No hay peor ciego
peor que el que no ve porque no mira, y eso nos pasa a veces a los que, en vez
de escribir sobre lo que tenemos delante de las narices, pontificamos de
asuntos tan lejanos como la felicidad.
En éste pueblo
mío al que quiero tanto que casi todo lo que de él veo me parece mejorable,
pasó algo ayer de lo que me he enterado hoy por los periódicos.
Como los tres
Reyes Magos, la delegada del gobierno (de Andalucía, supongo), Rafaela Crespín,
el director general de la Agencia Idea, Antonio Galán y el imprescindible
alcalde local, José Antonio Ruiz Almenara, visitaron ¡agárrense! El Centro
Tecnológico de Recursos Avanzados de Innovación y Servicios a Emprendedores y
Pymes.
Esa cosa cuyo
nombre tanto mola va a ocupar 5.033 metros, de los que ya se han construido
1.030, en un parque industrial local.
Pues bien, los
tres visitantes acudieron al lugar de
los hechos, según El Día de Córdoba, “para conocer el alcance de sus
instalaciones y posibilidades que se abren con su puesta marcha”.
Un mal (o bien
pensado, según se mire) se asombraría de que solo después de haberse gastado un
dineral en construir algo, el o los que aporten el dinero, caigan en la cuenta
de preocuparse de para qué podría servir.
Eso de poner
los bueyes detrás de la carreta es una innovadora técnica habitual en Palma del
Río: hay un observatorio del Guadalquivir que, después de erigirlo, le pagan
una cantidad anual a unos concesionarios para que lo gestionen, un monumental
centro de congresos que sirve para mantenerlo cerrado y un museo de El Cordobés
que nadie sabe para qué de utilidad pueda servir.
Por supuesto, todas
las decenas de inventos erigidos con dinero público tienen una primordial
utilidad política: colocar empleados que los dirijan, cuiden y cobren del erario, con
la esperanza de que demuestren su gratitud a la hora de votar.
¿Y la oposición
política no dice nada? Callados como estatuas.
Algo ganarán
con su silencio.