jueves, 11 de septiembre de 2014

CAPITALISMO ESCLAVISTA


 

 

 

Por una vez, los rojos tienen razón cuando culpan al capitalismo de los males que culminan con la pérdida de la libertad del individuo.

Pero los marxistas proponen una etapa transitoria que en la práctica se eterniza, de capitalismo estatal para que el consumidor, en lugar de estar sometido a la tiranía del empresario, lo esté a la tiranía del Estado.

De una manera u otra, el capitalismo dicta los deseos, los gustos y las necesidades cambiantes de los consumidores-ciudadanos a su voluntad y conveniencia.

La condición de esclavo es natural en el hombre, por lo que es tiempo perdido el que se emplee en luchar contra la obligación de trabajar, de encadenarse a un amor, de prescindir de afectos o de domar el odio.

Aceptándola como condición humana general, solo quedaría encontrar la más benévola forma de esclavitud que, sin duda es la que da derecho de propiedad a un individuo sobre otro por haberlo comprado, haber nacido de esclavos previamente comprados, o encontrarlo abandonado por su anterior dueño.

Hay esclavos felices en numerosos pasajes de la Biblia y esposas esclavas que engendraron de sus dueños hijos, que contaban con el afecto y la protección del padre como los del matrimonio legítimo, salvo en el derecho de sucesión dinástica.

El estado de feliz esclavitud humana terminó como consecuencia de las necesidades del capitalismo opresor para someter sutilmente a la esclavitud a toda la humanidad, transformando a los seres humanos en simples consumidores.

Gracias al cine, que nos muestra como verdad lo que es mentira y mentira lo que es verdad, hemos conocido la verdad de los productores cinematográficos capitalistas sobre lo que, según ellos, eran las explotaciones agrarias de los estados esclavistas del sur de los Estados Unidos, donde del amo apaleaba, sometía a trabajos extenuantes o dejaba morir de hambre a sus esclavos.

Falso todo ello: un esclavo barón negro se pagaba en aquél tiempo a unos 1.200 dólares. Para establecer el valor comparativo del precio de ese esclavo, basten reseñar que 600 acres (320 hectáreas) de la mejor tierra, costaban 300 dólares.

Es decir, que un propietario que maltratara a su esclavo y no cuidara esa propiedad con el máximo empeño no sólo sería un desalmado sino, lo que es peor, un idiota.

Ya había trabajadores libres que, por poco más que la comida y sin ninguna inversión, eran ocupados en los trabajos peligrosos en los que emplear a un esclavo hubiera sido un riesgo insensato.

El sistema de las plantaciones de sur de los Estados Unidos, frente a todas las ventajas que la benemérita institución de la esclavitud representaba, tenía un inconveniente que acabó con ella.

El paraíso elegante, caballeroso y envidiable de las plantaciones era incompatible con  el capitalismo y la producción en masa porque cada explotación agrícola era, por lo general, autosuficiente ya que producía lo que necesitaba y solo compraba fuera los vaporosos vestidos de las damas, sus airosos sombreros, el elegante paño de los chaqués de los caballeros y , los sutiles perfumes y licores que importaban de Europa.

No fue el altruismo antiesclavista de la sociedad capitalista del norte de los Estados Unidos lo que originó la guerra civil, sino la necesidad de ampliar mercados en el sur.

El fin del sistema capitalista es cubrir las necesidades espontáneas de los consumidores y crear artificialmente necesidades que, al caer en la trampa de comprarlas, obligue a una creciente masa de clientes a enriquecer incesantemente a los que las fabrican, comercializan, almacenan, distribuyen y financian.

Es una modalidad distinta, pero igual de esclavizadora, que la de las plantaciones agrícolas del sur de los Estados Unidos.