viernes, 16 de julio de 2010

QUE DEJEN LO DE CATALUÑA PARA DESPUES DEL VERANO

Proclamarse orgulloso de pertenecer a un país en el que se nació por azar y no por propia voluntad es un misterio que, hasta en las condiciones ambientales más propicias, sería incapaz de dilucidar el hombre.
Vano intento comprender, agobiado por los rigores estivales con que Dios castiga nuestras culpas, las razones por las que los catalanes quieren dejar de ser españoles tanto como los españoles se empeñan en que sigan siéndolo.
Uno, en su modestia, nació por azar en un pueblo del Valle del Guadalquivir, casualmente de la provincia de Córdoba, en una región conocida por Andalucía, de un país llamado España, enclavado en Europa, uno de los continentes del planeta Tierra.
Nadie me preguntó si quise nacer ni si hubiera preferido hacerlo en otro sitio, acepto lo que me tocó en suerte y asumo todo lo que, antes de mi nacimiento y sin mi concurso, predeterminó las circunstancias de mi llegada a esta tierra, cruelmente tórrida en verano y glacialmente húmeda en invierno.
Por genética, formación, experiencia o casualidad, valoro más la libertad que la igualdad, por lo que concedo el derecho de los catalanes a no ser españoles y de ser solamente catalanes.
Entiendo menos que los españoles se empecinen en que los catalanes sigan siendo españoles aunque no quieran, sobre todo porque la pertenencia a una familia deberían decidirla libremente cada uno de sus miembros.
Si de algo sirve la súplica de este humilde nativo de Palma del Río, de la provincia de Córdoba, de la región Andalucía, del país europeo España, uno de los demasiados de éste planeta Tierra, que españolistas y catalanistas dejen de incordiar, por lo menos, mientras duren las calores.
Cuando el otoño llegue y el clima amable nos permita distraernos con tonterías como el límite de las naciones, que los catalanes vayan con Dios si quieren y que encuentren a donde vayan la misma felicidad en que nos dejen.
Yo les garantizo que, si de mí hubiera dependido, Fort Sumter no habría pasado a la Historia por lo que lo hizo el que guardaba la bahía de Charleston.