viernes, 21 de marzo de 2014

EL INFIERNO

Hay torcidas  interpretaciones doctrinales inspiradas  por el maligno para que los justos pierdan el miedo a pecar y se convenzan de que el castigo que sufrirían al morir en pecado no es tan terrible como los tradicionalmente descritos del infierno.
Una de las argucias más astutas de Satanás inspira la idea de que el infierno no es el eterno sufrimiento físico  a los pecadores: arder eternamente, sin esperanza de que en ningún momento se modere el ardor de las llamas.
    El infierno, representado por unos diablos siniestros que pinchan con tridentes a los pecadores para que el fuego siempre activo queme sus carnes por toda la eternidad es solo una imagen figurada y no el castigo real que sufrirían los pecadores,  si es que existiera el pecado, según los siervos del demonio.
Argumentan que sería imposible alentar permanentemente un fuego en la NADA, en la que no podrán encontrarse maderas ni otros combustibles.
Quedaría así reducido el infierno a una simple incomodidad: estar privado de la presencia de Dios.
Sostienen otros que, ante la imposibilidad de un crematorio real en una situación sin oxígeno que avive el fuego, el infierno es el remordimiento que el hombre lleva mientras viva en su interior por sus malas acciones.
Pero el infierno existe, aunque  no necesariamente como una candela en la que se quemen eternamente los condenados.
La representación gráfica del infierno  se debe a la imaginación de los propagadores iniciales del cristianismo, nacidos en lugares secos y de temperaturas tórridas.
Es evidente que, para un nórdico o un esquimal, ser condenado a vivir eternamente en un ambiente caluroso es un premio más que un castigo y, por el contrario, para un mediterráneo sería premio vivir eternamente en un ambiente helado y un castigo tener que soportar siempre el calor de las llamas.
Se ha definido el infierno como coincidencia de todos los males y ausencia de todos los bienes.
Pero, para que un lugar sea realmente infernal para mediterráneos y esquimales debería sufrir condiciones climáticas para ambos.
¿Se dan esas terribles condiciones  de frío glacial y calor tórrido en algún lugar de la tierra?
Sí.
Antes del nacimiento del cristianismo, la mitología griega situaba el infierno en la laguna Estigia, situada entre Ecíja (Aestigis) y Osuna.
En esa región, como hoy mismo ha ocurrido y pasa cada año puntualmente, del invierno, (nfierno de esquimales y nórdicos) se pasa al verano, (infierno de los habitantes de la cuenca mediterránea).

El infierno, pues, está situado en una circunferencia de alrededor de 200 kilómetros cuadrados  cuyo epicentro se sitúa en Écija. Pregunten, si lo dudan, a los que viven en esa zona.