martes, 26 de mayo de 2015

TORTILLA DE PATATAS



Se conoce por democracia el sistema de organización del estado que consiste en que los ciudadanos decidan quien debe gobernarlos, generalmente por elección.
O eso es mentira o en España no hay ni ha habido democracia.
La constitución de 1978, de la que emanan las leyes que rigen en el Estado Español, asignaron a los partidos políticos la autodesignación de sus burocracias políticas, cuyo principal cometido es elaborar las listas y el orden de colocación en ellas de los nombres de los candidatos a gobernarlos.
Fuera de esas listas, nadie puede ser candidato aunque cumpla todas las condiciones para ser electo, menos la de del beneplácito de los burócratas partidarios para incluir su nombre en la nómina de aspirantes.
Pero ni con ese visto bueno es bastante: si la lista que haya conseguido el mayor número de votos,(pero no suficientes para que salgan elegidos la mitad más uno de los imprescindibles para gobernar sin ayuda de alguna de las candidaturas derrotadas), es como si hubiera perdido los comicios.
Porque las burocracias de los partidos recuperan la autonomía que habían compartido con los incluidos en sus listas y son libres para negociar qué partido debe gobernar.
Así, un partido que haya conseguido el mayor número de votos puede tener que conformarse con oponerse a la coalición de partidos perdedores, que sume la mitad más uno a la que no llegaron los ganadores, negociada sin contar con los ciudadanos electores.
Los gobernantes pueden ser consecuencia del enjuague pactado entren los burócratas políticos que hayan negociado el reparto de los muchos beneficios y de los escasos contratiempos de gobernar.
Así que esto que pasa en España desde 1978 no es una democracia.
Es, más bien, una tortilla de patatas a la que, además de aceite, papas y huevos, se le puede añadir cebolla, ajos, pimientos y, si ni con eso fuera suficiente, se puede y debe sazonar con cocaína venezolana.