viernes, 25 de abril de 2014

EL ORGULLO NACIONAL

   Los que por su tesón, esfuerzo y sacrificio logran algo largamente deseado y fuera del alcance de quien no se esmere, pueden sentirse orgullosos de haberlo conseguido.
Pero, ¿cómo puede declararse orgulloso de ser de un país alguien al que lo nacieron en él y que, por lo general, no ha tenido ocasión de cambiar por otra la nacionalidad con la que nació?
Es como la que habiendo nacido y crecido bella, dice que está orgullosa de su belleza, que no tuvo necesidad de cincelar en quirófanos.
Por eso, todo el que se declara orgulloso de ser (por ejemplo), español o andaluz, me parece que comete delito de apropiación indebida.
Toca hoy hablar de los españoles andaluces.
Colectivamente, y en los casi tres mil años que la reseña de la existencia de la actual Andalucía aparece en la Historia, el mérito del que podemos alardear con orgullo los andaluces es el de la sabia indolencia colectiva.
Gracias a esa virtud, cara opuesta al dañino vicio de la diligencia, los andaluces facilitaron y no estorbaron que invasores griegos, fenicios, romanos, musulmanes, castellanos, franceses y turistas pasaran sin guerrear por Andalucía.
Y, al poco tiempo de llegar aquí, a todos se les contagió la virtud andaluza de la indolencia y se hicieron andaluces.
Nunca hicieron nada los andaluces, hasta ahora, para sentirse orgullosos como pueblo. Pero hay señales esperanzadoras de que, si todo siguiera su curso, podrían sentirse los andaluces orgullosos de serlo.
Solo falta hallar a dos ciudadanos para que haga uno de Joe Vallachi y el otro de Mario Puzzo.
   Valachi fue el mafioso de poca monta que desveló en el Senado de los Estados Unidos los entresijos de la Mafia y Puzzo el autor de  “The godfather” (El Padrino), épica historia de la mafia italoamericana, que transformó en mitos a simples delincuentes.
   La mafia andaluza consigue apropiarse de bienes ajenos como hacía la italoamericana pero de manera menos arriesgada y  más eficaz.
  La organización de delincuentes de El Padrino se dedicaba a corromper con sobornos a jueces y políticos para cometer impunemente sus delitos.
   Ingenuos mafiosos americanos que se arriesgaban a tanto para conseguir menos de lo que sus maestros andaluces se llevan, sin darle un palo al agua.
    Porque el secreto genial de la Mafia andaluza consiste en apropiarse directamente las responsabilidades políticas que los facultan a dictar leyes favorables a sus intereses y entorpecer la tarea de jueces demasiado curiosos.

   El día en que un Mario Puzzo andaluz escriba la épica historia de la delincuencia organizada en Andalucía, lo de El Padrino pasará a ser, de historia de deliuncuentes, a cuento de hadas.