Un sieso es un
fulano esaborío, sin grasia, que va cuando los demás vienen y viene cuando los
demás van. Un malage.
Pues la
cosecha de siesos esta temporada ha sido particularmente abundante. Se
distinguen de las personas normales en que dicen que habría que suprimir la
jornada de reflexión que antecede a la electoral.
Los siesos no
entienden que ese día es más que necesario, imprescindible y que, en ocasiones
como la actual en la que el voto está tan disputado, más que un día de
reflexión haría falta una semana.
Sobre todo, en
Andalucía, crisol de razas con preponderancia de las semíticas que, como todo
el mundo sabe, tienen especiales inclinaciones para el comercio gracias a su habilidad para el
regateo.
Y en esta
ocasión, un solo día para regatear el precio del que está dispuesto a vender su
voto con el comprador que esté interesado en pagar por conseguirlo es demasiado
poco tiempo.
¿Razones? El
crecimiento de la demanda porque hay agentes nuevos en el mercado del voto que,
como artículo sometido a las inmutables leyes de la oferta y la demanda, ha
disparado su precio.
En la bolsa
clandestina del voto protestan tanto los compradores como los vendedores por
las limitaciones a su comercio porque la jornada de reflexión, impide utilizar
los medios de comunicación para difundir las últimas ofertas y demandas de votos.
Los agentes
del mercado del voto, aunque son contrarios a la interferencia estatal que
altere el precio que fije el ajuste entre oferta y demanda, estarían dispuestos
a aceptar dos medidas:
a) Que el
precio del voto tenga un precio máximo equivalente al de seis meses del salario
mínimo y,
b) Que en
todos los colegios electorales se habilite un espacio acotado, contiguo a las
mesas sobre las que se encuentren las urnas, desde el que los agentes de los
partidos hagan su oferta final a los votantes.