lunes, 19 de enero de 2015

ACUERDO IMPOSIBLE


   Los musulmanes se refieren al que adoran con 99 nombres que enumeran sus supremas cualidades: desde Alláh (“El Unico”) a As-Sabur (“El Paciente”).
   Pero en ningún caso permiten que se limite su divinidad representando la pureza del concepto con imágenes o símbolos perceptibles por el hombre.
   Siguen así los musulmanes el origen troncal de su creencia, la Biblia de los judíos para los que Dios es “El que es”, la virtud suprema que representa ser por sí mismo, sin referencias tangibles.
   El cristianismo fue la primera religión emanada de la Biblia, al corporeizar en Jesucristo a Dios (“el verbo se hizo carne”, o el concepto se volvió tangible), lo que permitió al creyente representar la divinidad por sus sentidos corporales.
   El islamismo, que Mahoma predicó seis siglos después del nacimiento del cristianismo, representó un regreso radical al Dios conceptual del judaísmo, castigando al que se atreva a limitar la inmensidad de Dios a lo perceptible por los sentidos.
   El Jesús-Dios de los cristianos es para los musulmanes uno de los seguidores y predicadores del Dios conceptual que es imposible limitar a través de la representación sensual.
   Tan celosos de la inabarcabilidad de Dios  son los musulmanes de la rama  preponderante del islamismo, la sunnita, que al expandirse en el siglo XVIII por Arabia arrasaron la casa en la que había nacido Mahoma porque las veneración al Profeta robaba a Dios el culto que solo Aláh merecía.  
  Los musulmanes chiitas, por el contrario, respetan y distinguen a los ayatollahs que predican y guían a los creyentes en la práctica religiosa y hasta distinguen con los nombres de alguno de ellos sus centros de culto.
   Los musulmanes, sobre todo de la rama sunnita, defienden la pureza conceptual de Dios y su Profeta hasta el punto de sentirse agredidos si se les limita al ser representados por los sentidos humanos.
   La Divinidad que adoran los musulmanes es conceptual, no la limitan figuras, palabras ni sentidos. Su Poder no tiene límites. Lo que se da al César se le roba a Dios. La Soberanía no reside en el Pueblo, sino en Dios.Y al Dios conceptual de los musulmanes se le acepta o se le rechaza.
   Si se le acepta, se le obedece ciegamente y si se le rechaza, el poder de Dios lo obligará a aceptarlo.
   Esa intransigencia musulmana, nunca enmascarada, ayudará a los no musulmanes a entender mejor los últimos acontecimientos en Africa, Siria, Irak y Europa.
 Para los musulmanes, convencidos de que la Suya es la única verdad, no es posible  conciliar acuerdos que la limiten o maticen porque los forzaría a aceptar en todo o en parte la verdad ajena.