lunes, 8 de junio de 2015

AQUELLA TRANSICION EJEMPLAR





La muerte de Franco, precedida de una tan larga y minuciosamente relatada como el desarrollo de un partido de fútbol, fue como el rayo: hasta que no cayó no se evaluaron los daños que había provocado.
Como toda catástrofe, desencadenó problemas de atención inmediata (evitar una guerra como la que aprovecho para su ascensión al caudillato) y medidas a largo plazo (organizar el Estado para no excluir a ningún ciudadano o partido, que se sintiera tentado a salirse del sistema para hacerse hueco a la fuerza).
Lo primero se logró y, para conseguir lo segundo se elaboró, con el acierto que permitió la urgencia de impedir un enfrentamiento, la Constitución de 1978.
Fue la Constitución que tenía por objetivo devolver a los ciudadanos el poder que había monopolizado Franco, pero no fue ese el resultado del acuerdo al que llegaron los muñidores del Pacto Constitucional.
En vez de dar la responsabilidad del poder al pueblo entonces desestructurado, lo cedieron a los avispados individuos que se proclamaron mejor capacitados para estructurarlo en partidos políticos.
Ahora está quedando en evidencia el error de entonces porque los dictadores con minúscula de los partidos políticos ejercen el Poder con mayúscula del Dictador.
Nunca dejó de sufrir la Dictadura el incauto pueblo español: antes unipersonal y desde entonces compartida por dictadorcitos teatralmente enfrentados.
La fragmentación del electorado en las municipales y autonómicas del 24 de Mayo han dejado en evidencia la martingala: no son los votantes los que deciden que gobierne el que haya ganado elecciones, sino los que tienen el privilegio de sumar churras con merinas.
Al fin y al cabo, las ovejas siempre harán lo que el pastor y sus perros los obliguen que hagan.