Estos días de
desconcierto en los que la mitad de la población espera que pase ya en España
lo que quieren que pase y la otra mitad teme que ocurra lo que ya se han
resignado a sufrir, son para todos un
sinvivir.
Y todo porque
los españoles, por mucho que digan lo que dicen esos tunantes que se las buscan
calificando el bienestar de los pueblos, van demasiado a los museos y demasiado
poco a los campos de fútbol.
Los museeros se
creen que es verdad lo que han visto en el cuadro de Las Lanzas o la Rendición
de Breda, en el que el vencedor pone la mano en el hombro del derrotado y lo
consuela por haber perdido.
Si es
inevitable, que en vez del de Las Lanzas vean el Duelo a Garrotazos de Goya, en el que dos paisanos se muelen a palos,
sin poderse mover por estar sembrados en el suelo, hasta que fenezca uno de
ellos.
Esa estampa de
las pinturas negras de Goya sí que es paradigmática (olé lo redicho) del carácter
de los españoles.
Es como si a los
dos partidos, perdedores ambos de las recientes elecciones, los hubiera
inspirado la leyenda española de que al enemigo ni agua, o la norteamericano de
que el mejor indio es el indio muerto.
Porque al
español, generoso según la propaganda y mezquino conforme a la realidad, ganar
no es lo que más le importe.
El objetivo estratègico
de toda confrontación con el adversario no es ganar, sino que el enemigo pierda,
y ganar es sólo un movimiento táctico para lograr el fin propuesto: aniquilar
al enemigo.