viernes, 26 de octubre de 2012

EL LENGUAJE, ARMA IDEOLÓGICA

El alcalde de un pueblo no tiene necesidad de sobresalir por la pulcritud con que habla a sus conciudadanos ni le pagan para que invente neologismos que definan objetos o situaciones novedosas.


Lo que de un alcalde se espera es que gestione con honestidad, eficacia y buen sentido los recursos económicos y de personal que le han encargado administrar.

Tampoco tiene necesidad un alcalde de hablar deliberadamente mal el idioma común para alcanzar fines ideológicos , aunque para eso tenga que prostituir la función primordial del idioma: la comunicación.

Aparte de sus obligaciones administrativas, el alcalde es modelo involuntario para ciudadanos que lo imitan en lo que dice y en cómo lo dice para, por parecerse a él, asegurar que les seguirá concediendo subvenciones y empleos.

Esta doctrina abstracta es una deducción que prueba que el alcalde usó el palabro con fines políticos e ideológicos.

Ocurrió en el pleno municipal de la noche del jueves 25, cuando el alcalde de Palma del Río José Antonio Ruiz Almenara se descolgó con la ocurrencia de dirigirse como “portavoces y portavozas” a los concejales de la oposición encargados de intervenir en el pleno en nombre de sus grupos.

Podía haber sido un lapsus linguae, pero él mismo se encargó de confirmar que el audaz neologismo lo había empleado a propósito por motivos doctrinales o ideológicos.

“Estoy tan empeñado en luchar por la igualdad entre mujeres y hombres que, si tengo que usar para eso palabras que no se consideren correctas, lo hago”, replicó el alcalde a la extrañeza del portavoz del Partido Popular por el novedoso neologismo.

Tampoco el rigor de las cuentas municipales es fundamental, según la réplica del alcalde a una intervención en ese sentido del mismo portavoz.

“En el Partido Popular no habláis mas que de administrar porque no tenéis la sensibilidad de los palmeños, que están interesados en otras cosas.”

El alcalde está tan decidido a babelizar con fines ideológicos a la población como a seguir gastándose los impuestos en trivialidades ornamentales.

Hay en Palma del Río más parques infantiles por metro cuadrado que en Disneylandia y más museos sin visitantes o nunca abiertos al público que municipales automovilizados.

Pero la mayor amenaza a la convivencia de Palma del Río es la utilización del idioma como arma ideológica y política.

Que Dios no castigue a los habitantes de Palma del Río a dispersarse por los alrededores, como castigó a los de Babel por la soberbia en que incurrieron al querer llegar hasta el cielo.

A los de Palma del Río solo los castigaría por insensatos.