Una “Guía
turística” como la editada por el Ayuntamiento de Palma del Rio con textos de
ocho autores coordinados por Manuel
Muñoz Rojo es una herramienta para que los habitantes de la ciudad o los
forasteros transeúntes visiten y entiendan los monumentos y lugares reseñados.
Como no parece
destinada a encaminar hacia Palma del Río a curiosos por descubrir nuevos
puntos de destino, de la Guía no cabe esperar una significativa creación de
riqueza ni el flujo de dineros de fuera de la ciudad. Si acaso satisfaría la
curiosidad que pudieran tener los habitantes del pueblo por lugares notables
locales.
Los que dedican
tiempo a conocer lejos lo que no tienen en casa gastan sobre todo en casinos, espectáculos
y acontecimientos deportivos y poco en visitar reliquias de la Historia, con la
excepción del Louvre, la National Gallery, el Prado o el Thyssen.
Será difícil, por
desgracia, que los dignos tesoros artísticos adecuadamente descritos en la Guia
Turística de Palma del Río puedan desviar hasta la ciudad que los alberga a los
turistas que visitan esos museos.
Se echa en falta,
además, que solo en contadas ocasiones se pueda acceder a los tesoros descritos
en la guía: Por ejemplo, el claustro de Santa Clara, de una armonía y belleza
notables, es de tan difícil acceso como en los tiempos pasados del convento de
clausura.
La “Guía”, como
cualquier iniciativa, será un éxito si aumenta en el futuro el número de
visitantes a los lugares reseñados.
Si ese número de
visitantes no aumentara, no bastaría para considerar fracaso su edición, porque
es posible que solo se propusiera contabilizar legalmente un desembolso.
En definitiva, que
la Guía de Palma del Rio es un derroche más de dinero público en obras pagadas
con nuestro impuestos (los fondos FEDER los pagamos todos y no nos los
regalan).
Los gobernantes
de todos los partidos derrochan dinero de los contribuyentes españoles en
museos sin visitantes, parque infantiles (hay en Palma más que en cualquier
pueblo alemán de población similar), calles permanentemente reurbanizadas, y
subvenciones disuasoras del esfuerzo.
Si el alcalde quiere incentivar la
economía de Palma del Río, que baje impuestos. Los contribuyentes sabrán
emplear el dinero que no les cobre en inversiones que generen más riqueza que
los fantasiosos castillos en el aire
municipales.