sábado, 30 de mayo de 2015

ECHARSE AL MONTE




Aquellos gallardos bandoleros a los que nimbaron con aureola romántica los viajeros europeos que en el siglo 19 descubrieron España eran unos apestados sociales.
Señoreaban las sierras, atracaban a los incautos, asesinaban a los posibles delatores y se enfrentaban a los mercenarios a sueldo de las diputaciones para que no volvieran a la sociedad que los había expulsado.
Tragabuches, El Tempranillo, Pasos Largos o Flores Arocha se refugiaron en despoblado porque eran proscritos de la sociedad en la que, hasta que se echaron al monte, habían vivido.
Se hicieron bandoleros porque esperaban sobrevivir solos mejor que en compañía de los que no querían que vivieran entre ellos.
Como le está pasando ahora a los disidentes que votan y militan en el Partido Popular.
Si se echan al monte no será porque los tiente la bucólica perspectiva de disfrutar de la soledad y el silencio,  amenizados por el gruñido esporádico de los jabalíes y la berrea otoñal de los venados.
Si decidieran vivir frente a los demás (PSOE, Podemos, Nacionalistas, Ciudadanos, Comunistas) será porque se niegan a que convivan con ellos.
No faltarán los Pablo Neruda, Ernest Hemingway, George Orwell o André Malraux que se instalen en el Palace madrileño para, desde el confort de sus suites, contar al mundo lo bien que se matan los nuevos bandoleros y los esbirros contratados por la sociedad que los expulsó.