domingo, 15 de enero de 2012

EL SIESO GRIÑAN

Al que se las da de gracioso sin tener gracia lo llaman en Andalucía sieso que, además de la parte inferior del intestino recto, o ano, es como por aquí se define a quien tiene desabrido el carácter, el esaborío.
El sieso no lo es necesariamente a jornada completa, por lo que se ignora si lo que le ocurrió a José Antonio Griñán en Málaga el 11 de enero fue síntoma de la condición crónica de esaborío del presidente de la junta andaluza o un episodio asintomático de mala follá.
¿Qué qué le pasó a Griñán en Málaga?
Que, como era inevitable en medio del escándalo de los fondos públicos gastados en cocaina, putas y otras liviandades, un periodista le preguntó si Griñán se había enterado del destino fraudulento del dinero de los ERE aprobados mientras era consejero de hacienda.
--“Usted me está acusando”—replicó—“de un delito”.
Griñán, que prefirió a la amable figura retórica de la ironía la más cruel y agresiva del sarcasmo, pretendió zaherir al periodista insinuando que la pregunta era una acusación de que había encubierto un delito.
El todavía presidente de la Junta de Andalucía, en vez de dar una respuesta directa a la pregunta directa del profesional que se la hizo, pasó por alto que le preguntaban al funcionario público y no al ciudadano privado José Antonio Griñán.
La responsabilidad del ciudadano Griñán, si hubiera sabido que alguien malversaba fondos públicos asignados para financiar expedientes de regulación de empleo, se habría limitado a denunciar un delito para evitar que lo acusaran de encubrimiento.
Pero, como consejero de hacienda de la Junta de Andalucía, a José Antonio Griñán le pagaban para que fiscalizara el correcto empleo de las partidas que asignaba el gobierno regional del que formaba parte.
El periodista, al que le pagan para que pregunte y no para acusar a nadie, quería aclarar si el consejero Griñán sabía o no lo que se estaba haciendo con el dinero cuyo uso correcto le correspondía supervisar.
Si lo hubiera sabido, a quien le hubiera correspondido lo podría haber acusado de cómplice de un delito.
Si lo engañaron y se gastaron el dinero en algo para lo que no estaba destinado, debería haber dimitido en cuanto se enteró de que lo habían burlado.
Reconoció Carmen Martínez Aguayo que,cuando era viceconsejera de Economía y Hacienda, faltó a su obligación de informar a Griñán de que la intervención alertaba desde 2005 de que el sistema de gestionar los ERE era inadecuado.
En lugar de cesar o forzar la dimisión de Carmen Martínez Aguayo por omitir su obligación de alertar al consejero, Griñán la premió ascendiéndola y es todavía la titular de la consejería.
Sarcasmos aparte, Griñán y su sucesora deberían haber cuidado los bienes públicos que administraban con más esmero que si hubieran sido patrimoniales.
Griñán dijo, y no hay motivos para dudarlo, que no sabía en qué se empleaba el dinero de los ERE y su proclamada ignorancia es tan evidente como su demostrada ineficacia para administrar bienes públicos.

viernes, 13 de enero de 2012

CINCINATO Y LOS SOCIALISTAS ANDALUCES

Los socialistas andaluces viven sin vivir en ellos por la alta manera de vivir que podrían perder tras las elecciones de marzo.
Están convencidos de que, si los andaluces encargan a otros que tutelen el bienestar que los socialistas administran desde 1982, una era de desgracias bíblicas sucederá a la edad venturosa que todavía perdura.
Uno de esos socialistas que consiguen la felicidad propia gracias a la tutela del bienestar ajeno se escandalizaba hoy de lo mal que el gobierno de Mariano Rajoy está administrando la herencia recibida del zapaterato socialista.
El curriculum del quejumbroso acredita lo fundado de sus críticas: abandonó a los 23 años una prometedora carrera comercial para dedicar su vida al servicio público municipal, parlamentario y provincial , además de haber representado a su partido en la cúspide de una entidad bancaria.
La parasitación del servicio público es una forma de entender la vida, sin que la condicione el relumbrón del cargo ni la tentación de su recompensa material.
Aduciendo su experiencia como teniente de alcalde, diputado nacional, presidente de corporación municipal, vicepresidente ejecutivo de caja de ahorro y diputado provincial, el experimentado socialista estaba preocupado.
Temía que, si los electores cometen en marzo en Andalucía el mismo error en que incurrieron en noviembre en España, los andaluces serán esta primavera tan desgraciados como ya lo son los demás españoles.
Es éste amigo mío andaluz y socialista el reverso de un antepasado romano de su cultura, Lucio Quincio Cincinato, aquél patricio que, cuando una comisión del senado lo obligó a aceptar el cargo de dictador para salvar a Roma del asedio de los ecuos, volvió al, arado en cuanto cumplió su misión.
Mi amigo, el socialista andaluz, es un experto inventor de ecuos para ofrecerse a salvar Roma. Vive de eso desde que abandono el comercio (su arado) sin que le apetezca volver a empuñar la mancera.

CINCINATO Y LOS SOCIALISTAS ANDALUCES


Los socialistas andaluces viven sin vivir en ellos por la manera en que esperan las elecciones de marzo.
Están convencidos de que, si los andaluces encargan a otros que tutelen el bienestar que los socialistas administran desde 1982, una era de desgracias bíblicas sucederá a la edad venturosa que todavía perdura.
Uno de esos socialistas que consiguen la felicidad propia gracias a la tutela del bienestar ajeno se escandalizaba hoy de lo mal que el gobierno de Mariano Rajoy está administrando la herencia recibida del zapaterato socialista.
El curriculum del quejumbroso acredita lo fundado de sus críticas: abandonó a los 23 años una prometedora carrera comercial para dedicar su vida al servicio público municipal, parlamentario y provincial , además de haber representado a su partido en la cúspide de una entidad bancaria.
La parasitación del servicio público es una forma de entender la vida, sin que la condicione el relumbrón del cargo ni la tentación de su recompensa material.
Aduciendo su experiencia como teniente de alcalde, diputado nacional, presidente de corporación municipal, vicepresidente ejecutivo de caja de ahorro y diputado provincial, el experimentado socialista estaba preocupado.
Temía que, si los electores cometen en marzo en Andalucía el mismo error en que incurrieron en noviembre en España, los andaluces serán esta primavera tan desgraciados como ya lo son los demás españoles.
Es éste amigo mío andaluz y socialista el reverso de un antepasado romano de su cultura, Lucio Quincio Cincinato, aquél patricio que, cuando una comisión del senado lo obligó a aceptar el cargo de dictador para salvar a Roma del asedio de los ecuos, volvió al, arado en cuanto cumplió su misión.
Mi amigo, el socialista andaluz, es un experto inventor de ecuos para ofrecerse a salvar Roma. Vive de eso desde que abandono el comercio (su arado) sin que le apetezca volver a empuñar la mancera.