viernes, 20 de febrero de 2015

LA PELIGROSA DEMOCRACIA





Desde que se empleó por primera vez  en España, a  la palabra “democracia” le ha pasado como a la falsa moneda: aunque cambia permanentemente de mano, solo es auténtica para el que la tenga y falsa en cuanto sea de otros.
 “Democracia” es, en el español de hoy, una muletilla idiomática de gran utilidad para referirse a algo inconcreto, etéreo, impreciso, indeterminado que, como el perejil en la cocina, aromatiza todo debate político.
Hubo un tiempo en que, al contrario que ahora en que todo lo malo lo es por no ser democrático y todo lo bueno por serlo, achacaban a la democracia todos los males  de España.
Y es que “democracia” ha pasado a ser en el lenguaje diario español un término tan ambiguo como “cosa”, que lo mismo sirve para aludir a un roto que a un descosido.
Le  ha pasado a la democracia en España lo que al amor, esa atracción entre dos personas de apetitos sexuales opuestos y complementarios, que funden protuberancia y oquedad hasta formar un solo cuerpo.
Amor es el sentimiento de atracción mutua y la fusión de sus órganos es solo el procedimiento mecánico para hacerla tangible.
En España, a la democracia le ocurre lo que al amor, que de tanto abusar del procedimiento mecánico para materializarlo, acaba siendo un fin en sí mismo.
Ese sentimiento utópico conocido por democracia se vale para lograr su fin de que sea el pueblo el que se gobierne a sí mismo, eligiendo al que de ellos habrá de gobernarlos.
   El sufragio universal, que concede derecho a votar a todos los ciudadanos mayores de edad para elegir gobernantes,es el sistema adoptado en España y que implica que, si todos tienen el mismo derecho a elegir, también lo tienen a ser electos.
   Vale en ese sistema lo mismo el voto del que más aporte para sustentarlo que el del que contribuya menos y el de los más capacitados que el de los de menos, el de los que más cuidadosamente respeten las leyes que el de los más pertinaces en violarlas.
Las consecuencias de que cualquiera puede gobernar si es el que consigue mayor número de respaldos ocasionaron los dos mayores problemas a los que se enfrentan España y el mundo: el terrorismo de pretexto religioso y la ruina económica de España.
El terrorismo lo impulsó la decisión del tonto Jimmy Carter, elegido por los norteamericanos como autopenitencia para purgar las pillerías de Nixon, al consentir el derrocamiento del Sha de Persia y su reemplazo por Jomeini.
El desmadre económico-social de España lo impulsó el inocente Zapatero, elegido para reemplazar al pillo Aznar.
    Y es que, para gobernar países conviene más un pillo que un tonto y que poner a elegir al populacho ignorante, sentimental y apasionado es un acto suicida.