miércoles, 7 de agosto de 2013

GIBRALTAR



  El dictador Franco empeñó a la diplomacia española en la larga y difícil tarea de dotar al gobierno de argumentos políticos apoyados y aprobados por las Naciones Unidas para pasar a la acción y recuperar Gibraltar.
   Ni entonces pasó el gobierno de la Dictadura de las palabras ni ahora lo hará el de la Democracia. Las palabras solo sirven para justificar la incapacidad del que no quiere o no puede sacrificarse para conseguir lo que dice que quiere.
   Gibraltar estaba ya incluido  en 1946 entre los territorios que las Naciones Unidas, de las que España estaba excluida, se proponía descolonizar en el futuro.
   Había, según la ONU, dos cauces por los que solucionar el conflicto de descolonizar un territorio: la autodeterminación de sus habitantes  o restblecer la unidad territorial del país en que estuviera enclavado el territorio colonizado.
   El gobierno de España y su diplomacia escogieron el de la unidad territorial por razones obvias: los habitantes de Gibraltar la rechazaban tan tajantemente como reclamaban la autodeterminación, que les permitiría rechazar las pretensiones españolas.
   Acogerse al cauce de la unidad territorial para incorporar Gibraltar suponía el riesgo de que, alguna vez, pudiera también invocarla Marruecos para obtener Ceuta y Melilla.
     El 19 de Diciembre de 1969 terminó la fase diplomática por la recuperación de Gibraltar con una resolución de la Asamblea  General de las Naciones Unidas que considera contraria a su carta la situación que, como la de Gibraltar, destruya la unidad nacional y la integridad territorial de un pais.
   Toda esa jerga para justificar la posesión o pérdida de un territorio es una farsa por parte de España poque se pasó su historia ocupando territorios que sus habitantes no fueron capaces de defenderlos.
   Todo territorio se independiza o cede a otros cuando a su hasta entonces dueño le resulta más costoso retenerlo que enajenarlo.
    Fue lo que le ocurrió a España en 1704 y lo que, al parecer, le ocurre ahora.
   Y es que, seguramente, los gobiernos de España no han tenido capacidad ni voluntad desde que perdieron Gibraltar   de recuperarlo por la fuerza, como por la fuerza la perdieron.
   En los tres siglos que hace que ocupa su colonia, Gran Bretaña nunca escatimó decisión ni sacrificios para retener Gibraltar, que ocupó y retiene por la fuerza.
    Ahora son las protestas, más ruidosas entre los 250.000 españoles que viven alrededor de Gibraltar, las que recuerdan que Gibraltar perdura como supuesto problema.
   Las protestas las provocan la decisión española de estrechar la vigilancia fronteriza para dificultar el paso de y hacia  Gibraltar.
   Pero las quejas más ruidosas por las medidas se han originado más en las poblaciones del Campo que en el pueblo de Gibraltar.
   La razón de ese aparente sinsentido es que 10.000 españoles cruzan diariamente la frontera para trabajar en Gibraltar y temen perder su trabajo si el gobierno de su país sigue incomodando a los que les dan empleo.
   También los comerciantes españoles de los alrededores de la colonia se sienten perjudicados porque daña a sus negocios el más minucioso control del paso fronterizo.
   En esta disputa de conventillo sería conveniente que quedara claro:
1,-Que Inglaterra abandonará Gibraltar cuando no pueda o le cueste demasiado retenerlo.
 2.- Que España recuperará Gibraltar cuando el bienestar de sus habitantes dependa de la zona, y no al revés.
  3.-Cuando los españoles demuestren que están dispuestos a empelear algo más que palabras y buenas razones para recuperarlo.
   En definitiva: nunca.