miércoles, 30 de octubre de 2013

DESDE QUE EL HOMBRE APRENDIO A NO ANDAR-14-SINDICALISMO Y TOTALITARISMO




Fue radical la solución que dieron fascismo, nazis, comunismo y franquismo al incordio sindical:  estatalizaron los sindicatos y los sometieron a la rígida disciplina del gobierno y el Estado.
Amordazado el perro, dejó de ladrar.
Desde el control totalitario de producción, comercialización y distribución de bienes de consumo prometieron que los más desfavorecidos disfrutarían de parte del bienestar, hasta entonces privilegio de aristocracia y burguesía.
Pero en vez de igualar a las opuestas clases sociales elevando a los pobres al bienestar de los ricos, redujeron el bienestar los ricos a la penuria de los pobres.
La igualdad se había logrado excepto para los burócratas del partido, únicos beneficiarios del sistema.
El comunismo, aunque instalado en el poder en Rusia desde 1917, vivió una etapa inicial de tolerancia a la iniciativa privada en la producción, gracias a la “Nueva Política Económica” de Lenin que Stalin reemplazó por la férreamente estatal de los planes quinquenales, en los que el desarrollo de la industria pesada, para la defensa, relegaba a la de fabricación y producción de bienes de consumo.
Como parte de la política de control total de la economía por el estado, Stalin expropió las parcelas agrícolas de los kulaks (campesinos minifundistas), los deportó y, como consecuencia de esa medida, murieron diez millones de kulaks y el hambre se extendió tanto que abundaron los casos de canibalismo.
Hitler no tardó en asumir el control absoluto del sindicalismo alemán porque tres meses después de hacerse con el poder del estado en Enero de 1933, ordenó a las SA, las tropas de asalto nazis descabezadas después mientras se reunían para una orgía  homosexual de sus dirigentes en un albergue de Munich, que disolvieran los sindicatos, expropiaran sus sedes y los obreros se integraran todos en el Frente Alemán del Trabajo, la organización sindical del partido.
Recién establecido en Rusia el poder soviético, Trotsky se mostró partidario de que la  constitución fijara la subordinación de los sindicatos al gobierno y al poder soviético pero Lenin se  opuso para no ofender innecesariamente a los obreros, aunque coincidía con Trotsky en el control de los sindicatos, pero sin establecerlo constitucionalmente.
Lenin requirió la ayuda de Stalin para imponer la suya a la pretensión de Trotsky y ese enfrentamiento entre ambos evolucionó hasta convertirse en la más feroz lucha interna comunista de tendencias opuestas, a la que ni el asesinato de Trotsky en México por un agente stalinista puso fin.
El pretexto de Stalin para intervenir en la guerra civil española, más que ayudar a los republicanos o combatir el fascismo fue erradicar el trotkysmo sólidamente instalado en España, lo que permitió a los agentes de Stalin promover el asesinato en Barcelona de 10.000 militantes del trotkista “Partido Obrero de Unificación Marxista” (POUM) y eliminar a su dirigente Andreu Nin.
(Recomendables “Yo fui ministro de Stalin en España” de Jesús Hernández, uno de los dos ministros comunistas del Frente Popular, que se puede leer en google, y “Diario de la guerra española”, de Mijail Koltsov, enviado de Stalin bajo la cobertura de corresponsal de “Pravda” que, en sus notas de pié de página enumera los posteriormente fusilados por el dictador, por su posible contaminación trotskista en España).
El nacionalsindicalismo español calcó el modelo corporativista de la Italia fascista, que colocó bajo la suprema intervención del estado el sistema de producción capitalista. Mantuvo el principio de la propiedad privada y agrupó a sindicatos y empresarios en una organización única.
Los sindicatos silenciados o anulados en los régimen totalitarios sirvieron a los estados para encuadrar a los trabajadores en sus objetivos y en los del partido que lo dirigía y anular de esa manera posibles tentaciones de discrepancia del estado en favor de los trabajadores.
En los estados democráticos en los que el sindicalismo no era una herramienta del poder político, la presión sindical consiguió mejorar de forma significativa las condiciones laborales y sociales de sus afiliados.