sábado, 9 de mayo de 2015

LA ENTRETENIDA DISTRACCION ELECTORAL



Los indolentes que se acorazan tras un peto de cinismo para no hacer nada van a ser, a fin de cuentas, los más avispados.
¿Para qué hacer algo si nada puede alterar lo que ya está escrito en el destino individual y colectivo?
El señor Newton aguardó indolentemente tumbado debajo de un manzano y nada hizo para que le cayera una manzana sobre la nariz. ¿Movió un solo múúsculo para que ocurriera ese acontecimiento, que cambió el mundo?
El tunante de Colón se echo a la mar para llegar por Occidente a las Indias, que todo el mundo sabía que quedaban al oriente de su punto de partida, y fracasó. En lugar de llegar a las Indias, descubrió América por casualidad.
¿Y qué me dicen del entretenimiento más lucrativo de nuestros días, el del servicio público llamado vulgarmente política?
Todos los que se dedican a eso dicen que quieren acabar con las injusticias a que los pobres están sometidos por los ricos.
Pues cuando lo consiguen, los pobres siguen siendo pobres. Menos ellos que, de abogados de los explotados, pasan a integrarse en el selecto grupo de los explotadores.
Esta never ending story (cuento de nunca acabar) es una cadena de despropósitos entretenidos  que, cuanto más reiterativos, se hacen más intrigantes.
Anoche mismo empezaron como locos a pegar carteles y echarse mítines en Andalucía para una campaña electoral que culminará con la elección de alcaldes tan malos o peores que los que ahora desgobiernan.
Esas elecciones con que amenazan el inmediato futuro echan a andar cuando todavía no ha terminado el apasionante proceso con el pretexto de renovar el parlamento y el gobierno regional.
Es una prueba evidente de que éste estado democrático es un estado de ánimo, una permanente repetición de liturgias entretenidas que cosiste en echar un papel en la ranura de una urna para ver qué pasa, sin la intriga de ignorar lo que va a pasar.
Porque el entretenimiento culminará siempre igual: si el que gana es reelecto, seguirá siendo tan malo luego como antes y si el que eligen es nuevo será igual o peor que el malo derrotado.
Pero, ¿y lo bien que se pasa? Jugar por jugar. Andar por el placer de echar un pié detrás de otro, sin importar si caminas en línea recta o en un interminable círculo.