miércoles, 30 de octubre de 2013

DESDE QUE EL HOMBRE APRENDIO A NO ANDAR-14-SINDICALISMO Y TOTALITARISMO




Fue radical la solución que dieron fascismo, nazis, comunismo y franquismo al incordio sindical:  estatalizaron los sindicatos y los sometieron a la rígida disciplina del gobierno y el Estado.
Amordazado el perro, dejó de ladrar.
Desde el control totalitario de producción, comercialización y distribución de bienes de consumo prometieron que los más desfavorecidos disfrutarían de parte del bienestar, hasta entonces privilegio de aristocracia y burguesía.
Pero en vez de igualar a las opuestas clases sociales elevando a los pobres al bienestar de los ricos, redujeron el bienestar los ricos a la penuria de los pobres.
La igualdad se había logrado excepto para los burócratas del partido, únicos beneficiarios del sistema.
El comunismo, aunque instalado en el poder en Rusia desde 1917, vivió una etapa inicial de tolerancia a la iniciativa privada en la producción, gracias a la “Nueva Política Económica” de Lenin que Stalin reemplazó por la férreamente estatal de los planes quinquenales, en los que el desarrollo de la industria pesada, para la defensa, relegaba a la de fabricación y producción de bienes de consumo.
Como parte de la política de control total de la economía por el estado, Stalin expropió las parcelas agrícolas de los kulaks (campesinos minifundistas), los deportó y, como consecuencia de esa medida, murieron diez millones de kulaks y el hambre se extendió tanto que abundaron los casos de canibalismo.
Hitler no tardó en asumir el control absoluto del sindicalismo alemán porque tres meses después de hacerse con el poder del estado en Enero de 1933, ordenó a las SA, las tropas de asalto nazis descabezadas después mientras se reunían para una orgía  homosexual de sus dirigentes en un albergue de Munich, que disolvieran los sindicatos, expropiaran sus sedes y los obreros se integraran todos en el Frente Alemán del Trabajo, la organización sindical del partido.
Recién establecido en Rusia el poder soviético, Trotsky se mostró partidario de que la  constitución fijara la subordinación de los sindicatos al gobierno y al poder soviético pero Lenin se  opuso para no ofender innecesariamente a los obreros, aunque coincidía con Trotsky en el control de los sindicatos, pero sin establecerlo constitucionalmente.
Lenin requirió la ayuda de Stalin para imponer la suya a la pretensión de Trotsky y ese enfrentamiento entre ambos evolucionó hasta convertirse en la más feroz lucha interna comunista de tendencias opuestas, a la que ni el asesinato de Trotsky en México por un agente stalinista puso fin.
El pretexto de Stalin para intervenir en la guerra civil española, más que ayudar a los republicanos o combatir el fascismo fue erradicar el trotkysmo sólidamente instalado en España, lo que permitió a los agentes de Stalin promover el asesinato en Barcelona de 10.000 militantes del trotkista “Partido Obrero de Unificación Marxista” (POUM) y eliminar a su dirigente Andreu Nin.
(Recomendables “Yo fui ministro de Stalin en España” de Jesús Hernández, uno de los dos ministros comunistas del Frente Popular, que se puede leer en google, y “Diario de la guerra española”, de Mijail Koltsov, enviado de Stalin bajo la cobertura de corresponsal de “Pravda” que, en sus notas de pié de página enumera los posteriormente fusilados por el dictador, por su posible contaminación trotskista en España).
El nacionalsindicalismo español calcó el modelo corporativista de la Italia fascista, que colocó bajo la suprema intervención del estado el sistema de producción capitalista. Mantuvo el principio de la propiedad privada y agrupó a sindicatos y empresarios en una organización única.
Los sindicatos silenciados o anulados en los régimen totalitarios sirvieron a los estados para encuadrar a los trabajadores en sus objetivos y en los del partido que lo dirigía y anular de esa manera posibles tentaciones de discrepancia del estado en favor de los trabajadores.
En los estados democráticos en los que el sindicalismo no era una herramienta del poder político, la presión sindical consiguió mejorar de forma significativa las condiciones laborales y sociales de sus afiliados.







lunes, 28 de octubre de 2013

DESDE QUE EL HOMBRE APRENDIO A NO ANDAR-13-EL COMBATIENTE UNIVERSAL


 En 1848 Marx y Engels publicaron su manifiesto comunista, que sería en adelante el estandarte del combatiente cosmopolita que, en lugar de luchar por su Patria o su Rey, lo haría por mejorar la condición social de los trabajadores.
La publicación del manifiesto coincidió con la revuelta de Paris, en la que por primera vez protestaron de forma coordinada los obreros, que sufrían recortes en sus ingresos por el cierre de numerosas fábricas, originado  por la saturación de la demanda.
El sindicalismo, todavía en la época infantil de su desarrollo, apareció como instigador de la obligación de los obreros de reclamar sus derechos, lo que en adelante convertiría a los trabajadores de cada país en adversarios de los gobernantes, más molestos que los tradicionales enemigos exteriores.
Una de las causas que propició la toma de conciencia de clase de los obreros que que huyeron del campo cuando se quedaron sin trabajo, desplazados por la maquinización, fue su concentración en barrios insalubres y carentes de condiciones dignas, que crecieron cerca de las fábricas.
Encontraron el trabajo que habían ido a buscar y mejores salarios que en las labores agrícolas, pero a medida que los empresarios industriales notaron que sus beneficios disminuían por la competencia o la saturación del mercado, aumentaron los precios que terminaban pagando los obreros.
Creció, a partir de 1848, la importancia del movimiento obrero y los conflictos sociales por sus demandas de mejores salarios y condiciones de trabajo, apoyadas por los sindicatos, ocuparon pronto el primerf lugar entre las preocupaciones de los gobiernos
Organizados en sindicatos cada vez más influyentes en las decisiones nacionales, crearon partidos para influir en las decisiones políticas, o los partidos políticos apadrinaron sindicatos para convertirlos en fuerza de choque de sus programas gubernamentales.
Fueron los estados organizados según ideas totalitarias los que con más acierto utilizaron a sus sindicatos nacionales para establecer sus dictaduras, como lo atestiguan el comunismo, el nazismo, el fascismo y el franquismo.
La utilización de los sindicatos como herramienta política es una de las características diferenciales entre la izquierda igualitaria y la derecha libertaria porque ningún estado de orientación liberal-derechista cae en la tentación de financiar sindicatos con dinero público.
Con escasas excepciones, los conflictos bélicos posteriores, sobre todo los civiles, los generó o impulsó el ansia de los que tenían menos por disfrutar el bienestar de los que tenían más y sustituyó al religioso o estratégico como pretexto para la guerra.
En Rusia, Alemania, Italia y España, países en los que se instalaron regímenes totalitarios, a los dirigentes sindicales les planteó el sistema una alternativa: integrarse obedientemente y de forma entusiasta en el nuevo aparato de representación de los trabajadores ,o ser encarcelados, deportados o fusilados.

 

 

 

 

 

 

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sábado, 26 de octubre de 2013

ESPIAS


          El gobierno de los Estados Unidos espía sistemáticamente las conversaciones telefónicas de dirigentes de sus países amigos.
Los espiados y sus gobiernos se extrañan y protestan por esa intromisión en su intimidad por parte de un gobierno aliado y amigo.
¿Es hipocresía o ignorancia lo que despierta sus protestas?
Mejor sería lo primero que lo segundo porque, en los gobernantes, es mejor la picardía del hipócrita que la torpeza del ignorante.
Todos los diplomáticos acreditados ante gobiernos extranjeros son espías a los que los se trata con cortesía y sonrisas.
Como las informaciones que interesan a los espías son sobre todo las que no son públicas, los espías tolerados que son los diplomáticos suelen contratar agentes locales para que los tengan al tanto de lo que ocultan sus gobiernos.
No hay que extrañarse de que espíen a gobiernos de países aliados y amigos con tanto o mayor interés que a los de naciones enemigas.
Los gobiernos de países enemigos ya se sabe que lo son, pero la vigilancia a gobiernos de países aliados es aconsejable para asegurarse de que no cambien alianzas y se conviertan en  adversarios.
Un gobierno sensato y precavido debe vigilar más al gobierno que se declara amigo que al que se proclama enemigo.
En definitiva, que las protestas de los aliados de los Estados Unidos  de que los espían es, ante todo, pura envidia porque los norteamericanos tienen más medios y son más eficaces que ellos para estar prevenidos de un siempre posible cambio de alianzas.

 

viernes, 25 de octubre de 2013

DESDE QUE EL HOMBRE APRENDIO A NO ANDAR-12-MAQUINAS, UN MUNDO NUEVO

A mediados del siglo XVIII se había mejorado el funcionamiento de máquinas hacía poco inventadas y la generalización de su uso en las explotaciones agrícolas de Inglaterra dejó sin trabajo a muchos braceros, que emigraron a las ciudades.
En 1830, el salario de un obrero agrícola inglés era de nueve chelines semanales. Por el uso de máquinas bajó a ocho el año siguiente y a seis en 1834.
La bajada de salarios originó el nacimiento del primer sindicato, la “Sociedad de Amigos de los Trabajadores Agrícolas”.
La sustitución del trabajo manual por el mecánico, la agrupación de trabajadores para defender sus intereses y la fundación de grandes empresas que requerían cuantiosas inversiones  para saturar las demandas del mercado y generaban crecientes beneficios exteriorizó la lucha de clases y generó el capitalismo.
Los países se industrializaron y advirtieron la necesidad de abrir mercados en el extranjero cuando saturaron la demanda doméstica.
Marcó ese cambio también el objetivo de los gobiernos: hasta entonces la producción nacional de riquezas les permitía acorazarse militarmente para derrotar a posibles invasores o conquistar regiones que le interesaran para consolidar su poder.
En adelante, pasaría a ser función de los ejércitos nacionales ayudar a abrir mercados El comercio mundial alcanzó su máxima importancia a finales del siglo XIX y principios del XX, con el invento y desarrollo de las calderas de vapor para impulsar trenes y barcos.
El transporte de mercancías sobre rieles se remonta al siglo VI antes de Cristo cuando se utilizó en Grecia para que los esclavos arrastraran barcos a y desde el mar, y después se utilizó en las minas para arrastrar el mineral extraído.
El barco impulsado por vapor necesitó un largo proceso de perfeccionamiento de la idea del marino e ingeniero español Blasco de Garay, que en 1543  planteó al Rey Carlos I, y éste ordenó ejecutar, un proyecto para propulsar a la galera “Trinidad” mediante seis ruedas de palas movidas por una máquina de vapor.
En todos los países avanzados se llevaron a cabo intentos de dotar a los barcos de ingenios similares al ideado por Blasco de Garay, pero hasta que se empleó la caldera de cuádruple expansión alrededor de 1890, no nació realmente  la navegación a vapor, fiable en la fecha de entrega de pasajeros y mercancías y sin condicionantes como el estado de la mar o el soplo del viento.
La idea de arrastrar barcos sobre rieles de madera con tracción humana tardó siglos en demostrar su eficacia, hasta que en 1830 se inauguró la línea Liverpool-Manchester y, desde entonces, una maraña de líneas férreas se multiplicaron por todo el mundo, sobre las que se deslizaban trenes con máquinas alimentadas con carbón.
Garantizar las comunicaciones por ferrocarril y por mar pasó a ser una preocupación de todos los Estados, que se vieron obligados a renovar sus flotas de protección de líneas marinas y  vigilar la entrada por mar de mercancías de contrabando.
Con el desarrollo de la navegación a vapor y el transporte de mercancías y pasajeros por ferrocarril, la protección del propio comercio y la desorganización del flujo comercial del enemigo  se sumó a los objetivos bélicos de naciones enemigas.
El empleo de máquinas para la producción de bienes provocó en 1872-73 la saturación de los mercados que los gobiernos europeos trataron de aliviar imponiendo tasas y aranceles pero, ante el evidente fracaso de esas soluciones, optaron por encontrar para su superproducción industrial mercados hasta entonces irrelevantes.
Las tres grandes potencias industriales europeas, Gran Bretaña, Francia y Alemania se repartieron en la conferencia de Berlin de 1884 el cercano y hasta entonces virgen mercado africano.
Se repartieron el continente en áreas de influencia particular en la que cada uno de los tres  contó con abundante mano de obra barata para obtener materias primas con  las que elaborar los productos industriales en sus países  y mercados nada exigentes al que vender sus excedentes de producción.
Cuando sesenta años más tarde concedieron la independencia a los países africanos, los colonizadores europeos dejaron atrás sociedades en casi la misma fase de evolución social en que los habían encontrado.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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DESDE QUE EL HOMBRE APRENDIO A NO ANDAR.- 13- EL COMBATIENTE UNIVERSAL

En 1848 Marx y Engels publicaron su manifiesto comunista, que sería en adelante el estandarte del combatiente cosmopolita que, en lugar de luchar por su Patria o su Rey, lo haría por mejorar la condición social de los trabajadores.

La publicación del manifiesto coincidió con la revuelta de Paris, en la que por primera vez protestaron de forma coordinada los obreros, que sufrían recortes en sus ingresos por el cierre de numerosas fábricas, originado  por la saturación de la demanda.
El sindicalismo, todavía en la época infantil de su desarrollo, apareció como instigador de la obligación de los obreros de reclamar sus derechos, lo que en

jueves, 24 de octubre de 2013

DIFERENCIA ENTRE IZQUIERDA Y DERECHA



   Hay quienes creen que la ideología de derechas se identifica por su invocación a la Patria, su tutela de la Religión o su puritanismo en la moral sexual tradicional.
 No es cierto porque tanto la izquierda como la derecha han tolerado o perseguido esos principios cuando así les convenía.
¿Qué conducta invariable permite diagnosticar si un régimen es de derechas o de izquierdas?    
  La clave para identificar la ideología de los partidos es la dejación en manos del Estado de los derechos de de los individuos.
   Cuantos más derechos individuales pretendan tutelar, gestionar, regular, sancionar y promover, más amplia será la burocracia que precisen y mayor  el número de recursos que detraerán de los individuos que integren la sociedad.
   Un baremo infalible para clasificar la ideología de un estado es la desproporción entre la sociedad y la burocracia estatal en el reparto de responsabilidades.
 Así, cuantos más derechos de los ciudadanos secuestren para que los administre el Estado a través de sus servicios, más de izquierdas es la ideología estatal.
Por lo tanto, en España, no hay partidos de derechas porque todos, aunque unos lo disimulen más que otros, se comporta como de izquierdas.
El costo de esos servicios se incrementa, matemáticamente, con el sobreprecio del aparato burocrático que posibilita su puesta a disposición de los consumidores.
Se induce interesadamente a los ciudadanos para que sigan siendo permanentemente  menores de edad social y que no reclamen su privilegio y  obligación de los adultos: satisfacer por sí mismos sus necesidades.
Para que ese infantilismo de los españoles se eternice y sigan beneficiándose de su crónica niñez, los políticos que lo han montado evitan aclarar, que los derechos reconocidos por la Constitución obligan al Estado a impedir que los violen, pero no a proporcionarlos.
(La Constitución garantiza que enseñanza, vivienda , educación, sanidad,, etc, son derechos de los españoles cuyo ejercicio no les puede ser negado por razones de ideología, sexo, origen o creencia, pero se regula el acceso a ellos para que, cumplidas las condiciones que se especifiquen, puedan utilizarlos).
Entre esas condiciones figura, generalmente, la participación del beneficiario en el costo de su mantenimiento.
Por lógica, si en esos servicios pagados con impuestos sigue aumentando el número de beneficiarios que pagan poco o nada, y disminuye el de los que pagan casi todo, corren peligro de quiebra.
(La tradicional caridad, practicada directa y voluntariamente por el que la ejercía en beneficio del que lo había conmovido por su necesidad, tenía la promesa del cielo como recompensa, pero esta solidaridad social que la ha remplazado es obligatoria y su único beneficiario en votos es el que la administra).
El interés por ganar la gloria eterna o la gloria del poder estimula tanto la caridad como la justicia social.
Pero los que administran la justicia social son doblemente hipócritas porque, en su propio beneficio, proclaman que en su democracia manda el pueblo y, sin embargo, secuestran su libertad esencial: la de que cada uno se gaste los cuartos que ha ganado en lo que quiera.
   ¿Solución? Que mientras menos sean las manos del pulpo estatal que metan cuchara en la olla comunal, más potaje habrá para los que lo hemos guisado.







miércoles, 23 de octubre de 2013

DESDE QUE EL HOMBRE APRENDIO A NO ANDAR-11-VALIDOS CAPACES TRAS REYES AUDACES




Coincidieron en el tiempo Carlos I de España, Enrique VIII de Inglaterra y Francisco I de Francia, tres reyes de los cuatro de la baraja, que adoptaron sin necesidad de consejo todas las decisiones para asuntos de paz y cuestiones de guerra.
El cuarto rey de la baraja, el portugués Juan III,  que se dedicó a extender su imperio por Asia y Brasil y a mandarle al archiduque de Austria un elefante como regalo, se apoyaba en el consejo divino, a juzgar por su sobrenombre de El Piadoso.
Los Reyes europeos de aquél tiempo, cuando no guerreaban, se dedicaban a tramar alianzas, que unas veces los hacía socios y otras adversarios.
Los frecuentes enfrentamientos de los tres primeros por la alianza con el Imperio Turco y el peligro que suponía para la Europa cristiana determinó en varias ocasiones el sentido de sus alianzas.
También los alió y enfrentó la disputa por reinos y pequeños estados italianos y el estimulo de ser la potencia dominante en los Países Bajos, punto estratégico indispensable para controlar Europa.
Esos eran los entretenimientos de los reyes de entonces, a los que sus súbditos solo les preocupaban si eran reacios a pagar más subsidios para costear las guerras. 
El sistema absolutista de las monarquías de Francia, Italia y España siguió vigente durante más de un siglo y alcanzó su perfección con el español Felipe II , la inglesa Isabel I y el más ilustrativo de esa forma de reinar, el del francés Luis XIV, ya entrado el siglo XVIII.
El poder de esos reyes personalistas, que tuvieron que luchar para ceñirse y dar lustre a sus coronas, contrastaba con la indiferencia y a veces fastidio con que lo recibían sus sucesores.
Aunque no renunciaran esos reyes nacidos poderosos a sus coronas, delegaron el ejercicio del poder en favoritos, burócratas meticulosos y sin nervio los mejores, y rapaces, intrigantes y venales los demás.
Sin la exigente atención del rey-dueño a sus intereses, que en el caso español abarcaban el mundo entero, los Imperios antes pujantes pasaron a menguantes y, en lugar de esforzarse como antes en extenderlos, ahora se contentaba con conservarlo o perderlo lo mas lentamente posible.
Las guerras expansivas de esos reyes habían exigido un esfuerzo económico desmesurado a sus pueblos, nunca compensado con el beneficio de las victorias y siempre encarecido por el de las derrotas.
La falta de ambición, el exceso de obligaciones placenteras y el tedioso ritual de la etiqueta palaciega obligó con gusto a los reyes a delegar la administración de sus reinos en voluntariosos administradores que, por hacerlo con el valimiento del monarca, se  conocían como validos.
Sin la interesada atención de los que los fundaron, la trama de intereses y fuerzas que posibilitaban el poder se deshacía irremediablemente y los imperios se mantenían, aunque enajenando sistemáticamente propiedades.
Las disputas religiosas, que dieron como resultado un debilitamiento del dogma y  el auge de la razón como brújula que marcara el rumbo y llegar al conocimiento de la verdad crearon una casta de estudiosos y filósofos que, inevitablemente, desembocó en el paulatino reemplazo de la fe por la certeza científica.
Los reyes sustituyeron a sus validos burócratas a partir del siglo XVIII por los conocidos como“ilustrados” que cimentaban su prestigio en el conocimiento y su aplicación  para administrar el Estado.
La adopción por parte del rey de las propuestas de sus ministros ilustrados mejoró  la administración, la economía, las comunicaciones y la sanidad en los países en los que los reyes delegaron en ellos el poder.
La población de Europa, que se cifraba el siglo XVI en 70 millones, llegaba a 200 millones al final del XVII y rozaba los 300 millones (un amento del 50%) en el siglo de gobiernos ilustrados.





martes, 22 de octubre de 2013

LA SENTENCIA



·                              La sentencia del Tribunal de Estrasburgo favorable a la etarra Ines del Rio ha sido acogida con desagrado, por lo que parece, por la mayoría de los españoles. Pero hasta lo peor tiene algo bueno.
Esa sentencia ha servido para que los españoles dejen de engañarse y sean conscientes de que siempre ha sido letra muerta el documento del que emanan nuestras leyes.
Para dejar de engañarnos y empezar con buen pié la situación real de la que partimos, deberíamos anular la ficción de la actual Constitución y sustituirla por esta:
Artículo 1.-España es un protectorado de la Unión Europea que, hasta que las autoridades comunitarias decidan cuál será su régimen definitivo, se estructura como monarquía decorativa.
Artículo 2.- Una dictadura alternante, elegida de manera democrática formal, se encargará de la administración de los servicios públicos.
Artículo 3.-Encabezara la dictadura el secretario general del partido que haya ganado las elecciones parlamentarias cuatrianuales, que previamente habrá confeccionado la relación de candidatos y su orden de colocación en la lista electoral ganadora.
2.- El proclamado presidente del gobierno, en su calidad de secretario general de su partido, ordenará a los ya diputados de su grupo cómo deben votar, sobre todo para la elección de miembros de los organismos reguladores del poder judicial. 
3,- Lograda así la necesaria concentración de poderes en una persona, por métodos escrupulosamente democráticos, la primera declaración oficial de cada presidente será:
“Prometo esforzarme sin descanso en el reemplazo de las tradiciones, costumbres, usos, fiestas, legislación y carácter de los españoles para asimilarlos al carácter, tradiciones, costumbres, usos, fiestas y legislación europeos".
4.-El gobierno de España conservará su derecho innegociable a la independencia de su gobierno dictatorial democrático para repartir subvenciones y favores a todos sus adictos, en proporción directa al apoyo que de ellos reciba.

lunes, 21 de octubre de 2013

DESDE QUE EL HOMBRE APRENDIO A NO ANDAR-10-DINERO Y POLVORA DE REYES



La utilización de la pólvora como arma de guerra, que hacía tiempo se había experimentado como simple curiosidad, comenzó a extenderse a medida que se inventaban nuevos artefactos con los que impulsar proyectiles.
También se había perfeccionado la utilización de la caballería para dispersar masas de infantes, gracias al acorazamiento de las cabalgaduras, al empleo de lanzas y espadas mejor forjadas y a la táctica de hacer intervenir ejércitos montados en lugares donde no los esperara el adversario.
Caballos, armaduras, arcabuces, cañones y las flexibles y resistentes armas de mano eran escasas y difíciles de conseguir para el poder limitado y subsidiario de los nobles feudales.
Incapaces de competir contra ejércitos dotados de esas armas, se plegaron a ante la capacidad de los reyes de endeudarse, para lo que obligaron a los nobles a que pagar mayores tributos que, naturalmente, extraían de siervos y burgueses.
La burguesía era una clase social en pleno auge gracias al  incremento del volumen y la riqueza generada por el comercio y a la profusión del uso de herramientas fabricadas en los talleres.
Pacificadas las regiones desde hacía tiempo en conflicto, se multiplicó el número de ovejas, su lana incrementó la fabricación de tejidos y los excedentes nacionales se exportaban al extranjero.
Apagado el brillo del poder en sus feudos, los nobles fueron poco a poco a la Corte  del Rey con la esperanza de ganarse su favor e incrementar así su influencia en todo el reino.
Los pocos y débiles adversarios que quedaban a los reyes en sus territorios no eran dignos de su atención, por lo que pretextaron intereses nacionales generados por matrimonios con princesas de otros reinos para darle dimensión internacional a su indiscutida hegemonía nacional.
Ese recurso a la guerra generado por compromisos dinásticos sirvió a los reyes europeos durante cinco siglos para pelear entre ellos, con el único costo de la muerte de súbditos de los contendientes.
También se empeñaron algunos en una rivalidad por extender sus dominios a lugares desconocidos e incrementar su poder con riquezas que sus descubridores encontraran.
Los navegantes portugueses insistieron sistemáticamente en navegar hacia el sur hasta abrir una nueva ruta para traer especias de la India, llegadas irregularmente y a alto precio en caravanas a los puertos del Mediterráneo Oriental.
La reina de Castilla promovió el envió de tres barcos hacia el Oeste para encontrar una vía más corta a la India, y se topó con América, que en los siguientes siglos envió riquezas a España, para que sus reyes pagaran guerras en Europa que interesaban a sus parientes alemanes.
Los descubrimientos de los navegantes pagados por los reyes europeos con los tributos que obligaban a pagar a sus súbditos sirvieron de poco provecho a los pueblos de sus paises.
A la larga, las especias de la India las prohibieron los médicos porque producían ardores y molestias estomacales, la América que descubrieron los españoles llegó a producir mujeres hermosas y dictadores sanguinarios y el Norte de América produjo lo que más ansiaba la Humanidad: películas de vaqueros heroicos contra indios arteros de caballos corriendo caballos detrás de caballos y de coches detrás de coches.
También se debe a América del Norte el embeleso de bailar el boogi-boogi.
   Si se hiciera la cuenta ahora de lo que  los descubrimientos aportaron a la humanidad, puede que tengan razón de queja los mestizos resultantes de aquel encuentro de civilizaciones: los europeos debieron quedarse en sus paises y dejar que se las apañaran por su cuenta los pobladores de las tierras descubiertas.





viernes, 18 de octubre de 2013

DESDE QUE EL HOMBRE APRENDIO A NO ANDAR-9-EL PRIVILEGIO DE LA POBREZA



Aquel protectorado musulmán bajo el que vivieron no duró demasiado y se enteraron de que había acabado cuando regresaron los que llevaron a la aldea vecina el tributo anual  y no encontraron a quien pagárselo.
Decidieron vender lo que llevaban y regresaron con  objetos de labranza, lingotes de hierro para que el herrero hiciera herramientas, telas, calzado y remedios para enfermedades.
Meses después de que regresaran, aparecieron caminando dos forasteros vestidos con pardos hábitos rematados por capuchas que, después de hablar durante largo tiempo con el viejo cura de la aldea, anunciaron la fundación de un monasterio que ocuparían frailes dedicados a rezar y trabajar.
Los aldeanos se sorprendieron de que, por primera vez, llegaran unos forasteros que no necesitaban su ayuda para vivir porque les anunciaron que tenían obligación de comer solo los alimentos que ellos mismos se procuraran con su trabajo.
Se alojaron entre las ruinas del monasterio que había ordenado edificar Ramiro de Coblenza y comenzaron inmediatamente a reconstruirlo.
Entre esas tareas y la de labrar un huerto que el monasterio tenía, pasaban toda la jornada sin incomodar a nadie mas que con los cánticos que siete veces al día, día y noche, entonaban como oraciones.
Empezaron arrancando piedras del risco y pronto llegaron seis monjes más para acelerar las obras. Dos de ellos se encargaban exclusivamente de darle una misma forma octaédrica a las piedras, otros dos excavaron profundos cimientos  hasta completar una zanja de 40 pasos de longitud por 30 de anchura y los otros cortaban árboles para obtener la madera que necesitarían.
Seguían escrupulosamente la división del día en cuatro: seis horas para rezar, seis para labrar la tierra, seis para construir el edificio y seis para dormir.
Durante los muchos años que tardaron en construirlo, llegaban esporádicamente imagineros, vidrieros, especialistas para labrar la piedra y, finalmente, un equipo para izar al campanario frontal la campana que habían traído, y fijar el badajo con verga de toro.
Poco después de que la iglesia se abriera al culto llegó una cuadrilla de andrajosos, algunos de ellos tonsurado, lo que indicaba que eran clérigos.
Se instalaron frente al monasterio e increpaban a los monjes como herejes, aunque los incitaban a que se les unieran.
Se declararon cátaros, secta escindida del cristianismo, que reconocía igual capacidad creadora a Dios y al Diablo, predicaba el ascetismo y la pobreza como condición indispensable para salvar el alma y rechazaba como manifestación diabólica la posesión de bienes materiales.
Fue el primero de varios movimientos que frecuentemente degeneraron en luchas sangrientas desde entonces, predicando que solo eran pobres evangélicos los que vivían de la caridad.
Todos ellos acusaban a los frailes del  monasterio de incumplir la obligación de la pobreza porque se alimentaban de lo que producía su trabajo y no de las limosnas de los fieles.
Fue una teoría que solo se llevó a la práctica siglos después, cuando las limosnas o subvenciones del Estado detraídas con impuestos a los que trabajaban, permitía eludir el trabajo y estimular el ocio.
El continuo peregrinaje de las numerosas sectas propagadoras del poder demoníaco del trabajo y de la bondad evangélica de la pobreza lo acometían en ausencia de condiciones higiénicas elementales y contribuyó a difundir brotes de peste y epidemias, que diezmaron a la población europea.














miércoles, 16 de octubre de 2013

DESDE QUE EL HOMBRE APRENDIÓ A NO ANDAR-8-LA BONDAD DEL AISLAMIENTO




DESDE QIE EL HOMBRE APRENDIO A NO ANDAR.
8.-LA BONDAD DEL AISLAMIENTO

El valle, cercado por altas montañas de cumbres permanentemente nevadas, solo tenía salida relativamente fácil al norte, a través de una garganta estrecha por la que discurría un arroyo que, con el deshielo de primavera o las tormentas del verano, cortaba el paso.
El aislamiento de los habitantes de la aldea les impidió beneficiarse del progreso que  experimentaba la civilización, pero también los libró de las guerras que generaron ese progreso.
Se enteraron de que unos extranjeros musulmanes habían llegado desde el Sur y eran los nuevos amos cuando llegó desde la aldea vecina un jinete extrañamente vestido que, como siempre a través del intérprete que lo acompañaba, avisó que, en adelante llevaran cada año a la aldea vecina el impuesto que venían pagando al comendador.
Comunicó, además, que por pertenecer a una religión revelada, serían considerados dimmies y, por lo tanto, exentos del servicio militar y de la sharía, el conjunto de normas y leyes religiosas que regulan el comportamiento de los creyentes musulmanes.
La cultura de los nuevos amos, moldeada por una religión nacida en el incómodo nomadismo de los desolados desiertos de Arabia, se hizo sedentaria en cuanto conoció los placeres y la comodidad de las ciudades.
Se limitó durante mucho tiempo el contacto de los habitantes de la aldea con el exterior al viaje que varios de ellos hacían para entregar el impuesto anual.
Trajeron en uno de esos viajes lo que se conocía como herradura, una calza de hierro para los caballos y burros, que se fijaba a los cascos con clavos de hierro.
Alarico el Tuerto, que se quedó en la aldea varios meses aprendiendo el oficio de herrero y herrador, puso una herrería en la que herraba bestias cuando regresó a la aldea.
Se multiplicó desde entonces el número de animales de labor en la aldea y aumentó como no podía imaginarse la producción en los campos y la riqueza de la población.
Se terminó entonces la Iglesia que había comenzado a levantar muchos años antes Ramiro de Coblenza, y la prosperidad se reflejó en el boato de las ceremonias y el consumo de incienso para tapar el mal olor corporal de los feligreses.
En los gélidos días invernales, cuando el viento de norte tenía atrapado a los aldeanos en la maloliente oscuridad de sus viviendas subterráneas, llegaba el domingo como un acontecimiento.
En la profusamente iluminada iglesia, en la que la tenue luz diurna penetraba por las multicolores vidrieras, parecía que habían anticipado la gloria prometida envueltos en el aroma del incienso.
El cura, que en el altar mayor oficiaba la misa revestido de ropajes a los que la luz arrancaba reflejos dorados, les parecía un ser superior, al que obedecer y respetar.
Creció así el poder y prestigio de la Iglesia y el del Clero, que sirvió de contrapeso al del comendador y, con el tiempo, forjo una alianza: el comendador hacía lo que le ordenaba el cura y el cura dejaba de criticar decisiones del comendador.
Entre los aldeanos era frecuente la gripe, generada por el cambio de temperaturas de las templadas viviendas subterráneas al gélido exterior, los accidentes en las labores del campo e infecciones por ausencia de higiene.

Pero no les afectó una epidemia llamada peste negra que, según relataron a su vuelta los que fueron a la aldea vecina a llevar el tributo anual, había diezmado a los habitantes del resto de la región.

lunes, 14 de octubre de 2013

DESDE QUE EL HOMBRE APRENDIO A NO ANDAR.-7- SERVIR AL REY


DESDE QUE EL HOMBRE APRENDIO A NO ANDAR.-7.- A SERVIR AL REY

Cuando el conde les dijo que aquellas tierras y los que en ellas vivían y trabajaban le pertenecían, dejó entrever que el amo de verdad era un señor todopoderoso llamado Rey, que vivía en un lugar remoto llamado corte, desde donde mandaba al marqués que mandaba al comendador que mandaba a los aldeanos.
Todos los que mandaban se beneficiaban de los que obedecían, que estaban obligados a pagar un diezmo, o decuma, anual de lo que producían al Rey, al conde y al comendador, en total el 30 por ciento de su renta además del trabajo obligatorio para beneficio, supuestamente, de la comunidad.
Cuando un emisario del Rey llegó a la aldea desde la Corte, los aldeanos intuyeron que les traería una nueva carga, y no se equivocaron.
Mandaba el Rey que, para librarlos de la amenaza de un rey vecino que era enemigo de la verdadera religión, de la independencia y libertad de sus súbditos, requería su ayuda:
Ordenaba el Rey que se le entregara una decuma especial para subvencionar la guerra, y el reclutamiento para la campaña militar del 10 por ciento de los hombres útiles del reino, que deberían presentarse provistos de sus propias armas, equipo y medios de transporte.
Otros 20 hombres de la aldea pasaron a engrosar la nómina de servidores públicos, elevando casi tanto como alguna nación muchos siglos después los recursos generados por la sociedad para que los dilapidara el Estado.
O nadie supo nunca en qué quedó la guerra para la que partieron los 20 hombres que nunca más regresaron, o los que lo sabían no estaban deseosos de revelarlo.
La barragana de messer Ramiro de Coblenza le dio una hermanita a su hijo y los diáconos que acompañaron al cura cuando llegó habían formado sus propias familias con hijas de familias acomodadas de la aldea.
Se había generalizado el uso de plataformas de madera con grandes ruedas para el transporte de cereales y otros bienes que la tierra producía en abundancia, gracias a técnicas y herramientas novedosas.
Casi todo el trabajo del campo lo realizaban los hombres sin ayuda de bueyes caballos o burros porque, aunque se habían perfeccionado las vendas de esparto para proteger sus cascos, faltaba más de un siglo para que se popularizaran las herraduras.
Desde que llegaron el cura y sus coadjutores sabían los aldeanos donde se encontraba la aldea, pero de poco les servía porque desconocían lo que había fuera de ella.
El risco al pié del cual habían poblado su aldea y ante el que se desplegaba la llanura era uno de los muchos valles de una cadena de altas montañas, que se disputaban los reyes francos del norte y los visigodos del sur.
Gracias a los que llegaron con el conde supieron también, aunque no con mucha exactitud, que hasta hacía poco había existido un Imperio Romano que llenó la tierra de carreteras por las que llegaban sus soldados y salían las riquezas que robaban.
Los romanos habían impuesto también el latín como lengua común, para no tenerse que degradar al hablar las lenguas de las tierras que conquistaban.
No fueron los 20 primeros reclutados para la guerra del rey y que nunca volvieron los que, a partir de entonces, marcharon a combatir y pocos fueron los que regresaron, la mayor parte cojos o mancos.
Los habitantes acomodados del valle tenían dos tipos de viviendas, según la estación meteorológica: en primavera y verano se acogían a un amplio espacio techado, resguardado por frágiles paredes, en el que dormían, cocinaban y comían.
A medida que el otoño avanzaba y durante el invierno todos se refugiaban en sus viejas cuevas o  en refugios subterráneos donde, con sus animales, pasaban la época de frío y nieve.
Acostumbrados como estaban a la ausencia de higiene personal y a la continua convivencia con los animales, les importaba menos  convivir con ellos que exponerse al frío y la nieve de la superficie.

viernes, 11 de octubre de 2013

DESDE QUE EL HOMBRE APRENDIO A NO ANDAR.-6-CADENA DE MANDO


 Los vecinos debieron considerar tal fracaso su incursión comercial que tardaron muchos años en volver a la aldea del risco, que había extendido su caserío y casi llegaba al millar de vecinos.
Cuando regresaron, además, solo lo hicieron como guías y al servicio de unos extraños, dos de ellos, con el pecho cubierto por una reluciente piel que después se quitaron y subidos sobre unos gigantescos animales que golpeaban el suelo con sus patas delanteras.
Lucían largas barbas, pero de un color pajizo que nunca habían visto y hablaban a uno de la aldea vecina en una lengua que no entendieron.
Les dijo que el más robusto y joven de los extraños era el conde Genarico, nuevo amo de la región llamada Endenterra, de la que la aldea del Risco era fronteriza con un marquesado que pertenecía a otro señor.
Tradujo el intérprete lo que decía el gigante rubio: como en aquella aldea terminaba su condado, se establecería allí una guarnición para protegerla de posibles amenazas enemigas y a las órdenes de un representante suyo, un comendador, al que tendrían que obedecer como si fuera él mismo y que usaría a los soldados de la guarnición para hacerse obedecer.
Cuando se volvieron por donde habían llegado los dos montados y sus acompañantes, tras ellos quedaron en la aldea  seis peones armados con largas lanzas, escudos protectores circulares, cortas espadas de ancha hoja, y unos extraños artefactos colgados que eran, como después supieron, arcos y flechas.
El comendador representante del nuevo amo de la región demostró pronto que era el nuevo amo de la aldea: se instaló en la mejor de las casas del pueblo, ordenó al propietario y su familia que salieran de ella, tomó a su servicio a media docena de las mozas más esbeltas y a un par de zagales forzudos.
Toda la servidumbre quedó a las órdenes de un hombre de barbas blancas, que había llegado con el comendador y a través del que hablaba siempre.
Con el cambio del régimen autárquico anterior al feudal de ahora, otros 16 habitantes de la aldea pasaron a vivir de lo que producía el resto de los vecinos en edad de trabajar.
No habían tenido tiempo de expresar en voz alta su descontento cuando la llegada de un nuevo grupo de forasteros les hizo presentir que sus desgracias no habían acabado.
A lomos de animales parecidos a los que montaba el conde, aunque de menos tamaño  y que después supieron que eran burros, llegaron un hombre de mediana edad con la cabeza extrañamente pelada, larga vestidura de color pardo ceñida a la cintura con un cordón, una mujer más joven, de cabello rubio e igual vestimenta que el hombre, pero sin cíngulo, y un mozalbete de mediana edad.
Los seguía una numerosa cuadrilla de porteadores, cargando a sus espaldas o arrastrando en plataformas con pies redondos una cuantiosa fardamenta.
El anciano de barba blanca que hablaba por el comendador ordenó a los que presenciaban la llegada de los forasteros que comunicaran a los habitantes de la aldea que se reunieran frente a la casa del comendador al dar de mano.
Todos tenían curiosidad, aunque variaban al predecir las nuevas cargas que les impondrían, y fueron los más pesimistas los que más se acercaron a las calamidades que les anunciaron:
El hombre de la barba y la extraña forma de raparse la cabeza, era.  dijo el viejo,  Messer Ramiro de Coblenza, al que el señor conde había encargado predicar el Evangelio a los habitantes de  aquél pueblo, darles a conocer la nueva religión para, después admitirlos en la Santa Madre Iglesia al recibir el bautismo.
Advirtió que el señor conde había mandado que obedecieran todo lo que ordenaran Mosén Ramiro y sus dos coadjutores, bajo pena de severos castigos y avisó que, a partir del día siguiente, todas las familias debían poner al servicio de los recién llegados un varón capaz de trabajar para ayudar en la construcción de una iglesia.
En su propia lengua pero con acento gutural, el de la larga túnica, les advirtió que ningún habitante de la aldea debería faltar a parir del día siguiente, después de dar de mano, a una reunión en la que les explicaría la nueva fe, la única verdadera.
Los niños, en vez de correr y jugar, tenían que asistir cada mañana, a la hora que fijaría la barragana, que es como llamaba a su mujer, para prepararlos para el bautismo.
Con los reclutados forzosos por el recién llegado, cincuenta hombres maduros a tiempo completo y los niños alternándose en el pastoreo del ganado, habían pasado a trabajar para el estado medieval.
La cada vez más compleja organización medieval seguía progresando, fortaleciendo al Estado en la misma proporción en la que debilitaba a la sociedad de la que vivía.

miércoles, 9 de octubre de 2013

DESDE QUE EL HOMBRE APRENDIO A NO ANDAR-5- RELACIONES CON EL EXTERIOR


 

 
No se equivocaron los de la llanura porque, no mucho después, y sin duda incentivados por los bajos precios que pedían los lugareños por corderos, pieles, queso y miel que se llevaron, volvieron cargados de chucherías para comerciar.
Bruja y dictador, que eran los más listos, convocaron con urgencia a todos cuando un vigía aviso que, en el horizonte, se recortaba la silueta de muchos visitantes.
Aconsejaron  a todos que, antes de cerrar un trato sobre el precio de lo que les quisieran comprar, lo elevaran hasta que los forasteros se negaran a pagarlo, aunque lo que les quisieran comprar les conviniera venderlo.
Les insistieron también en que, si los comerciantes forasteros les ofrecieran algo que necesitaran y a un precio que les pareciera conveniente. no lo hicieran protestando de que era demasiado caro.
--Y si os piden que les digáis cuánto estáis dispuestos a pagar, decidles que nada, porque no lo necesitáis.
--Si os negáis a comprar o vender por lo que os pidan y ofrezcan, comprareis por casi nada y venderéis por casi todo, les prometieron.
--“Lo que han traído para vender no querrán llevárselo de vuelta y perder su negocio.”
--“No compréis”—les advirtió la bruja—“hasta que solo tengáis que pagar poco menos que nada”.
El consejo de la hechicera y el cacique, y un error de comerciantes poco avezados de los forasteros, resultó en un desastre comercial para los forasteros y en negocios inesperadamente satisfactorios para los lugareños.
Además, al seguir los consejos de los que mandaban en la aldea, los vecinos hicieron la primera demostración práctica de lo que, en teoría, se conoció siglos después como la ley del mercado.
Porque, aunque el precio justo de una mercancía es el que fija el equilibrio entren oferta y demanda, no es el precio justo lo que procuran comprador y vendedor en una transacción comercial, sino el que más convenga a cada uno, que es el que menos conviene al otro. 
Los forasteros, convencidos de la poca pericia mercantil de los del risco en la visita previa de los enviados como los viajantes catalanes de paños, se prometían un seguro negocio gracias al precio desmesurado por el que esperaban vender sus productos.
Desplegaron ostentosamente todas sus mercancías e incluso se hicieron acompañar de modelos que exhibían ante las clientas locales atrevidas faldas primorosamente curtidas, que con movimientos lascivos provocaron la envidia de las compradoras y el rugido enardecido de sus machos.
Como expertos comerciantes hasta entonces, los forasteros hicieron que sus modelos lucieran distintos cosméticos: uno de color verdoso para resaltar los ojos, otro rojo para los labios y un tercero para a sombrear los párpados eran los más llamativos.
Los destinatarios de aquella exposición ambulante recorrían los puestos, deseaban o envidiaban a las modelos y comentaban entre sí las virtudes de las mercancías.
Pero cinco días después de su inicio, los feriantes no habían vendido ni una escoba.
Resignados al fracaso, vendieron por lo que los del risco les quisieron pagar y compraron por lo que les quisieron vender.
Volver sin comprar ni vender nada era un negocio todavía más ruinoso que comprar más caro y vender más barato de lo que habían esperado.
Murmurando resignados contra la tacañería de aquellos compradores que creían inexpertos, uno de ellos advirtió: “Debemos aprender que el precio de una mercancía no lo fija el que la vende, sino el que la compra”.
 Y os aldeanos aprendieron que la ley que siglos después fijaría la teoría del precio justo no sirve en la práctica porque el precio comercial real de toda mercancía es el que el comprador está dispuesto a pagar.
 

 

 

 

DESDE QUE EL HOMBRE APRENDIO A NO ANDAR.-

lunes, 7 de octubre de 2013

CONJURA POLÍTICO-BANCARIA

A nadie se le hubiera ocurrido no tomar en serio a aquél señor que durante 37 años dictó lo que había que pensar, hacer, y decir en España, pero la conjura imposible de liberales, comunistas, y capitalistas, a la que culpaba de sus errores. era un cachondeo.
Hay ahora otra conjura, la político-bancaria, mucho más real que la ficticia de Franco ,y responsable de las miserias económicas que atenazan en la pobreza a los españoles.
Los bancos, que por sus préstamos personales cobran intereses de, por lo menos, el diez por ciento, pagan de interés por depósitos a un año no más del 1,8 por ciento.
Ese diferencial en el pago de pasivo y el cobro de activos es un abuso imposible en un sistema democrático de libre competencia.
No es delito porque los bancos son quienes han coincidido en interpretar como prohibición de pagar más del 1,7 por ciento anual la “recomendación” verbal del gobernador Linde del Banco de España.
La razón de los bancos para negar a sus depositantes renovar sus depósitos en los términos contratados es evidente: pasan a pagar el 1,7 por ciento, en lugar del aproximadamente 4 por ciento previo a la “recomendación” de Linde.
Y es que los bancos practican la usura de cobrar más por lo que prestan que lo que pagan por lo que les prestan, solamente porque el poder público hace la vista gorda y, no sólo se lo permite, sino que los anima a hacerlo.
El poder público, sinónimo del gobierno, sobrepaga con su recomendación convertida en prohibición por la banca, para que el diferencial entre el cobro de activos y el pago por pasivos sea la enormidad de alrededor del diez por ciento.
También se benefician banca y gobierno directamente de su conjura: la banca compra la deuda del estado al precio que marquen las subastas, siempre al menos tres puntos por debajo del mercado secundario de compraventa de renta pública.
Por eso no da créditos la banca a empresarios de poca monta y, lo que concede a particulares, a porcentajes de auténtica usura.
Del matrimonio gobierno-banca se benefician los bienes gananciales de ambos pero los testigos forzosos de la ceremonia, la gente, pagan sus beneficios compartidos, los gastos de la boda y hasta los del banquete.
De los dos conjurados, la banca es la menos culpable porque, si su objetivo es ganar dinero, el gobierno le ayuda a conseguirlo incitándola a hacerlo y cerrando los ojos a los perjudicados por la práctica usuraria de ésta banca.
El responsable de la injusticia es el gobierno que, como Administrador del Estado, está obligado a ser imparcial en situaciones conflictivas entre sectores de la sociedad.

DESDE QUE EL HOMBRE APRENDIO A NO ANDAR- 4- ORDEN Y PROSPERIDAD


Menguaba entre los habitantes de la llanura la autoridad de su viejo dictador tanto como crecía el embrujo de la bruja.
Los años acrecentaban la cara de galápago del cacique y la hechicera había dejado de ser bella para hacerse hermosa: sus suaves curvas se habían hecho esféricas y, con el cambio,  apetecía cada vez más refugiarse en la mullida exhuberancia de sus carnes.
El número de gallinas, corderos, pastores y aduladores que vivían a su sombra crecía, según sus fieles, porque era buena. Los maliciosos creían que era porque estaba buena.
El aspecto del poblado había cambiado y, aunque todavía vivían sus habitantes durante las temporadas de rigor climático en sus viejas cuevas,  habían levantado en la llanura tres docenas de chozas unifamiliares con paredes de ladrillos de greda cocidos en el horno y techos de cañas cortadas del tupido cañaveral en un remanso del río, cubiertas de placas finas de greda cocida.
Además de a criar corderos, los hombres se dedicaban a la caza, a recolectar frutos, legumbres, verduras y tubérculos comestibles qu, como los nabos, rábanos, zanahorias, apio y remolacha, crecían espontáneamente.
Pescaban con nasas hechas con finos tallos de mimbre que, cebadas, lanzaban en un remanso del río y, además, castraban paneles de abejas en huecos de viejos árboles para obtener miel con que regalarse y cera para alumbrarse.
Podría decirse que el sistema de vida de aquél poblado era precursor de la autarquía que implantaron dictadores europeos siglos más tarde: producían lo que consumían y solo consumían lo que producían.
Por lo demás, era imposible que comerciaran porque ningún habitante de la llanura había rebasado la línea del horizonte y ningún forastero demostró interés en saber que existían.
Las reglas para el intercambio doméstico las había establecido al principio de su régimen el viejo dictador, y nunca las había cambiado.
La unidad de trueque era el jornal, y las normas establecían el precio en jornales o sus fracciones de los bienes o servicios intercambiados.
Los tratos, acordados por los interesados en presencia de dos testigos con los que no tuvieran inmediatos lazos de parentesco, eran de obligado cumplimiento y solo al principio tuvo que mandar azotar el dictador a un informal que se negaba a cumplir lo acordado.
La de los habitantes de la llanura era una vida razonablemente plácida. Lo que sabían que necesitaban lo tenían, y lo que tiempos después comprobaron que les era imprescindible, ni siquiera sabían que existiera.
Todavía no se había manifestado en el ser humano la curiosidad por saber lo que desconocía, que tantas tragedias acarreó después a la humanidad.
Los de la llanura eran felices porque nada de lo que no tenían lo deseaban. Como ni siquiera se les había ocurrido pensar en que el mundo se podría extender más allá de la llanura, nadie intentó nunca acercarse a la línea del horizonte, en la que se juntaban cielo y tierra.
De aquella frontera de su mundo llegaron a las vecindades del poblado dos hombres y una mujer. Proferían voces desde cierta distancia de las casas, y hacían señales de saludo con las manos abiertas, en aparente demostración de su propósito pacífico.
Dejaron ostensiblemente en el suelo los largos palos que llevaban y, con gestos amistosos y siempre sonrientes, llegaron hasta los curiosos lugareños.
En las semanas que con ellos convivieron los visitantes, los lugareños intuyeron que no eran turistas, sino comerciantes.