lunes, 28 de julio de 2014

REVOLUCIONES

   El inspirador de PODEMOS Pablo Iglesias, como los revolucionarios  que lo antecedieron y a los que pretende suceder, promete a los de clase social inferior a la suya librarlos  de la tiranía para, si triunfa, someterlos a una tiranía peor.
   Todas las revoluciones se predicaron para librar a la humanidad, a los pueblos o a una clase social descontenta, del abuso al que se sentían sometidos.
   Así fue como el cristianismo prejerarquizado, los ilustrados, socialistas, comunistas fascistas y nazis crearon sus propias castas, que reemplazaron a las barridas por sus revoluciones.
   El franquismo, imitación cutre y cuartelera maquillada de nazifascismo asotanado, fue contrarrevolucionario por su propia incapacidad de generar una revolución.
   El cristianismo propuso el amor como motor que reemplazara al odio y a  la lucha por el poder.
   En cuanto el emperador de Roma se convirtió al cristianismo, la alianza de poder civil y poder religioso representado por el Papa, se hizo políticamente beneficiosa. Casi siempre aliados, papado y primero emperadores y luego reyes, se repartieron las dos caras (militar-política y ética-religiosa)  del Poder.
   La revolución cristiana se autodomesticó y originó una casta  que duró 15 siglos.
    La sucedió la casta de los ilustrados, que proponía reemplazar la fé por el conocimiento como herramienta para la toma de decisiones gubernamentales y sustituyó en el poder a la casta aristocrática, descendientes de quienes fueron poderosos por hechos de armas.
    La burguesía—hombres de extracción social baja que gracias a su talento y pericia en los negocios surgió como clase dominante,-- concentró la ira de quienes los culpaban de haberse enriquecido gracias a la explotación a que sometían a los que trabajaban para ellos.
     Socialistas primero y comunistas más tarde dirigieron hacia esos burgueses la ira de los asalariados en sus campos, minas y talleres-fábricas.
      Desde la primera a la que todavía se esté gestando, todos los que secundan a los revolucionarios saben que sus promesas son imposibles de cumplir aunque la insatisfacción por no recibir lo que los gobernantes les habían prometido los hace dudar si las utopias que les anuncian serán o no más falsas que las de los que gobiernan.
    La llegada al poder a través del engaño a una masa electoral mediocrizada por el sufragio universal (que otorga el mismo poder de decisión al prudente y al ignorante) , facilita el triunfo de las revoluciones, sin necesidad de recurrir a la violencia física.
   Pablo Iglesias solo necesita el descaro y la osadía de prometer lo que la mayoría de los votantes quiere que les prometan para que su movimiento revolucione la política española, hasta ahora dominada por líderes que solo han prometido lo que parecía posible, pero no imposible, y que en ningún caso cumplieron lo poco que prometieron.
    Intentar rectificar la tentación de los votantes de PODEMOS  desprestigiando ideológicamente a sus dirigentes o proponiendo contradicciones entre sus promesas y sus vidas particulares será contraproducente.
    Los votantes deciden el sentido de su voto guiados por su corazón (simpatía-antipatía) más que por sus programas, que muy pocos conocen y muchos menos tienen capacidad de juzgar con acierto).
    En éste tan aparentemente racional sistema de dotarse de gobernantes que es la llamada democracia (confundiendo la utopía con el sistema de alcanzarla), en la decisión del elector predomina el aspecto físico del candidato, su capacidad dialéctica, procedencia regional, la adustez de su carácter o la simpatía de su sonrisa.
     En definitiva, que este sistema absurdo lo es porque no está hecho para el ser humano, en el que los instintos siguen predominando sobre la razón y al que los tres impulsos que lo siguen moviendo  son el sexo, el estómago y alcanzar una posición de poder.

    Y, que se dejen de tonterías los ingenuos, la envidia es el mejor estímulo para que la humanidad progrese.