sábado, 20 de diciembre de 2014

JUSTICIA IGUAL PARA TODOS




Dicen que la luna tiene amores con un calé, que no hay santo sin su octava y hasta que, ante la ley, todos somos iguales.
Lo de la luna y los santos son cantos de mirla en celo en las amanecidas primaverales, pero lo de la justicia es tan falso como eso de que, en los sistemas democráticos, gobierna el pueblo.
Y, sin embargo, podría ser verdad si a los que tienen, que son los que mandan, se les obligara a aceptar lo que, desde luego nunca aceptarían.
La justicia no es ahora igual para todos porque, aunque todos los justiciados se someten a las mismas leyes, no todos comparecen ante el juez en igualdad de condiciones.
Si uno que no tiene pleitea contra el que tiene (un hipotecado que quiere que el banco le anule la cláusula suelo) tiene todas las de perder.
El quejoso no podrá contar para que lo represente ante el juez más que con algún abogado de oficio o con minuta reducida.
El banco, sin embargo, dispondrá de un equipo numeroso de abogados que retrasarán años la fecha de la vista para que el litigante llegue a la conclusión de que es mejor el mal acuerdo que le proponen que una sentencia que podría serle desfavorable.
Es evidente que los códigos de justicia son iguales para todos los justiciados,  pero no lo es que todos lleguen ante el juez tras haber empleado los mismos recursos para presentar sus causas.
Nada más sencillo que solucionar esa injusticia: dictar por ley que la parte que contrate asistencia jurídica más cara pague también los fondos que permitan a la parte contraria contar con un una asistencia semejante.
Solución que nunca llegará a aplicarse porque a los que tienen el dinero y el poder, que son los que mandan en todas partes, no les conviene ser iguales que los que los obedecen y de los que viven.
Y en todos los sistemas (capitalismo, comunismo, satrapías, dictaduras, anarquía, tribal o democráticos (porque los electores eligen a gente que desconocen) los que gobiernan tienen el dinero y el poder político.