Hay que ver la
poca confianza que algunos españoles tienen en la capacidad de supervivencia de
ésta España, que fue capaz hasta de sobreponerse a la cutrez del régimen
cuartelero del generalísimo Franco.
Este pueblo de
eternos acobardados, que tan sabiamente ha aplaudido a su tirano de turno hasta
que otro déspota heredara su poder y sus aplausos, teme ahora que una pandilla
de perroflautas ponga fin a la existencia sometida que padece desde hace tres
mil años.
Aquí se han
corrompido todos los moralizadores: los romanos, los bárbaros, los moros, los
bandoleros cristianos, los reyes casamenteros de estirpe alemana, los de origen
francés, los más entretenidos de las dos repúblicas, los sargentos franquistas
y hasta los urdidores postfranquistas.
Ya están a punto
de tiranizar a los españoles los moralizadores antisistema, deseosos de corromperse
desde su proyecto anticorrupción.
Y es que el
pueblo español, eternamente sometido, tiene el bálsamo de fierabrás para
eternizarse, por mucho que se empeñen en anularlo los opresores de turno:
Ensordecerlos
con sus aplausos, encadenarlos con sus adhesiones inquebrantables, adormecerlos
con la droga letal de sus elogios, dejar que la obesidad mórbida consecuencia
de sus despojos los paralice.
Por eso, los de
Podemos y similares, como otros tiranos que los precedieron, pasarán, y los
españoles seguirán existiendo.
Sometidos, pero
eternos.