sábado, 11 de octubre de 2014

ENGAÑARSE A UNO MISMO

Un pueblo es el conjunto de casas y edificios que sirve de vivienda a las personas que lo habitan pero, por extensión, también se llama pueblo a los habitantes de una población, una región o un país.
Por eso, por pueblo español puede entenderse a los individuos que, por vivir en España, tienen entre sí más afinidades que diferencias.
Si por pueblo se entiende al conjunto de individuos que en promedio tienen más similitudes que discrepancias, el pueblo español se diferenciaría de otros en que sus virtudes y defectos serían los predominantes en los individuos españoles.
Todos los seres humanos son iguales y sus necesidades y aspiraciones las mismas: vivir bien y vivir en paz.
Si algunos pueblos viven mejor que otros es porque los individuos que lo formen, en su conjunto, han evolucionado social, política y culturalmente  antes que los que carecen de las virtudes sociales del compromiso y de la asunción de responsabilidades personales.
Un pueblo maduro, como un individuo sensato, puede no decir la verdad si cree que hacerlo lo perjudicaría pero nunca se engañaría a sí mismo.
Un pueblo maduro jamás quedaría satisfecho al culpar de sus desgracias al gobernante que decidió libremente que lo gobernara, sino que se culparía a sí mismo por su error al elegirlo.
No culparía al gobierno del error (no culpa) de la enfermera que contrajo el ébola al contagiarse en un descuido y no advertir a quienes hubieran determinado su aislamiento.
No culparía a los que mandan, de apropiarse de fondos públicos y, al mismo tiempo, eludir el pago de impuestos, aunque los subsidios y servicios de los que se beneficia los paguen los impuestos de otros.
No depositaría su sucedáneo de amor en criaturas irracionales sometidas a obedecer. para no depender afectivamente del semejante-a  con sus mismos derechos.

Se avergonzaría de que, gozando de todos los derechos que la sociedad concede al individuo adulto, sea el esfuerzo de otros el que garantice su pan y bienestar básicos.