martes, 10 de diciembre de 2013

LOS PERFUMES ANUNCIADOS



Marshall McLuhan, que si no inventó la publicidad destacó por sus teorías sobre el negocio publicditario, pasó a la historia por una frase críptica: el medio es el mensaje.
Cuando a mi me tocó estudiar eso, en tiempos en que Franco era todavía cadete en Toledo, me enseñaron que significaba que el medio (escrito, oral, gráfico, el idioma en que se transmitiera, etc) ya condicionaba el mensaje transmitido.
¿Quién soy yo para no tener en cuenta lo que enseñó el maestro, al enjuiciar los anuncios de perfumes femeninos que, particularmente estos días, difunden las televisiones?
La publicidad de esos anuncios, dirigidos a compradores españoles, se emite en lenguas extranjeras, que pocos posibles compradores entienden.
Si todos los anuncios de todos los perfumes de todas las emisoras se emiten en una lengua que sus destinatarios no entienden, la casualidad para esa coincidencia debe descartarse y esta justificado sospechar que se haga así a propósito.
Que voces en lenguas extranjeras sean  las que, en off, induzcan a posibles compradores españoles a comprar lo que venden es, pues, una decisión premeditada.
Hay que suponer que los anunciantes saben también que el olor más adecuado para las señoras es el que acentúe su aroma de mujer.
Se me ocurren dos motivos para que esos anuncios de perfumes se hagan en idiomas extraños a los destinatarios:
1.- Que los fabricantes de perfume supongan que los extranjeros aprecian más que los nacionales el aroma de las españolas.
2.- Que crean que las españolas deben cambiar su natural perfume por otro que sea más del gusto de los extranjeros.
Como la mayor o menor seducción de un perfume depende del gusto individual de quien lo capte, esos anuncios para todos los gustos me parecen un despropósito.
Descartada la generalización como método para calibrar la atracción de un perfume, es de suponer que solo la percepción individual puede evaluar su atractivo.
En mi caso, y lamentando la poca experiencia que acumulé en mi vida activa, confieso que todas las pocas señoras que tuve el regalo de conocer olían a mujer, el aroma que más buscaba.
Y que,de los escasos aromas de mujer que disfruté, ninguno me pareció más irresistible que el de las españolas.