El dañino
pacifismo al que la humanidad no deja de degenerar es culpable de que las películas en las que
muñecos mecánicos matan a otros muñecos mecánicos hayan reemplazado a aquellas
en las que unos hombres mataban a otros hombres.
Al fin y al
cabo, se maten muñecos o personas, matar seguirá siempre siendo el espectáculo
más placentero para el que no corra peligro de que lo maten.
Lo que ya no
tiene remedio es que, con tanto nefasto pacifismo, el más grandioso y dramático
espectáculo, que es la guerra, sea tan extraño al hombre actual como una
ecuación de segundo grado lo es para mí.
Por eso, los
ignorantes se extrañan de que el objetivo militar prioritario de la coalición
militar mundial contra la emigración sean los desarmados y desvencijados barcos
que los traen de Africa a Europa.
Esa decisión,
que para los pacifistas carece de sentido, lo tiene todo para los que la guerra
nos gusta más que a un tonto una candelita.
Bombardear los
barcos viejos y desarmados que los emigrantes usan para llegar a Europa es
eliminar la red estratégica de transporte que el adversario invasor utiliza
contra el europeo invadido.
Un suponer: si
los alemanes hubieran hundido los miles de barcos en que llegaron desde
Inglaterra los que viajaban en ellos, antes de que desembarcaran en Normandía,
nos habríamos evitado películas tan insufribles como “Salvar al soldado Ryan”.
Tiene una
ventaja todavía más evidente la operación militar europea contra los barcos que
usan los emigrantes africanos: como están desarmados, no hay que temer que
opongan resistencia. Si la operación falla, será solo por la mala puntería de
los atacantes. A los estrategas europeos se les ha escapado un detalle fundamental: que se televise en vivo y en directo el heroico ataque. Serviría para elevar la moral de los europeos y disuadir a futuros y posibles emigrantes africanos.