martes, 24 de septiembre de 2013

PROTEGER PARA DOMINAR


  Benditos padres que, desde que nacieron sus hijos, vivieron su vida en la de sus hijos y no recuperaron su propia vida hasta que la perdieron y los dejaron en el desamparo de su orfandad, aunque casados y con sus propios hijos.

Pasaron la infancia de los hijos cogidos de la mano para que no se cayeran en sus primeros pasos y hasta cuando competían en carreras infantiles.

Por la noche, se turnaban para vigilar despiertos y que no se sintieran solos y abandonados si alguna pesadilla los despertara.

Les buscaron las novias o novios con los que casarse y tener hijos y les desaconsejaron que les gustara alguien que a ellos los disgustara.

Trabajaron y estudiaron todos en lo que sus padres les aconsejaron y no tuvieron que buscar nuevas viviendas para su propio hogar porque sus padres ampliaron la vivienda familiar para que acogiera a abuelos, hijos y nietos, tres generaciones distintas pero con rechazos, gustos y apellidos iguales.

La igualdad los había hecho felices hasta que desaparecieron los fundadores de aquella armoniosa Arcadia.

La armonía pasiva se quebró por el freno roto a la durante tanto tiempo frenada individualidad.

Cuando faltó el administrador de los bienes comunales, cada uno quiso gastarlos en su afición particular reprimida, alguno intentó separarse para vivir por su cuenta y los otros se lo impidieron.

En definitiva, que aquella armonía impuesta por el sometimiento a la voluntad de los padres se parecía a la España de Franco.

Y la dispersa, en la que el acuerdo se rechaza sin tener siquiera en cuenta si sería bueno o malo, porque no ha sido negociado, es la España de hoy.

¿Deberían volver otros Franco para recuperar la armonía perdida? Jamás. Ni los que lo precedieron desde hace dos mil años.

Seguiría siendo el español un pueblo infantil, incapaz de asumir la responsabilidad de sus actos y de aprender de sus errores.

No hay mejor manera de educar a un educando que permitirle que cometa sus propios errores para que no los repita.

Tan dañino para hacer adultos a sus hijos superprotegidos son los padres superprotectores como para los pueblos son los gobernantes que solucionan todos los problemas a sus gobernados.

Es el sistema más eficaz para tenerlos siempre sometidos.