Quienes
escribimos y hablamos para que el pueblo nos lea y nos oiga lo hacemos por
mandato de los dioses tutelares, que
escogen a sus elegidos para que guiemos a la chusma por el camino recto.
Pero esos
dioses nos niegan a los conductores y los conducidos una herramienta básica
para ganarnos el jornal: la libertad.
--“Pero no
diga usted simplezas”, corregirá condescendiente el inevitable discrepante, “la
democracia le garantiza esa libertad”.
Y, como supuestamente
tiene razón, hay que concedérsela, al menos teóricamente.
Porque, desde que
ese quasar de 10.000 millones de años recién descubierto empezó a brillar hasta
ahora, la libertad de difundir ideas o noticias la disfruta no el que las
escribe o dice, sino el que le paga el sueldo por decirlas o escribirlas.
O escribes y
dices lo que te permite el propietario del periódico o la emisora, o haces como
el beduino del cuento: cavas un hoyo en la arena del desierto, dices en voz
baja en el hueco lo que quieras decir y vuelves a echar encima la arena que apartaste,
o te callas como un mudo.
Vamos al
suponer con ejemplos prácticos, que no hay mejor manera de argumentar lo que no
termina de convencer con simples palabras.
En las
ediciones digitales de los periódicos de hoy hay dos pruebas incontrovertibles
de mi aserto:
a) bajo una
gran foto a la derecho del texto, como el hecho más reseñable de la edición, el
periódico “El Mundo” titula “Campeones en el espejo de la leyenda”, y loa las
hazañas de unos jóvenes vestidos de blanco que celebran algo: el título europeo
de baloncesto del Real Madrid.
Hasta ver cómo
destaca el hecho, uno creía que el fútbol, y no el baloncesto, era la
preocupación más enajenante de los españoles pero lo del campeonato de liga del
Barcelona aparece en el periódico unos cuantos de centímetros más abajo.
b) El periódico,
El Pais, publica también hoy una noticia destacada que titula. “Otras
elecciones en Andalucía perjudicarían sobre todo al PP”.
Abunda en que,
si hubiera nuevas elecciones regionales en Andalucía, “el PSOE casi dobla en
intención de voto al PP”.
Para hacer una
predicción tan sorprendente, que significaría que los votantes castigan al que
nada hizo para provocar el conflicto y premian al partido que lo originó, El País
cita una fuente: la agencia Metroscopia que, dicen los que por ser malpensados
aciertan, es el mismo periódico con nombre diferente.