El Maligno,
como su nombre indica, es malo. Pero la maldad no es la característica
definitoria del peligro que, para la Humanidad, representa el Demonio.
Es todavía más
grave su astucia. Provoca falsas amenazas para que el pecador en potencia se
ponga en guardia contra ellas y, así, descuide el punto flaco por el que, de
antemano, se propone atacar.
España, por
haber propagado por todo el mundo la verdadera fé que acabó con las demoníacas
creencias que rendían culto al Diablo, es para el demonio el enemigo.
Desde
entonces, y aun antes, el demonio se la tiene jurada a España y todas las
desgracias de ese pais desgraciado son consecuencia de esa inquina diabólica.
En los últimos
años, la astucia del maligno ha enfocado la atención de los españoles hacia
supuestas amenazas que también lo son para la feliz vida que los españoles se
merecen, pero no es la Gran Amenaza.
Eso de la
corrupción política, el desempleo, la democracia tambaleante y hasta la falsa
disyuntiva entre república o monarquía, son fintas tácticas para enmascarar la
verdade4ra ofensiva estratégica que Satanás urde contra España.
Afortunadamente,
lo mismo que un alado arcángel llamado San Miguel corrió a gorrazos al Demonio
antes, ahora hay un Miguel gordo, viejo y cansado, pero alerta, que volverá a
hacer fracasar al Diablo en sus satánicos designios.
Apenas queda
tiempo para poner remedio a esa amenaza, por lo que hay que apresurarse para
hacerla fracasar.
Se trata de
evitar la nefasta huelga de futbolistas que, por inspiración satánica, se está
urdiendo.
¿Qué hará esta
atribulada sociedad española si, además de no santificar las fiestas,
enfangarse en la concupiscencia de las encueratrices, vivir del cuento de las
subvenciones y entronizar para que dirijan al Estado a los más rapaces de sus
ciudadanos, se queda sin el fútbol.
España sería
peor que una piara de sodomitas, gomorritas, idólatras y vagos.
Sería, Dios y
San Miguel no lo quieran, un país sin fútbol.