viernes, 13 de febrero de 2015

LO DE GABILONDO



Dicen las lenguas bífidas que Angel Gabilondo puso como condición para aceptar ser candidato del PSOE en Madrid no tener que enfrentarse en primarias al defenestrado Tomás Gómez.
Demuestra el futuro perdedor de las elecciones madrileñas que, como persona formal, no le gusta el innecesario paripé electoral, que sólo sirve para humillar al perdedor.
No podía esperarse otra actitud en un hombre de sólida cimentación moral que, como conocedor de las sagradas escrituras, aplica la advertencia del Eclesiastés: “Vanidad de vanidades, todo es vanidad”.
En los fundamentos éticos del fraile Gabilondo la hipocresía electoral no puede tener cabida: la obediencia debida al superior es la norma de conducta obligada y  sólo Pedro Sánchez, como jefe de los socialistas, puede mandar lo que el Partido Socialista debe hacer.
En teoría, la operación Gabilondo del Partido Socialista, fundamentada en los tradicionales principios de la escalonada obediencia jerárquica, debería culminar con una Comunidad de Madrid felizmente socialista, tras los veinte años de desgobierno popular.
Pero en una situación políticamente tan fluida por culpa de la veleidad del populacho votante todo puede ocurrir y, aunque es altamente improbable, el Partido Popular podría seguir gobernando en Madrid.
Pero, aunque eso ocurriera, no será responsabilidad del candidato Gabilondo sino del sistema, porque Pedro Sánchez debería haberlo nombrado directamente Presidente de la Comunidad de Madrid.
Y ahorrar a los madrileños la engorrosa tontería de las elecciones.