martes, 6 de abril de 2010

GÜRTEL, MANUAL PARA FUTUROS POLITICOS

Aunque parezca mentira, a principios de marzo 35.988 españoles conservaban los empleos que perderían a lo largo del mes.
Que todavía quedaran trabajadores sin apuntarse al paro, por increible, era una buena noticia.
Pero poco dura la alegría en la casa del pobre, porque el almíbar de que queda gente en España con empleo lo ha amargado el acíbar del caso Gürtel.
Estos periodistas, que abusan de la libertad que la Constitución les garantiza, son implacables. La buena noticia del desempleo la contrarrestaron, inmediatamente, con las indiscreciones de los corruptos del caso Correa.
Entre las trascendentales misiones del periodista se incluye la de serenar los ánimos de sus conciudadanos y la revelación de las travesuras de los corruptos encrespa el descontento, en estos tiempos de turbulencia y crisis.
En la soberbia de su ignorancia, los periodistas creen que el conocimiento contribuye a la felicidad y no se percatan de que detallarle a un parado lo fácil que para un político es meter la mano vacía para sacarla llena de millones encrespa, y no mitiga, su desgracia.
Se demuestra que la libertad de prensa es una amenaza y no un logro porque saber que los políticos y sus compinches roban a manos llenas no hace más feliz al ignorante de las compensaciones de quienes dedican su vida al bien de la Comunidad.
Pero el mal de la libertad de prensa no es absoluto porque la revelación de la trama Gürtel puede que sirva de estímulo a quienes dudaban si merecía la pena dedicarse a la política. Está claro que la política, acometida con dedicación y prudencia, puede ser rentable.
Las revelaciones del sumario Gürtel podrían utilizarla los políticos futuros como texto para sus actividades: basta estudiar detenidamente los fallos que cometieron los implicados para no repetirlos.
Si lo logran, los políticos del futuro conseguirán empleo de por vida, riqueza para sus nietos y, los más suertudos, el agradecimiento de sus conciudadanos que, en algunos casos, hasta podrían erigirles una estatua o, por lo menos, ponerle su nombre a alguna calle de su pueblo.