miércoles, 27 de agosto de 2014

POR QUÉ LA ESPAÑOLA NO ES DEMOCRACIA

  

Democracia es el sistema de organizar la sociedad, que proclama al pueblo  depositario y soberano del Poder.
La elección mediante sufragio para designar a los encargados de administrar el poder es solo uno de los métodos para aplicar la democracia, pero por sí mismo no es democracia.
En esencia, el ejercicio de la democracia requiere que convivan en plan de igualdad tres poderes, independientes entre sí, y cada uno de ellos igual de necesario para equilibrarse y que no se imponga ninguno a los otros.
Esos tres poderes son el legislativo, el ejecutivo y el judicial.
Es tarea del legislativo aprobar leyes, cuya aplicación corresponde al ejecutivo y es cometido del poder judicial vigilar que las leyes promulgadas y su aplicación se adecuen a la legalidad.
Es necesario, para eso, que la independencia de cada uno de los tres poderes respecto a los otros dos sea nítida,  de manera que el legislativo legisle, el ejecutivo ejecute y el judicial juzgue.
¿Qué ocurre en la actualmente llamada democracia en España? Que, de hecho, el ejecutivo nombra a la mayoría de los miembros del legislativo que por ello le deben obediencia, y que ejecutivo y legislativo (cumpliendo órdenes del presidente del ejecutivo) designan a los miembros de los órganos de administración del legislativo.
Los diputados son los responsables (y no los votantes, como se les hace creer) de nombrar al presidente del ejecutivo, al que eligen presidente del gobierno, en pago por el acta de diputado que les facilitó.
Aunque no repitiera una segunda legislatura, al presidente le corresponde, por calendario, confeccionar las listas y el orden de los candidatos para las siguientes elecciones legislativas. Si algún diputado incumpliera las ordenes del secretario general-presidente del gobierno, quedaría fuera de las listas siguientes.
Como el presidente del gobierno no podría ordenar el voto de sus diputados  para manipular legislativo y judicial, las transmite como secretario general o presidente de su partido.
Es pues el candidato a presidente de gobierno, en sus funciones de secretario general o presidente de su partido, el que ordena a sus diputados cómo han de votar para que le hagan fácil su vida de presidente del gobierno.
Mientras los cargos de jefe de partido y jefe de gobierno sigan recayendo en la misma persona, la división de poderes que requiere la democracia es imposible.
Quizá si, al ocupar la presidencia del ejecutivo se viera obligado a ceder la presidencia o la secretaria general del partido a otra persona, le estimularía su  ambición y se atrevería a marcar distancias con el presidente del gobierno.

Pero, desde 1978, por mucho que enfaticen en apodar el sistema político español de democracia, en España rige una dictadura cuatrienal obtenida mediante elección de desconocidos para los votantes, escogidos para ocupar un lugar de elección probable en las listas por el que exige lealtad, a cambio de un trabajo fácil (solo tiene que decir lo que le manden), lucido y bien pagado.