jueves, 14 de octubre de 2010

LA UTILIDAD DE LOS ABUCHEOS

La profusión de los elogios a la ministra de defensa por querer poner sordina a las protestas en los desfiles militares sorprendió a los acólitos de Salomón Cabeza Sagaz, habitualmente tan comedido en la exteriorización de su alborozo.
--Estoy contento—les explicó—porque los que mandan han reconocido que solo les interesa la adhesión inquebrantable de los que obedecen.
--Pero eso, si fuera verdad,--se escandalizó El Ditero, demostrando que era un brillante alumno de la SER y El País—sería el fin de la democracia.
--La democracia—lo corrigió Salomón—nunca acabará como aspiración de la Humanidad ni como sueño inalcanzable del hombre. Terminará la hipocresía de confundir democracia con un sistema en el que los gobernados se limitan a ratificar al que se haya impuesto a la camarilla que lo propone para mandar.
No daba su brazo a torcer el demócrata de carril.
--Pues sin elecciones, ni el pueblo manda ni hay democracia.
Salomón, al que llamaban Alfonso Décimo, asintió:
--Ni falta que hace, porque al pueblo no le interesa mandar, sino que lo manden bien y que, si quien manda no les resuelve los problemas, no se los empeore.
Ya metidos en harina, Salomón aclaró a El Ditero y a Ramón Pichaymedia que le daba igual que permitieran o prohibieran los abucheos a los políticos en los desfiles.
--Lo malo de esa prohibición no sería que fuera antidemocrática, sino que sería una estupidez. Supondría renunciar a curar la enfermedad porque, como el dolor es un mecanismo de alerta del organismo enfermo, la protesta es un sistema de alerta de la sociedad descontenta.
Ya embalado como filósofo de taberna, Salomón concluyó:
--Lo que tendrían que corregir la ministra y el gobierno serían los motivos de las protestas. Es la mejor manera de acabar con los abucheos.