domingo, 28 de octubre de 2012

CON QUEJAS, PERO SIGUE EL TRAPICHEO DE CATALUÑA

Los individuos y los pueblos se equivocan si creen que son como a ellos les parece que son.


Torpeza tan grande sería como la del industrial que desestimara las críticas a la calidad de sus productos porque contradicen a la que elogia la publicidad que el fabricante paga para venderlos.

Los dirigentes políticos de una de las regiones autonómicas de España insisten en que Gobierno español les da menos de lo que les corresponde y les cobra más de lo que deberían pagar.

Para ellos mismos, los catalanes son honestos, laboriosos, altruistas, generosos, desinteresados y víctimas de la rapacidad y la mala fe de sus vecinos.

Los vecinos de los catalanes los creen peseteros, engreídos, explotadores, antipáticos, ventajistas y descontentos interesados

Seguramente, los catalanes no son como ellos creen, ni lo que sus vecinos dicen que son los retrate con fidelidad.

No es el de los catalanes un caso único de discrepancia entre lo que a un pueblo le gustaría que definiera su carácter y lo que de ellos opinan sus vecinos.

Dicen que los andaluces son graciosos y alegres porque cuentan muchos chistes, abiertos de carácter porque son muy dicharacheros y vagos porque, además del trabajo, tienen otras ocupaciones.

La tópica adustez del paisaje de Castilla no tiene por qué reflejarse en la frugalidad y el severo modo de ser con que definen a los castellanos, ni la abundancia de lluvias hace más melancólicos a los ambiguos gallegos.

Los catalanes, en la orilla extrema del mar de la que procedieron los fenicios, son un pueblo viejo que ha vivido del comercio desde antes de que existieran las naciones.

Como comerciantes genéticos y con inmemorial dedicación al oficio, saben que gana más el que dá lástima que el que provoca envidia.

Por eso tienen como eficaz técnica de su oficio quejarse de que el gobierno de España los perjudica en el trato al cobrarles más de lo que valen los servicios que les vende y venden por debajo de su valor lo que el Gobierno de España les compra.

Seguramente vendedor y comprador tienen razón y, aunque el que venda protesta porque cobra poco y el que compra se queje de que paga demasiado, a los dos los beneficia el negocio.

Si así no fuera, romperían el trato.