándole al militarismo y a la guerra su contribución al progreso científico y al avance social que consiguieron.
El Partido Socialista Obrero Español, que con la boca chica sigue rindiéndole culto ideológico al pacifismo, se sirve de la eficacia desarrollada por la tradición bélica para resolver el problema de los controladores aéreos, a los que ha encuadrado por tiempo indefinidamente provisional en la disciplina militar.
No es cinismo, sino prudente pragmatismo.