viernes, 8 de mayo de 2015

SUSANA, LA ENVIDIADA



Que nadie me acuse de machista. Soy feminista por conveniencia y por convicción. Lo primero porque soy padre de tres hijas y a ninguna de ellas la cambiaría ni por el más garrido de los mozos.
Además, las tres son más perseverantes, más sufridas, más listas y más nobles que yo que, sin ninguna culpa, nací varón.
Así que, si abogo por Susana Díaz y afeo la falta de galantería por no ayudarla a que cumpla su sueño, sé que mi causa es justa y que impedirle que sea Presidenta de Andalucía se debe a ese machismo insensato que, con el pretexto de defender la igualdad de mujeres y hombres, niega la evidente superioridad femenina.
¿Hay prueba más concluyente de que mujeres y hombres no son iguales porque la mujer es más fuerte que la estadística de que hay más viudas que viudos?
Que me digan, si no es por discriminación sexual, por qué se resisten a lo que Susana, con toda razón, les pide.
¿Serían mejores presidentes de Andalucía los que se resisten a complacerla?
Imposible. En primer lugar, ni ellos ni sus partidos han gobernado nunca Andalucía, así que les falta la experiencia que la actual presidenta y su partido tienen para hacerlo.
Susana es, de hecho, presidenta y ya sabe el oficio. Su partido socialista es el único que ha gobernado en Andalucía y, por lo mismo, le sobra la experiencia de más de 30 años para seguir gobernando.
Pero la discriminatoria maldad se sobrepone a la conveniencia.
¿Qué quieren los partidos que se niegan a apoyarla para hacerlo? Nada menos que la candidata ceda a lo que le exigen.
Es una postura tan insensata como la del cliente que exige al comerciante que le venda algo por el precio que él ofrece y no por el que comerciante marca.
Puro disparate nihilista, que acabaría con las prácticas seculares que han marcado las reglas del intercambio: si el comprador estima excesiva la cantidad que el vendedor quiere que le pague por una mercancía, que no compre o vaya a otra tienda.
El vendedor sabe su negocio y es consciente de lo que le costó al por mayor lo que vende, los gastos de almacenamiento, alquiler de local, pago de salarios a los empleados, seguridad social, impuestos, electricidad, aire acondicionado, ambientadores, deterioro del producto y riesgo de que otro más moderno lo deje obsoleto.
Vender por el precio que exige el cliente es tan abusivo como esperar que Susana Diaz les dé a los portavoces de la oposición todo lo que le piden por apoyar su candidatura.
Como la insensatez es tan evidente, hay que sospechar que esa condición es solo un pretexto para no hacer negocio.
Puestos a sospechar, no hay que ser un lince para acertar: los partidos de la oposición niegan a Susana Diaz el apoyo que necesita únicamente porque es mujer.