Si en la tabla clasificatoria
de las utopías ocupa el primer puesto la felicidad, la democracia le pisa los
talones. Ambas son tan inalcanzables que, cuando el hombre vive en un estado de
ausencia de dolor o de frecuente ejercicio de su derecho a votar, cree que es feliz.
Y cuando la mayoría de los
individuos de un pueblo descubren que no hay peligro inminente de que le haga
daño lo que más sufrimiento le ha provocado, si no feliz, puede vivir
tranquilo.
Por eso, los andaluces viven tranquilos
desde las elecciones del 22 de Marzo seguros de que el causante de sus
problemas, el Gobierno de la Junta de Andalucía, ha dejado de ser una amenaza
al menos mientras siga en funciones.
Eso sí: en cuanto deje de ser
gobierno en funciones y recupere su capacidad plena de meter la pata y la mano,
malagueñas tristes: de vuelta la burra al trigo.
Pero ya llegará el momento de
llorar cuando toque porque, por ahora, y gracias a las limitaciones que el Estatuto de Andalucía impone a las facultades
del gobierno en funciones, como por ahora y ojalá que durante muchos siglos lo
esté el de Susana Diaz, tiene expresamente prohibido:
a)
Aprobar el proyecto de Ley del Presupuesto de la Comunidad Autónoma.
· b) Presentar
proyectos de ley al Parlamento de Andalucía.
· Así
que, tranquilos, mientras que los socialistas de la señora Diaz no puedan
extorsionar con nuevos impuestos a los andaluces buenos para darle el dinero a
los andaluces malos todo irá, si no bien, por lo menos mejor que hasta ahora.