miércoles, 29 de mayo de 2013

EL CHIVO EXPIATORIO



  
Dichosa edad y dichosos siglos aquellos en los que los españoles tenían su conjura judeomasónica a la que culpar de su incapacidad.
   La conjura desapareció con la dictadura personal de Franco, pero en la dictadura parlamentaria de las burocracias políticas que la siguió a los españoles les siguen haciendo falta chivos expiatorios en los que descargar sus culpas.
   (Los israelitas apartaban cada año dos chivos y, al azar, entregaban uno de ellos al sacerdote para que lo sacrificara y lo ofrendara a Yahavé. Al otro lo responsabilizaban de todos los males del pueblo judío y, con voces y pedradas, lo alejaban para que muriera en el desierto como ofrenda al demonio Azazel.).
   El pueblo español tiene, como el judío, sus chivos bueno y malo. El bueno, naturalmente, es el mandamás de turno hasta que empieza a declinar su estrella y lo reemplaza como chivo benefactor el que acaba sucediéndolo.
   Lo primero que hará al comenzar a mandar será declarar chivo expiatorio de todos los males que piensa cometer al anterior en el mando.
 Así, solo de chivos malos nacionales,  los españoles tienen un catálogo interminable: Prfimo Rivera, Alfonso XIII, la República, Franco, Suárez, Calvo Sotelo, González, Aznar, Zapatero y Rajoy, al que ya se le está poniendo cara de diablo.
   Y a las personas cándidas, sencillas e ingenua que sabemos que es más fácil obedecer que mandar y que el que manda se equivoca pero no el que obedece se les ocurre una pregunta: ¿no será que los españoles, como pueblo, no servimos para mandar, aunque sirvamos para que nos manden, siempre que no sea uno de los nuestros?