martes, 19 de junio de 2012

LA DELUSION DE LOS ESPAÑOLES ILUSOS

En “La libertad Cristiana” el agustino Lutero predicó el derecho de todo cristiano a interpretar libremente las sagradas escrituras, sin el tutelaje de la jerarquía eclesiástica. Dejaba a cada creyente la responsabilidad de acertar o equivocarse en la decisión más trascendental: la salvación de su alma. Los seguidores del agustino Martín Lutero, genéricamente conocidos por protestantes, están habituados desde hace cinco siglos a asumir la responsabilidad individual de las consecuencias de sus propios actos. Camino opuesto al de los protestantes fue el que, bajo la guía de la monarquía austro-española, siguieron los conocidos genéricamente por católicos. Solo les estaba permitido leer versiones de los textos sagrados aprobadas por la jerarquía eclesial, explicados por interpretaciones ortodoxamente dictadas por la autoridad papal. Los cristianos que siguieron las enseñanzas de Lutero viven en las actuales Gran Bretaña, Alemania, Escandinavia y los países que de ellos proceden. Los habitantes de países cristianos que siguieron bajo la autoridad del Papa tuvieron prohibido leer libros sin la aprobación expresa de la jerarquía papal hasta 1966. Aunque fueran ciudadanos de excelsa cultura, los cristianos de España, Italia, Portugal, Francia, y de los países que colonizaron, estaban obligados en conciencia a adecuar la interpretación de los textos que leían a la explicación que de ellos hacía el censor. Ese entrenamiento en la responsabilidad individual ante Dios, que diferenció a protestantes y católicos hace cinco siglos, se aprecia en su diferente actitud en la organización de su convivencia político- social. Por lo general, el ciudadano de los países de herencia cultural protestante intenta satisfacer por sí mismo sus necesidades y solo recurrirá al socorro del estado en caso de auténtica necesidad. Por el contrario solicitar y beneficiarse de ayudas y subsidios estatales es, para la mayor parte de los ciudadanos de países de cultura católica, un derecho. A la luz de la escisión en católicos y protestantes de la Europa de 1517 , se explica la causa de las dos Europas crecientemente distintas de 2012: Alemania, Suecia, Holanda, Dinamarca, Inglaterra y Finlandia siguieron a Lutero. España, Italia, Portugal e Irlanda siguieron fieles al Papa. Grecia, ortodoxa, es más papista que luterana por la dependencia en la autoridad jerárquica y Francia es, casi mitad y mitad, católica y hugonota. Los políticos interesados que en 1978 indujeron a los españoles a creer que estaban capacitados para la democracia sabían que no era cierto porque el autogobierno es una habilidad que requiere siglos de entrenamiento y a los españoles, salvo la gloriosa anarquía de la Guerra de la Independencia, siempre los han gobernado sin su consentimiento. A la muerte de Franco, que mandó 39 años porque quiso, porque pudo y porque nadie fue capaz de impedirle que mandara, los españoles cayeron en un desorden psíquico colectivo conocido como delusión. Delusión se define en inglés como convencimiento firme en la verdad de algo, pese a pruebas evidentes de su falsía. No conozco en español una palabra equivalente a delusión, pero se suele calificar de iluso a quien la padece, La delusión de los ilusos españoles en su capacidad de autogobierno parece a punto de terminar oficialmente. De hecho, ya ha terminado desde que el 10 de Mayo de 2010 el Presidente del Gobierno Español transmitió las órdenes que había recibido de los extranjeros, los que gobiernan.

jueves, 7 de junio de 2012

LAS SUTILEZAS DE GRIÑAN

Promete José Antonio Griñán, presidente de la junta de Andalucía, que si los parlamentarios regionales lo citan, comparecerá para aclarar irregularidades en Expedientes de Regulación de Empleo tramitados cuando era consejero de economía y hacienda. No va a dar esas explicaciones porque, en su calidad de Presidente del Partido Socialista Obrero Español y Secretario General del Partido Socialista de Andalucía, José Antonio Griñán ha ordenado a sus parlamentarios que se opongan a su comparecencia, como pide el Partido Popular. Se equivocarían sus adversarios si acusaran de cinismo a Griñan por prometer que acudirá a la comisión en caso de que lo convoquen para, a renglón seguido, impedir la convocatoria. Con esa actitud aparentemente contradictoria, Griñán demuestra que conoce la sutileza de los procedimientos democráticos y el escrupuloso respeto a su práctica. En el caso de la comisión sobre los ERE ha demostrado Griñán su grandeza de estadistas y ha sabido salir airoso de la decisión que le correspondía adoptar según cada una de las obligaciones que los ciudadanos le han confiado. Griñán es ahora, por decisión de los ciudadanos andaluces y de sus correligionarios socialistas, como la Santísima Trinidad: Una sola persona con tres personalidades La primera de ellas, la de Presidente de la Junta de Andalucía, le aconsejaba complacer a los votantes del Partido Popular, que quieren que declare. Como dirigente socialista, estaba obligado a complacer a sus correligionarios y a sus aliados comunistas, que se oponen a que declare sobre los ERE en el Parlamento Regional. Pepe Griñán ordenó a los diputados de su partido y a sus aliados de izquierda unida que voten contra lo que quiere el Partido Popular en su condición de dirigente político de izquierdas, no como Presidente de la Junta. Los enemigos de la democracia, que además de rechazarla son incapaces de distinguir las sutilezas de los procedimientos que la convierten en el más eficaz y justo de los sistemas de gobierno, son incapaces de entender el acierto de Griñán, también en este caso. Los que rechazan a la democracia y a Griñan insinúan que el Presidente de la Junta de Andalucía padece trastornos disociativos de la personalidad, que aconsejarían tratamiento psiquiátrico. Son ignorantes o mal pensados. Los fascistas no comprenden a José Antonio Griñan porque es un demócrata.

viernes, 1 de junio de 2012

QUE INTERVENGAN LA ECONOMIA SI NOS LIBRAMOS DE LOS POLITICOS

Los políticos que están fomentado el miedo a una posible intervención extranjera de la economía española lo hacen para no perder sus privilegiadas posiciones económicas y sociales, cimentadas en la ruina general que han propiciado. Es como el terror al infierno que nobleza y clero españoles atizaron para someter al pueblo, o como el recelo a Castilla que esgrimió la oligarquía para que sus compatriotas portugueses prefirieran la tiranía que padecían a la que les decían que podrían sufrir. La intervención extranjera de la economía es, para la casta política nacional, lo que para la oligarquía española fue el infierno y Castilla para la portuguesa: una advertencia de que más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer. No hay garantía de que a la gente normal le irá mejor en España si los extranjeros intervienen abiertamente en la economía, pero lo que parece inevitable es que siga empeorando en manos nacionales. Desde mayo de 2010 son los extranjeros los que mandan lo que hay que hacer en la economía española, pero delegaron en los políticos nacionales la ejecución de sus decisiones. Se quejan los extranjeros de que ni siquiera para hacer cumplir sus instrucciones sirven los políticos españoles, por lo que podrían asumir directamente la ejecución de las medidas de saneamiento que exigen. Si así fuera, los políticos españoles dejarían de ser la herramienta de los acreedores de la economía española para convertirse en obstáculo de las soluciones que exigen. Los representantes del partido popular y los del partido socialista se quedarían sin función y sin justificación para sacrificar al servicio público el placentero anonimato de sus vidas, al que renunciaron para dedicarse a la política. Aunque el bienestar material fuera motivo insignificante en su decisión de dedicarse al servicio público, los políticos serían los españoles más directamente afectados si los organismos internacionales intervinieran la economía. Una parte de la gente normal viviría mejor gracias a la intervención, sería mala para otra parte y, al resto, le daría igual porque la función social del ciudadano común es acatar órdenes, sea nacional o extranjero quien las dicte, y haya llegado al poder por la fuerza de las armas o por la de los votos. El anónimo ciudadano ha aprendido que la división en demócratas y fascistas o en socialistas y populares es falsa. En el mundo hay unos pocos que deciden lo que hay que hacer y cómo hacerlo y los demás, a los que más les vale acomodar su forma de vida a los que le manden que haga. Qué más le da al ciudadano común que sean compatriotas o extranjeros los que se lleven el dinero del aparato económico organizado para aprovecharse de su trabajo.