miércoles, 22 de abril de 2015

EMIGRACIÓN: HUNDIR LAS PATERAS.



Los políticos de Europa están considerando una decisión radical para frenar la emigración desde el norte de África: hundir las frágiles pateras en las que, los que lo consiguen, atraviesan el Mediterráneo.
Lo que no se ve no existe y, con el hundimiento de las pateras, deja de existir el inhumano espectáculo de los ahogados por encontrar donde lo hay lo que necesitan.
Porque lo emigrantes africanos vienen a Europa a buscar lo que, por lo que ven en televisión y les dicen sus compatriotas que lo lograron, existe en Europa: comida, trabajo, asistencia sanitaria, acceso a la educación y libertad.
Nada de eso lo tienen en sus países de origen y, los que se deciden a emigrar a Europa, lo hacen convencidos de que merece arriesgar la vida miserable a la que están condenados por realizar el sueño que los libere.
Con la chapuza de solución al problema que consiste en hundir sus precarios medios de transporte, los políticos europeos defienden el interés de sus electores, contrarios a los de los que los ponen en peligro.
Porque los emigrantes africanos aceptan trabajos en Europa que los trabajadores sindicados europeos eluden, y lo hacen tan bien o mejor que los exigentes nativos.
Siempre han vivido los europeos mejor que los africanos, pero hasta que la televisión y otros medios de información se han universalizado, no se habían enterado.
Conseguir que vuelvan a la ignorancia de lo que existe lejos de sus aldeas y poblados es un casi imposible método para frenar su molesta emigración a Europa.
Otro, tan imposible como el anterior, es hacer retroceder el tiempo hasta el anterior al de las indiscriminadas independencias concedidas por las potencias coloniales hace cincuenta años.
Fue aquél interesado engaño de los colonialistas industriales el origen de las actuales tragedias humanas.
Argumentaron para aquella triquiñuela la justicia de que los africanos sometidos a la tutela de las colonias, que todos los hombres sin consideración a su grado de evolución social, son dueños de sus destinos y de sus recursos.
Pero las autoridades coloniales dejaron en manos de caciques, manejables mediante la corrupción, la administración de los recursos de las tierras independizadas.
Parecía que todo había cambiado para que todo siguiera igual: las mismas potencias industriales que les dieron la independencia siguen controlando, bajo la tapadera de sus caciques apoderados, la explotación de los recursos africanos y beneficiándose de sus plusvalías.
Eso sí: ahora no explotan África los gobiernos de las potencias administradoras, sino los testaferros nativos que los representan.