miércoles, 4 de febrero de 2015

TODO ANTES QUE LA GUERRA (QUE HORROR)



Antiguamente, la guerra era un recurso para conseguir lo que otro tenía o para defender lo que otro te quería quitar.
No había trampa: el que estaba dispuesto a pagar el precio de la derrota, se echaba una guerra y el que confiaba en ganarla, lo resistía.
Esas simplicidades que antiguamente regulaban las relaciones humanas  han ido evolucionando con el tiempo y se ha llegado a fórmulas menos radicales de resolver las diferencias entre discrepantes:
1.-Manifestaciones: Cada uno de los discrepantes junta a todos sus partidarios para que su contrincante y sus seguidores se acobarden y cedan.
2.-Elecciones: Los discrepantes, reacios a admitir el resultado de la concentración de partidarios, se citan a echarse unas Elecciones y reconocer como ganador al que tenga más votos. (Se admiten protestas por trampas en el recuento, que no anulan el resultado).
3.-Protestas multitudinarias: Concentración del mayor número posible de individuos para afear a los jefes de sus adversarios algo que hayan hecho y que no les haya gustado.
4,.-Campañas de prensa, radio y televisión: Abundar en todos los espacios de esos medios de comunicación en denuncias, análisis, críticas y sarcasmos contra actitudes y  opiniones expresadas por los jefes de los adversarios.
Aunque se sepa de antemano que ninguna de esas fórmulas servirá para nada, se recurrirá a ellas para justificar que se ha hecho todo lo posible para impedir los supuestos desmanes del adversario, pero sin cabrearlo.
Por eso, no tiene fin a la vista lo de los moros que matan a lo que no lo son, lo de los israelíes que matan palestinos, lo de los palestinos que matan israelíes, lo de los ucranianos que matan rusos, lo de los rusos que matan ucranianos y lo de los terroristas que matan a los que se dejen matar.
Es natural porque matar a los que matan sería colocarse a la misma altura moral de los asesinos. Mejor protestar y condenarlos (moralmente, por supuesto).